Jesús Ausín

Clase media, «porca» miseria

15 de Octubre de 2024
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Clase media, «porca» miseria

Suena una música al fondo. Una melodía conocida. Y se pone a tararear como si estuviera en la plaza del pueblo vestida de mora genuflexionando “eig, eig, heig”... Ahora, se va bajando el tono de la melodía mientras acude la voz de la locutora. Hoy hablan con una señora de casi cien años que ha sido maestra de pueblo y que tuvo que luchar en contra de un sistema que no le permitía ser independiente, ni casi ser maestra aunque hoy no está allí por, ni para hablar de eso. Está allí por ser mayor y lesbiana. Aunque salió del armario cuando ya tenía nietos y después de haber enviudado. No van a hablar de los tiempos en los que tuvo que huir del pueblo en el que asesinaron una mañana, al alba, a su padre, al que no conoció. Ni de las horas de rodillas en el suelo fregando suelos de su madre para sacar adelante cinco hijos que llevaba con ella, todos menores de diez años. Ni tampoco como tuvo que trabajar para poder pagarse la carrera porque en casa no había recursos para estudiar y sólo ella, tuvo la valentía de trabajar y estudiar. Eso hoy no toca porque no es el tema...

El ama de casa que se ha puesto a tararear “Paquito el chocolatero” mientras introducían el tema de hoy, es también una mujer. Casada. Más cercana a los cincuenta que a los cuarenta y cinco. Es mujer, joven agricultora y titular de una explotación agrícola, aunque no se haya subido a un tractor en la vida (¡ojo que podría porque conducir sabe!). Es su marido el que ara, siembra, cosecha, vende y cobra el grano. Ella, figura como la titular de la explotación principalmente porque él es un prejubilado de una gran fábrica en la capital y por tanto no puede compatibilizar legalmente ambas cuestiones y segundo porque al ser mujer, menor de cincuenta años, aunque esté a punto de cumplirlos, tiene subvencionado el IRPF por joven agricultora y por mujer en el campo. Y por supuesto porque el principal recurso de la explotación es la PAC. Las ayudas al campo de la UE que les meten cerca de 20.000 euros por campaña.

Eleuteria, que así se llama la mujer que tararea el pasodoble, es más bien un ama de casa típica. Cocina, plancha, lava la ropa, arregla la casa y sobre todo, escucha mucho la radio y ve la televisión mientras hace todas esas cosas. Ella es de las que se cree progresista porque escucha la SER y porque, como su marido, que fue concejal, votan al PSOE. Por supuesto, cumple religiosamente con la misa de los domingos y ya tienen reservada una plaza en el camposanto. Plaza que adquirieron cuando el cura inscribió el cementerio municipal como propiedad de la iglesia por estar pegado a la misma y en lugar de luchar porque devolvieran al pueblo lo que es suyo, fueron de los primeros en pagar la tumba en propiedad.

Eleuteria, que salta de la verdadera programación que son los anuncios de alarmas, de ocupación y de medicina privada en la radio por la mañana a los de la televisión a partir del mediodía. Por supuesto, le gustan los programas de cotilleos de famosos. Por la tarde, salta de programa en programa una vez que acaba la novela, prefiriendo aquellos en los que se comentan sucesos trágicos, asesinatos no esclarecidos, ocupaciones de casas extrañas o noticias morbosas en las que siempre se cuenta la nacionalidad del delincuente salvo que sea español y famoso que entonces se pasa por alto.

Ahora, Eleuteria está fregando una cazuela en la pila cuando llaman al timbre. Se dirige a la puerta. Es un señor con un traje aunque se nota a la legua que le faltan dos tallas para quedarle bien. Es un chico más bien joven, de unos treinta y tantos años. Pregunta por Eleuteria García. Si es ella. “Verá, soy del seguro agrícola”, le informa el joven. “Venía a valorar las tierras afectadas por la sequía. Sólo las que hayan estado sembradas de cereal. Las otras no me interesan”. Y a Eleuteria ahora le surge un gran problema. “Es que mi marido no está, que es el que lleva esto”. “Pero señora, el seguro está a su nombre. Es usted la titular”. “Ya..., pero, es que yo no me sé las tierras ni siquiera sé de que estaban sembradas”.  Total, que le dice que espere un momento que va a llamar a un vecino que ha visto que ha llegado a casa hace un rato. Él le puede indicar las tierras.

