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No me da la gana. El cambio era otra cosa

22 de Mayo de 2018
Actualizado el 02 de julio de 2024
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pablo Iglesias e Irene Montero
Y a mí, ¿qué me importa donde vivan ustedes? ¿Qué más me da si Pablo e Irene, Irene y Pablo se gastan lo que para mí es un pastón en una cena, en un coche, en un reloj o en una casa? Lo cierto es que me da lo mismo, y es más: espero que ellos y cualquiera, vivan de la mejor manera posible. Mientras se lo puedan permitir, honradamente, sin causarle mal a nadie, me parece que además, es saludable que todos nos alegremos del bien de los demás.Reconozco que al ver las fotos de su casa me han dejado alucinada. Como me ha sucedido en cada ocasión que, por casualidad, me he encontrado en lugares como ese. Y me he sentido muy paleta. “Ohhhhhh, alaaaaaaaaa, jo, qué jardín más bonito; qué salón más grande; qué cocina más chula; que ventanal increíble; qué de luz; qué de espacio; qué chimenea…..” Sí, he tenido esa misma sensación algunas veces en mi vida. Lo llaman envidia sana, y yo simplemente lo llamaría sorpresa, curiosidad.En las afueras del pueblo de mi madre un multimillonario, muy conocido, presidente de un mítico equipo de fútbol, alcalde de una ciudad de lujo y turismo, tenía su finca. Su caballo Imperioso y sus coches de lujo, su plaza de toros, su piscina cubierta, su escudo en el fondo de la piscina exterior. Y tenía una nevera como la que yo nunca había visto. Y salones como campos de futbol. Y tenía y tenía, y él casi nunca estaba. Mi tío trabajaba allí y era una de las personas que se encargaban de tenerlo todo listo para si, "Don Jesús" (toda la vida fue "Don Jesús" y después de muerto, para mi tío lo sigue siendo), aparecía por sorpresa. Le gustaba que todo estuviera impecable, las flores, los animales, y hasta la nevera lista. Quizás aparecía una vez cada tres meses, quizás ninguna. Pero allí tenía un equipo de gente trabajando todos los días para que todo estuviera perfectamente dispuesto. Y yo, alguna vez acompañé a mi tío. Era como ir a ver una película.Pasaron años hasta que volví a encontrarme en una situación similar. Esa fiesta a la que te invitan en la Universidad, que acudes acompañando a la amiga de la amiga, y que, al final no sabes bien cómo has llegado hasta allí y quien es la dueña de la casa. Pero alucinas. Como un gato de escayola te sientas casi sin moverte por no romper nada ni que una gota de tu copa pueda manchar nada. Y te marchas a casa pensando en que existe gente que vive en lugares que nunca imaginarías. Y es que su padre trabaja en no sé dónde, su abuelo fue no sé quién, y su hermano acaba de entrar en el superdespacho y en verano se casa con la hija de no sé quién. Y así...Y fue en política donde esto comenzó a sucederme más a menudo. Ya no alucinaba tanto, o al menos no en voz alta. De alguna manera aprendí que las casas de algunos diputados, ex ministros, presidentes, eran así. Y aprendí a sorprenderme precisamente cuando era al contrario. Cuando de pronto descubría que fulano o mengana vivía en esa casa tan normal, de esa urbanización tan común; y me resultaba agradable. Sentirme como si estuviera en casa de cualquiera de mis amigos, de mis primos, de mis vecinos. Esto era la excepción.Y salvo en algún caso de políticos ya a punto de jubilarse, siempre me quedaba pensando: "y esta pedazo de casa, ¿cómo pretende pagarla durante toda la vida este hombre/mujer? ¿Acaso tiene claro que seguirá siendo diputado, ministra, o vetetúasaberqué?"Y esa es la cuestión que me vino a la mente al ver la casa de Pablo e Irene. Una, que ya echa cuentas por todo (a Pablo y a Irene les pasará en cuanto tengan que ponerse a comprar pañales), se para a pensar que han contratado una hipoteca de unos 1.700 euros al mes, durante treinta años.Y me acuerdo de mi tío. Y pienso que una casa así no se mantiene sola. Que da mucha tarea. Y que si te gastas semejante pasta en una casa, es para tenerla impecable, claro. Para que esa piscina sea una piscina; para que ese jardín sea un jardín y un descampado; para que esos salones, esos pasillos, esas ventanas luzcan lo que cuestan, hay que encargarse de mantenerlo. Porque