06 de Septiembre de 2022
Actualizado el 02 de julio de 2024
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MAEX·UE

Las primeras notas del Pange Lingua comenzaban a sonar por las esquinas de un dormitorio corrido, una nave con un pasillo largo, compartimentada por tabiques sin puertas y cuatro camas en dos literas en cada una de las camaretas. Al fondo, unos baños con lavabos y duchas comunicaban las dos estancias en las que se dividía la nave. En la entrada, en un pequeño chiscón con puerta. Dentro una cama de 80 centímetros, una mesa de 40 por 40, una minúscula estantería y una taquilla de gimnasio convertida en armario rebosaban la estancia. El cuidador, un estudiante de segundo año de magisterio, se ataba las playeras preparado para salir al pasillo en plan sargento de semana.

Amaya entonaba el “Genitori Genitóque, Laus et iubilátio; Salus, honor, virtus quoque, Sit et benedíctio” la canción, por tanto, estaba a punto de terminar y el volumen había subido considerablemente, cuando en la cuarta camareta, en la litera de abajo del fondo, permanecía su ocupante acostado y cubierto por la ropa de cama. Alcibiades, el cuidador tiró de las mantas con ímpetu hacia atrás, pero Quírico, el ocupante de la litera, no cambió de posición. Los sopapos en la cara, primero suaves y después con fuerza, no hicieron que Quírico se moviera ni una mueca.

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Cuando llegaron al colegio, Rosalio, Mancio y Eliseo, no eran amigos. Los tres se conocían porque vivían en pueblos vecinos, a menos de cinco kilómetros uno del otro y habían coincido en algún partido de fútbol entre pueblos o en las fiestas ya que algunos de los padres eran del pueblo aledaño. El primer día lo pasaron juntos. Cuando uno llega a un sitio en el que no conoces a nadie, el encuentro con alguien al que has visto alguna vez, te hace instintivamente acercarte a él. Pero cada uno de ellos tenía un talante y una personalidad distinta. Rosalio era de cuerpo fibroso y musculoso. Un tirillas con mucha fuerza. Mancio era un tipo grandote y corpulento que por su envergadura anunciaba peligro cuando se acercaba, aunque luego fuera un bonachón. Eliseo era un tipo extravertido, charlatán y metomentodo. Uno de esos tipos que nunca pasan desapercibidos. Un cuerpo enjuto, una lengua larga y una ligera cojera le hacían ser el blanco de todas las iras.

En el colegio, había chavales que con la edad de Rosalio, Mancio y Eliseo, 14 años, llevaban allí más de un lustro y eran veteranos. Otros, recién llegados como ellos, pronto se hicieron respetar como si lo fueran. Rosalio fue uno de ellos. A los tres días ya la estaba liando como si llevara allí toda su vida. Participaba en los robos de comida en las taquillas o en los abusos, que llamaban novatadas, como uno más. Mancio por su corpulencia simplemente se hacía respetar y pasaba de todas las barbaridades que allí se cometían con la connivencia de Alcibiades, el cuidador del ala izquierda, más preocupado por que le dejaran estudiar y dormir tranquilamente que por guardar el orden, una vez se apagaban las luces por la noche. Tampoco el director del colegio tomaba cartas en el asunto ante las denuncias de los abusos. Simplemente hacía como que escuchaba con atención, intentaba calmar al denunciante y una vez salía del despacho, la novatada era un tema cerrado.

Eliseo, que por su verborrea ya se había creado varios enemigos a las 18 horas de haber llegado al colegio. En la primera asamblea, se dedicó a interrogar al director, cuando todos los alumnos antiguos lo que querían era que acabara cuanto antes para poder irse de allí. Fue el peor parado de los tres. La tercera tarde, mientras estaba en el aula de estudio y se suponía que nadie podía acceder a dormitorio, le abrieron la taquilla y le quitaron el jamón y la leche condensada que había llevado de casa. En lugar de callarse, montó en cólera y a voces exigió que saliera el culpable. Sólo consiguió una bofetada estruendosa de Alcibiades.

Los meses fueron pasando y la vida para Eliseo era un calvario. Golpes en la cara, mientras dormía, cuando bajaban a las tres de la mañana del estudio, escupitajos en la comida,… Una noche en pleno mes de diciembre con diez grados bajo cero en la calle, le echaron una papelera de agua (16 litros) sobre la cama mientras dormía. Cada dos por tres se levantaba con la cabeza llena de pasta de dientes seca en el pelo y algún día hasta con betún.

Pero la gota que colmó el vaso, fue que el día antes de las vacaciones de Semana Santa se levantó con toda la cara pintada de minio, una pintura anticorrosiva para metales. Se tuvo que pasar todas las vacaciones encerrado en casa hasta que se le fue el color naranja de la piel.

Por más que intentaron reanimar a Quírico, el mayor cabrón que había pisado ese colegio, no lo consiguieron. Estaba muerto. Dos minúsculos puntos rojos en el cuello, a la altura de la yugular y un dedo índice negro, eran la única señal de que había sido asesinado. Eran las marcas de los cables que lo habían electrocutado.

El acta de defunción dijo que había sido un fallo cardiaco. A partir de ese día, nadie volvió a meterse con Eliseo.

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Canallas

“Todas las revoluciones son imposibles hasta que se vuelven inevitables”León Trotsky

Vivimos en una especie de colegio menor en el que al director lo único que le interesa es tener cuantos más alumnos mejor porque a más afluencia, más sueldo. Por su parte, los cuidadores del orden, también van a lo suyo porque sólo intentan conservar su estatus y sus privilegios como el tal Alcibiades cuya única misión era la de no pagar la plaza y tener puerta en el cuarto. Los jetas, empresarios que se saltan la ley por el bien de su cartera pero que intentan hacerlo pasar como interés público (es el mercado, amigos), abusones de todo tipo y sinvergüenzas varios, medran haciendo de la vida de los cuitados verdaderos infiernos. Los desgraciados somos los badulaques que sufrimos los malos tratos, que levantamos la voz, pero que nos acongojamos con la primera torta en la cara.

Durante este verano que me he tomado de descanso mental, he tenido la ocasión de concienciarme, más si cabe, sobre la necesidad del decrecimiento, de la conservación ecológica y de la utilización regresiva, coherente y equitativa de bienes y energías y de un cambio social imprescindible si queremos que el hombre siga habitando este planeta durante otros 200.000 años más.

Sin embargo, estamos dirigidos por verdaderos psicópatas cuya misión es la de mantener un estilo de vida codicioso e injusto basado en el expolio, la hijoputez, la opresión de los pobres y su utilización como forma de amasar ceros, el uso indiscriminado de energías fósiles cuyo agotamiento está en el principio del fin y la creación y mantenimiento de conflictos armados con el único fin de aumentar las cuentas corrientes de comisionistas, traficantes de armas y de los mangantes que dirigen la tramoya de este mundo injusto, aberrante y explotador que llaman primer mundo.

La mayor parte de vosotros creéis vivir en democracia porque podemos votar cada cuatro años. Sin embargo, no sois conscientes de que los órganos son cerrados, no elegidos por sufragio sino llenados por cooptación. No votamos personas ni podemos elegirlas por sus méritos. Votamos listas cerradas  cuyos puestos son elegidos por aceptación y cercanía de los que dirigen los partidos. Luego los elegidos como diputados o senadores , a la hora de aprobar legislación o acciones que comprometen el modo de vida de los ciudadanos, no siguen el mandato de los electores, ni siquiera de su programa electoral, sino que votan según la conveniencia del momento de quién les ha elegido para ocupar el puesto en las listas que les ha dado el cargo.

Desde las televisiones y la prensa en general, llevan tanto mercenarios de la información como políticos echando la culpa a Putin de todos los males que nos aquejan últimamente. Y llegan a la sinvergonzonería de echarle la culpa a Putin de utilizar el gas ruso como arma de guerra, cuando son ellos los que renegaron de todo lo que oliera a ruso, desde escritores al turismo pasando por el gas y el petróleo tan necesarios ahora, además de otros como los abonos químicos imprescindibles para la agricultura. Desde que comenzaron las amenazas y el bloqueo a lo ruso, los europeos al este de los Urales somos cada día más pobres, hasta el extremo de que han convertido un bien de primera necesidad como la electricidad en un artículo de lujo, y los rusos a los que han amenazado indeseables como Borrell hasta la náusea, cada vez más ricos. El rublo se ha convertido en la moneda más fuerte y Putin sigue vendiendo gas y petróleo a Europa, eso si, los pagamos a través de India, Arabia Saudí o Turquía cuatro veces más caros que si se los compráramos directamente a ellos. Pero los sinvergüenzas de la Unión, siguen presionando con más represalias y mandando ingentes cantidades de dinero y armamento a un régimen ucraniano que ya utiliza niños como soldados, que no duda en bombardear una central nuclear para que estalle, y que se ha convertido en el símbolo nazi de toda la unión.

Mientras el ciudadano de a pie no puede pagar las facturas de la electricidad o el gas y aún no ha llegado el invierno (en Nápoles en una protesta miles de personas quemaban sus facturas de electricidad ante el ayuntamiento con la amenaza no sólo de negarse a pagarlas sino de emprender acciones contundentes contra quiénes les han llevado a esa situación), los jetas y caraduras que desde la política han utilizado el ascensor al que da la puerta giratoria de turno, siguen condicionando nuestras vidas sin importarles lo más mínimo que la gente no pueda poner el aire acondicionado o la calefacción, no por las restricciones del gobierno sino porque no puede pagar los recibos. Ellos, en cambio, no tendrán ningún tipo de problema para calentarse. Un ejemplo es Beatriz Corredor Sierra, exministra del PSOE, registradora de la propiedad de profesión y actual presidenta de Red Eléctrica Española. Se embolsa en salario 1.516 € al día (546.000 al año). Ustedes qué creen ¿qué con ese sueldo va a trabajar por los ciudadanos o por las eléctricas?

Leo en el Daily Mali que el gobierno del Reino Unido, uno de los más beligerantes contra Rusia y China para tapar las consecuencias nefastas de gobiernos incapaces, prohibirá el uso de lavadoras, lavavajillas y hornos eléctricos entre las 14:00 y las 20:00 horas. Los bares tendrán que apagar las luces a las 21:00 horas y las últimas comandas no podrán ser más tarde de las 20:30.

En Alemania, Arcelor Mittal cierra otro horno, esta vez en su planta de Hamburgo, debido a los altos precios de la energía. Otros, anuncian aparatos imprescindibles que detectan monóxido de carbono, humo o fuego para salvaguardar la seguridad de las familias que tienen que alumbrarse con velas y dormir todos en la misma habitación para ahorrar calefacción. Plena economía de posguerra.

El G7, decide poner tope al precio del petróleo ruso (ese que, sin embargo, dicen que está embargado y que prohíben comprar). Rusia corta el suministro del gas a Alemania y es posible que la gasolina vuelva a subir hasta los 3 euros, llevando a occidente al colapso. Un colapso inevitable debido a este capitalismo consumista y especulativo del que culparán, de nuevo, a Putin. 

Mientras escribo este artículo veo un titular de un periódico que dice que la última laguna permanente de Doñana, la Laguna de Santa Olalla, desaparece por la sequía y la sobreexplotación de acuíferos. Cientos de pueblos carecen de agua en el grifo durante horas debido también a la sequía. Como dice Antonio Aretxabala, los pantanos están al máximo de capacidad de aire (porque agua les queda poca).  Y  en todo este embrollo empresas eléctricas vaciaban, hace unos meses, pantanos para producir electricidad que vendían al precio de la producida por gas, con la connivencia de gobierno y de la Unión.

Es evidente que esta coyuntura es fruto de nuestra dejadez, de no haberle puesto coto a los desvaríos  fascistas de los gobiernos de la Unión. Aquí por ejemplo, permitimos que el partido condenado tres veces por corrupción nos la metiera doblada con la ley mordaza y seguimos permitiendo que el gobierno más progresista de la historia la mantenga. En Alemania, el ejército patrullará las calles a partir del 1 de octubre.

También es evidente que los problemas de la carencia de combustibles fósiles no es por la guerra por poderes de USA contra China a través de Rusia en Ucrania, sino por el agotamiento de los mismos. Somos una sociedad enganchada al consumo acostumbrada a comprar cosas inútiles y tenerlas a la mañana siguiente. Y, o nos ponemos las pilas y empezamos a entender que estos gobiernos no trabajan para el ciudadano sino para las élites (que por otra parte no sufren ninguna de estas penalidades expuestas) y que los recursos no son ilimitados, o acabaremos matándonos entre nosotros por un litro de agua o por el robo de la electricidad impagable.

El golpe en la mesa ya no es suficiente porque no nos temen.

Salud, feminismo, república y más escuelas públicas y laicas.

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