Por supuesto, Eleuteria se queda en casa mientras su vecino Conrado y el señor del seguro visitan las tierras que tienen que valorar para darle la indemnización por sequía. Mientras lo hacen, el joven de la aseguradora le dice a Conrado que está acostumbrado y que es más normal de lo que parece. Y Conrado, que vive sólo de sus tierras, tiene cerca de sesenta y cinco años y no puede jubilarse porque le quedará una miseria, se tiene que morder la lengua.

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Clase media, «porca» miseria

Mientras los deformativos te venden una realidad paralela (y paralelos) que poco o nada tiene que ver con tu día a día, esta España que cree vivir en una clase media eterna, inexistente y subvencionada, una sociedad con el agua al cuello, que se entretiene intentando no ahogarse, en tanto observa como los ricos tiran sus sobras por la borda, en lugar de nadar hacia el barco, asaltarlo y echar por la borda a los ricos y quedarse con todo el pastel.

Te reprochan todos los días las ayudas de los menas, las ayudas de los migrantes y otras tantas marramachadas que además de no ser verdad son un sinsentido, mientras cientos de españoles ricos (y los agricultores lo son por mucho que ellos digan que no) reciben cientos de millones de euros a cambio de.... nada. Ni proyectos de remodelación, ni de inversión, ni mejoras de explotación, ni nada de nada. Sólo hay que arar cuanta más tierra mejor y poseer cuantos más animales, olivos o vides, más subvención.

En 2022 el 20 % de los ricos recibían el triple de ayudas que el 20 % más pobre. Hoy estaremos cerca del 40 %. Esta semana, el gobierno que suministra balas a Israel, ha aprobado ayudas a fondo perdido de 4.500 millones para PYMES y otros 50.000 millones en préstamos de recuperación. Todo, mientras tejemenejan duramente para que los trabajadores puedan seguir trabajando aun estando de baja, todo mientras retrasan todo lo posible la edad de jubilación y hacen imposible para que todo aquel menor de 40 años no llegue a jubilarse nunca, mientras las listas de espera sanitaria cada día siguen aumentando más y más, la sanidad pública destrozada por completo y la educación cada vez en más manos privadas. Todo, mientras se regalan miles de millones a Ucrania en una guerra que no pueden ganar y mientras ayudan a Israel a acabar con toda Palestina, Siria, Líbano y si pueden Turquía.

España, que ha presumido siempre del Lazarillo de Tormes, que ha hecho del engaño un valor positivo al cambiarle el nombre de sinvergüenza y ladrón por el de pillo, y que presume de Cervantes, un tipo que describe en los dos primeros párrafos del Quijote a la hidalguía española de la época, siempre ha sido proclive a la picaresca, a arrimar el ascua a tu sardina y el trabajo a la del vecino y a vivir lo más posible del cuento. España es el pueblo de la clase media dónde la envidia es la gasolina. Aquello de que si uno gana doce y otro sólo seis en lugar de pedir doce para todos, tanto los de seis como los de tres, trabajan para que el de doce cobre tres y que así el seis esté por encima y se sienta bien.

Cada vez es más difícil, no ya comprar una vivienda, sino siquiera encontrar una que puedas pagar el alquiler. Cada vez hay más personas teniendo que engancharse a dos trabajos para poder llegar a fin de mes. Cada vez más niños con problemas de obesidad debido a que no pueden alimentarse correctamente. Cada vez más problemas de depresión, la mayor parte provocadas por la inestabilidad económica y laboral. Y aun así, el gobierno de turno se gasta el dinero público en utopublicitar unos logros inexistentes y la mayor parte de la gente parece preferir que sus hijos pasen hambre, que la enfermedad les lleve a la muerte por falta de atención sanitaria a tiempo o tener que trabajar de sol a sol para poder pagar el alquiler, porque ellos no están para luchar por la igualdad sino para ser un poco más rico que el de la puerta de aledaña. Eso si, se creen que la libertad es poder ocupar un espacio público que es de todos para uso privado, mientras disfrutas de una cerveza que te ha costado cuatro horas de trabajo.

Salud, república y más escuelas.

 

 

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