una casa así hay que mantenerla, puesto que quizás algún día tengas que venderla. Ah, bueno no. Que ellos la han comprado para vivir y dan por hecho que jamás en la vida tendrán que “especular” con ella. Como si tenerla que vender, en cualquier caso, fuera únicamente para especular. En fin.El caso es que te pones a echar cuentas. Y entre pañales, leche de fórmula, toallitas, bodis, cunas, cochecitos, juguetes, comer, vivir, y mantener esa casa, la broma se te poner al mes en unos cuantos miles de euros. Y yo pienso: "¡madre mía, ya le puede ir bien a estos chicos, porque se han metido en unos gastos muy difíciles de afrontar, estando el panorama como está!".Y ahí es cuando me acuerdo de lo que pensaba al salir de casa de esos políticos recién llegados que se habían hipotecado hasta las cejas para pasar como “uno más” entre sus compañeros de fila: ¿qué tendrá que hacer este hombre para mantener su puesto y seguir cobrando esta pasta?. Y ahí viene el problema.He visto en el partido donde militaba a auténticos personajes capaces de cualquier cosa con tal de no bajar del ritmo de vida en el que se habían subido. Y esos eran los que apuñaban (políticamente) a cualquiera que se interpusiera en su camino.Ese es el problema que yo percibo en el capítulo de Podemos. Que cuando te hipotecas, y sobre todo cuando te hipotecas tanto, ya no eres libre. Hipotecarte y tener hijos viene a ser el colofón si es que piensas que quieres darles lo mejor, y se te va tanto la cabeza que terminas considerando que tus hijos vivirán en un entorno “normal” si compras una casa de 600.000 euros. Así lo ha expresado Pablo y esto es el síntoma de que algo ya ha cambiado. Pero no dramaticemos. Podría no pasar e Irene y Pablo podrían continuar siendo los más anticapitalistas. Y en tal caso, merecerían seguir haciendo lo que hacen, cobrando sus sueldos y representando a los de abajo. Ningún problema. Que para eso les pagan. Y si no hacen bien su tarea de representantes, adiós muy buenas, con no votarle, se acabó el teatro.El colmo, una vez asumido todo esto lo que no se sostiene, a mi entender, es que las bases de un partido tengan que votar sobre la idoneidad o no de una persona para realizar su cargo atendiendo a sus decisiones íntimas y personales. Este absurdo proceso sienta un precedente peligroso, pues ¿en qué punto podremos considerar la “coherencia” de nadie para hacer política? ¿Estamos locos? Ahora resulta que vamos a juzgar al personal por sus apariencias y no por su valía. Y eso lo vamos a promover precisamente desde donde se suponía que venían a cambiarse las cosas: o sea, a poner en duda todo un sistema que daba una imagen y en realidad había vivido del engaño que provocaba su apariencia. Todo esto pone unos grandes interrogantes sobre ese sueldo que era donado en parte. Sobre esas supuestas donaciones que, para más inri, demostraron ser un timo. Y que además, todo esto se someta a un sistema de votación que ya ha sido puesto en duda y denunciado por sus propios integrantes de la organización...En fin, que no. Que me niego a que un acoso mediático absolutamente poco ético pueda poner en jaque la labor política y la función de los partidos políticos. No puedo comprender cómo esto ha llegado a ser un gran hermano en el que hay que nominar a un secretario general por mear fuera del tiesto. Y si pienso un rato, llego al punto: Pablo está bailando sobre la tumba de lo que creíamos posible. Así, sin más. Porque no había necesidad de limitarse el sueldo, pero se hizo, mintiendo al personal. Porque no había necesidad de inventarse procesos de votación que en realidad también eran mentira. Porque no había necesidad de generar discursos tan huecos que fuera él mismo quien se limpiase las manos con ellos. No la había. Y se ha hecho.Hacemos dimitir a una presidenta por haber intentado mangar dos cremas (porque fue lo que le hizo dimitir) y ahora cuestionamos a dos dirigentes políticos de indudable valía porque ellos mismos se someten a una votación más propia de Eurovisión que de un partido político serio. Esto es lo que me da rabia: que la política se haya desprestigiado de esta manera. No me da la gana. El cambio era otra cosa.
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