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"A éste lo quiero muerto hoy"

22 de Junio de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Como si un Shakespeare redivivo hubiera vuelto a tomar la pluma para poner en la boca de Ricardo III severas y graves palabras, Susana Díaz pronunció en el dramático Ferraz del 1 de octubre su sentencia: “a éste (Pedro Sánchez) lo quiero muerto hoy.” Como lo querían muerto el Partido Popular, sus cloacas de corruptelas y las políticas antisociales que lo inspiran; los intereses fácticos del IBEX 35; las minorías económicas y financieras y su engranaje mediático; la vieja guardia de las puertas giratorias; algunos barones con mando en taifa y las hipotecas por pagar como la de Antonio Hernando.El centenario partido de Pablo Iglesias Posse, Indalecio Prieto o Fernando de los Ríos, sufría la conspiración de los idus de vendémiaire más horteras de la historiografía nacional, la de los sargentos chusqueros según Borrell, que venía a colmar el ápice de ambiciones mediocres apoyadas en aquellos a los que le estorba el socialismo en el Partido Socialista. Las manifestaciones de los hombres y mujeres de Susana Díaz en el transcurso de este proceloso coup de forcé, desde “yo soy la máxima autoridad en el partido” de Verónica Pérez hasta la retórica cáustica, insultante y malintencionada de Heredia, son indiciarias de la cultura y los modos que se tratan de imponer en un PSOE desideologizado, sin valores permanentes y sujeto al capricho de caudillismo mesiánicos bajo los intereses clientelares orgánicos y la imposibilidad asumida con resignación de que el régimen de poder no admite la posibilidad de políticas de progreso.El golpe de mano del 1 de octubre ha significado el intento de imponer la alternativa de la no alternativa. Lo que supone consolidar ese PSOE decadente que se ha dejado arrastrar por un pobre eclecticismo adaptativo al sistema que le sitúa paradójicamente en contra de su propia historia y de sí mismo. Incapaz de generar un paradigma diferente al que impone el microclima conservador, se pierde en la torcida creencia de que la ideología es una pesada carga que pone en peligro el pacto de la transición y, como consecuencia, su estatus oligárquico de “partido de gobierno.” Es como si el socialismo hubiera sido creado para este régimen y su obsesiva actitud conservadora le empujara a desistir de su vocación de cambio e incluso de la capacidad de construir un modelo avanzado de sociedad.Desechando l’esprit est a gauche que proclamaba Sartre, pretenden los de los idus de octubre, que la realidad sea como un continuum de publicidad política semeja al maná del desierto, con sabor según pedido del paladar. Todo ello conduce a una crisis identitaria cuyo pernicioso corolario es la falta de criterio en todos los ámbitos del debate político, lo que afecta a la misma razón de ser del partido y a los elementos más sensibles de su función política y sus modos de relacionarse con la sociedad. En ningún ámbito polémico de la vida pública se ubica sin holgura el partido socialista, salvo vaguedades dialécticas y orfandad de ideas que convierten su posición en un simulacro. Como advirtió Ortega de otro momento histórico decadente, es un panorama de fantasmas donde lo único real es el acto de imaginarlo.Esperemos que siguiendo el eslogan castrista de socialismo o muerte, en las primarias los militantes elijan socialismo. 
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