Todos sabemos que los retrógrados existen y quieren devolvernos al pasado remoto con epicentro ideológico en el siglo XVI, cuando en la localidad italiana de Trento se celebró — en los años 1545 y 1563— el Concilio que supuso la reafirmación del dogmatismo católico basado en la creencia de que la vida humana es insuflada por Dios, y que, por tanto, no nos pertenece a los humanos si no a él, y a la Iglesia como su representante en la tierra para vigilar el cumplimiento de sus mandamientos y mediar en la relación de los humanos con el Creador. Ortodoxia radical que el catolicismo necesitaba reafirmar frente a la Reforma aperturista de Lutero, que propugnaba otro modelo de Iglesia y de relación con ese mismo Dios.
Mensaje, cada vez más obsoleto en el presente siglo XXI donde crece imparable la secularización de la vida, que escuché de soslayo en la radio mientras intentaba dormir la siesta, donde daban referencia de las sesiones del Contubernio mundial de negacionistas de la evolución de la especie humana y el cambio climático, anti vacunas, anti abortistas, etc., etc. Información que de inmediato trasladó mi mente al tiempo donde la Inquisición —el brazo armado del catolicismo— imponía la moralidad ortodoxa e indubitable, que debía guiar el pensamiento y conducta de las personas, so pena de morir torturado o en la hoguera.
¡Qué susto!, comprobar que los tridentinos se sienten tan fuertes que no se esconden, sino que afloran a pecho descubierto para lanzar su ponzoña centrada en el rechazo a todo lo avanzado en libertades y derechos sociales en estos casi cinco siglos bajo el axioma, que anida y carcome sus mentes, de que todo progreso social, tecnológico y científico, es un atentado contra la sociedad, la familia, y la vida humana. En resumen: contra Dios,
El problema no es que existan estos dinosaurios, sino que adopten una posición admonitoria en la auto consideración de que sus principios morales y éticos, son superiores a los valores de los no creyentes y ateos descarriados, que no tenemos fe y, por tanto, estamos condenados a una vida de perdición y confusión. La clave perversa está en querer imponer a todo el cuerpo social una creencia que, por serlo, no se puede ni podrá verificar nunca porque es una cuestión evanescente, inextricable, indemostrable e indefinida llamada fe. Y lo hacen con desvergüenza persistente para hacernos olvidar que no se puede obligar a las personas, a la sociedad en su conjunto, a aceptar una creencia por ser una cuestión personal el asumir, o no, que la vida, nuestra vida, esté orquestada y teledirigida por una divinidad.
Cuando la creencia prevalece frente a lo demostrado y verificado por la ciencia, y a la diversidad de posiciones y visiones de la vida surgida al calor de la ampliación de derechos y libertades a las personas; resulta insultante para el Sapiens de hoy, que un vetusto Tiranosaurio Rex de pelo y barba blanca, que llego a ser Ministro del Interior con Aznar, afirme con la formalidad y seriedad de creerse en posesión de la verdad, que gana terreno el creacionismo frente a las teorías de la evolución y del Big-Bang o Gran Explosión. ¿En qué siglo o galaxia habita la mente de este individuo?
Mensaje que pudieron lanzar al mundo desde el Senado español, gracias al impulso del PP, demostrando otra vez lo errático e inane de su proyecto político que les lleva a caer de continuo en contrasentidos que confunden a la ciudadanía, sobre lo que quiere y propone realmente a la sociedad. No se puede, ni debe, organizar y estimular eventos haciendo un uso espurio de una Cámara de representación democrática de la voluntad de los españoles, para dar pábulo a los mensajes más rancios de la extrema derecha sobre el sentido y origen de la vida que atentan contra la inteligencia, la lógica y la razón mientras, en paralelo, su líder, proclama y reclama para él y su partido la centralidad ideológica. ¡De locos! A los que no debemos temer, siempre que estén controlados.