La macro causa de los ERE andaluces, por el desvío o utilización presuntamente fraudulentos de fondos públicos de la Junta de Andalucía, ha provocado en los últimos días (Feria de Sevilla) las declaraciones en juicio de los ex presidentes Chaves y Griñán, que juntos atesoran 23 años de gobierno de una administración que siempre, desde su instauración, ha estado copada por el PSOE.Independientemente del desarrollo de la causa, que determinará si esas faltas, errores o corruptelas, constituyen comisión de delitos y delimitará las culpabilidades pertinentes, a la izquierda andaluza se le antoja una reflexión que va más allá del proceso judicial: este caso desnuda todos los déficits y todas las fallas de nuestra democracia, construida sobre una praxis concreta a lo largo de décadas, y que ha configurado la fórmula bajo la que se practica el poder por parte de algunos/as en nuestra tierra.Los procedimientos descritos, las formas desgranadas sobre cómo se gestionaba el trasiego de ese enorme caudal de dinero público, detallado por fiscales y acusación, son un nítido y escalofriante ejemplo de cómo han funcionado los poderes políticos, “entresijados” y enmarañados, en Andalucía. Y nos hiela el alma a todos los demócratas.Insisto, sin proyectar culpabilidades o delitos que aún lo son presuntamente, y por lo tanto siendo todos los imputados o investigados inocentes, lo que proyecta ese modus operandi, es ya en sí misma una perversa demostración de que la propia democracia en Andalucía está corrompida, que parece secuestrada, rota, que ha sido comprada, o silenciada, prodigando desde ese poder político, todo poderoso y omnipresente, y sobre riadas de personas, familias, empresas, en localidades, comarcas enteras, el maná del dinero público con escaso control (o un control deficitario). Es la puesta en riesgo de lo común, de lo general, y de la propia viabilidad de la democracia andaluza, como tal, en beneficio de lo personal, lo particular y la viabilidad de una estructura de poder, de un partido…Somos apenas una partitocracia enquistada de la que los/as demócratas andaluces, que vemos que es necesario reaccionar, airear, renovar, no tenemos más que abominar y trabajar por cambiar.“Andazulía”, nuestro nombre tergiversado por la parodia de Chaves en los guiñoles de Canal Plus, años 90, es el semblante desmoronado a lo largo del tiempo de toda una tierra, y de todo un pueblo que, según palabras de otro insigne hombre de partido, Alfonso Guerra, estaba llamada a ser la “California del Sur de Europa”… Nunca antes un sistema, ni el ejercicio del poder instaurado en él, han sido mayor lastre para una tierra y un pueblo con las posibilidades del andaluz.
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