Todo es culpa de Pedro Sánchez

01 de Marzo de 2024
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Como bien dice el titular, todo lo que viene pasando tan solo tiene un culpable: Pedro Sánchez. No porque supiese que el tal Koldo García era un rufián. No porque José Luis Ábalos, buen gestor, pésimo político, se vaya al grupo mixto por no “comerse el marrón”. No tiene que ver con un caso posible de corrupción —hasta que no haya sentencia se debe la presunción de inocencia—, tiene que ver con su forma de gestionar todo. Lo que algunos pueden calificar como estilo de liderazgo o dirección.

Cuando alguien no está seguro de sus capacidades suele recurrir a los palmeros y personajes menos válidos pero muy pelotas para conformar su equipo de trabajo. También algún machaca, que roce la imbecilidad, pero sea un perro de presa. De estos Sánchez se ha rodeado y rodea constantemente. Pese a verse guapo, decir que tiene un doctorado y hablar idiomas, todo el mundo entiende que es un inútil. Y para un presidente de Gobierno o un dirigente de partido no hay cosa peor que le vean así. Ese pavor a no verse reconocido produce caer en manos de los menos capaces, incluso de verdaderos incompetentes con experiencia demostrada en ello.

Su primer Gobierno no fueron grandes profesionales sino mediáticos, algunos con mucho oropel y poco trabajo privado y, cómo no, palmeros fieles. Salió como salió. Una que se dedicaba a plagiar proyectos fin de máster, otros tenían alguna cosa en su pasado y los encajados por un acuerdo de Gobierno que, además de incompetentes, daban asco a la mayor parte de la sociedad. Hizo algún cambio que otro, siempre premiando a fieles dogmáticos, y solo la incompetencia de los dirigentes de la derecha le permitió seguir en el cargo. Hasta ahora claro.

Que algo se chamuscaba Sánchez es obvio porque en julio de 2021 fue largando a fieles que le podían manchar —esperando que todo se diluyese en el tiempo— y colocando a nuevas dogmáticas con vista a colocar peones en las Comunidades donde el poder no le era rastreramente fiel (léase Castilla-La Mancha, Valencia y Aragón). De momento ha colocado a una en Valencia, en CLM no puede mover ni un hilo porque está el tipo que gana elecciones de verdad —sus candidatas no obtendrían ni apoyo en su región, sí la ministra y la delegada del Gobierno exmunícipe toledana— y en Aragón está en un quiero y no puedo con la incompetente ministra de Educación (ni hablar sabe). Sacó a un tipo como Iván Redondo que se creyó más de lo que le habían pedido que fuera y colocó a sus antiguos amigos del blanquismo (por José Blanco), se rodea al simanquismo inilustrado y los renovadores por la base balbasianos. Por cierto, hablando de José Luis Balbás parece que no comprendió Sánchez en esos años lo del tamayazo.

Cada vez más rodeado de fieles a su persona y no los más capaces. José María Aznar también hizo algo similar al comienzo y se dio cuenta del error demasiado tarde. Por muy amigos que sean y mucho que hayan pasado juntos en el partido igual no son los mejores para el Gobierno. Tampoco hay que llegar al caso de Adolfo Suárez que casi puso a sus enemigos internos en el Gobierno. Una cosa intermedia entre personas capaces del partido (estén o no con el dirigente máximo) y personas capaces de distintos ámbitos de la vida. Sánchez no, incompetentes de la vida pública (especialmente el ministro Marlaska) e incompetentes del partido. Más todos los amigos colocados en empresas públicas.

Lo extraño viendo esta forma de dirigir, en base a fidelidades y no lealtades institucionales, es que no le hayan salido más cosas raras en el Gobierno. Salir en tromba a hablar de Isabel Díaz Ayuso es un error, entre otras cosas porque no hay caso judicial y sobre cuestiones éticas Sánchez no es el más apropiado para hablar (ha traicionado la palabra dada cienes de veces). Basta contestar como hizo ayer Óscar Puente, porque el PP tiene una larga tradición de corruptelas y abusos de poder. ¡Si hasta llegaron a utilizar a vagabundos para financiarse alegalmente! Como les contamos aquí en su día. Lo suyo sería poner la contundencia de acción contra la corrupción (hecho) y la gestión por delante para dejar que escampe. El problema es que de esto último no hay mucho y tiene a un bobo (burgués bohemio) en Cultura dando titulares a la derecha todos los días.

Alberto Núñez Feijoo lo tiene fácil, dejar que Sánchez se cueza en su propio caldo de mediocridad. Además se lo puede poner “a huevo” con la negociación del presidente español con Emmanuel Macron para enviar tropas españolas a Ucrania. O con los regalos a Marruecos que nadie entiende, ni en su propio partido. O con la incompetencia arrabalera de Francina Armengol que sabía que había corrupción y no lo denunció públicamente. Porque, para ser los dirigentes del PSOE creíbles, deberían haber salido el primer día que tuvieron conocimiento de las andanzas a decir: «Hemos descubierto esto y lo llevamos a la Fiscalía». Lo sabían y han callado intentando tapar huecos con fieles dogmáticos.

Normal que en el partido estén estupefactos. Todos sabían qué hacía y qué pintaba Koldo en todo esto (ya se contó la historia). Todos han tragado con la destrucción de la democracia interna. Todos callan y no hablan (¿dónde está Izquierda Socialista o esos críticos que asomarán la cabeza cuando el kaiser caiga?). Ni dentro del partido (porque no hay dónde), ni en los Comités, ni en ningún lado. Es tan salvaje la comparación con la URSS estalinista que el miedo se puede palpar. Cuando alguien, con cierta vergüenza torera y algo de ética, en los grupos internos dice algo, aparecen los fieles a señalar al “disidente”.

Por tanto todo es culpa de Sánchez. Por elegir a los más incompetentes pero fieles a su persona. Por tener un ego tan desmedido que es incapaz de reconocer errores y rodearse de personas con dos dedos de frente. Por haber destrozado el partido a fin de someterlo a sus deseos más personales. Por saber qué pasaba y callar esperando que pasasen las elecciones del 23J (en las que mintió con la Amnistía cabe recordar). Por intentar encalomar a Ábalos lo que ha sido, es y será culpa de Santos Cerdán. Por polarizar la política en España, algo que es más producto de sus incapacidades manifiestas en lo que a estilo de liderazgo se refiere. Por no dimitir con toda su Ejecutiva Federal y convocar Congreso Extraordinario.

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