Cuando se pronuncia esta palabra, más allá de su significado literal, todo el mundo piensa en la política y recuerda otras palabras como corrupción, etc. Y sin duda alguna están en lo cierto. No obstante en el mundo cultural esta circunstancia se da en mayor medida y eso es algo de lo que no habla. Parece que seguimos en lo apolíneo o que nuestra cultura sigue siendo apolínea en el sentido de la crítica de Nietzsche.
Es decir, que nos seguimos conformando con la apariencia de lo bello y no aspiramos por ejemplo a que el arte tenga un mensaje auténtico, dionisíaco, arriesgado y peligroso. Pero en efecto es así. Vivimos en la cultura del parecer y no del ser auténtico. Para empezar todo lo que se gesta en la cultura se hace de forma irregular: los trabajadores del sector, salvo las estrellas, rara vez tienen un contrato de trabajo y rara vez pueden aspirar a cotizar lo suficiente como para jubilarse a determinada edad. ¿No se han fijado que los artistas trabajan a muy avanzada edad? ¿Creen que solo es porque les gusta su profesión?
Por otro lado las decisiones sobre cómo gestionar un evento, la publicación de un libro, etc, nacen en entornos opacos y no trasparentes. Se requieren varios elementos para llegar al éxito (que se confunde con popularidad): tener un buen profesional que nos trabaje tras el telón en las cuestiones organizativas y de representación; contar una cantidad de dinero para invertir; y tener el respaldo de alguna organización, a la que podemos llamar X. Si falta alguno o todos los elementos es mucho más difícil.
Es por eso por lo que existe una cultura institucional, otra alternativa (que no es tanto y aspira y ser institucional) y autónoma o de autor (abandonada de la mano de algún dios en minúscula). Y es ahí donde surgen las cloacas de la cultura. Y obtener esos elementos no es fácil sino fruto de las estratégicas maquiavélicas (en el sentido popular) y de argucias. Las cloacas de la cultura existen y es imposible no pasar por ellas. Aceptando el mensaje de Einstein de que no existe la casualidad sino la causalidad hay que aceptar que el arte en España es directamente proporcional a nuestro paso por dichas cloacas. Pero todo eso lo expresó mucho mejor Valle-Inclán.
Cito literalmente y dejo a modo de resumen: «En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo».