Todos los sondeos y encuestas publicados en las últimas semanas apuntan que la coalición conformada por Izquierda Unida (antiguo Partido Comunista de España y otros grupúsculos en vías de extinción) y la emergente Podemos podría obtener entre el 23 y el 27% de los votos en las próximas elecciones generales, es decir, si contamos con una participación similar a los comicios de diciembre de 2015 -73% y más de 25 millones de votos-, el movimiento recién formado Unidos Podemos podría obtener entre 5,5 millones de sufragios y un máximo que no superaría -opinión personal- a los 7,5.Parece claro, pese a que el soldado Pedro Sánchez se empeña en sobrevivir a un campo minado en donde se fue internando sin tener el mapa de salida, se producirá el ‘sorpasso’, que era el sueño del que fuera líder de los comunistas Julio Anguita, y que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se verá relegado, por primera vez en casi cuatro décadas, a una tercera posición y a un papel secundario en el sistema político.La crisis de la socialdemocracia europea, familia ideológica a la que pertenece el PSOE desde que comenzara el liderazgo de Felipe González, allá por las elecciones de 1977 y que se extendería por dos largas décadas, no es algo novedoso ni un fenómeno nuevo. Tras la caída del Muro de Berlín y los drásticos cambios en el mundo socialista, en 1989, los partidos socialdemócratas no supieron adaptarse a las nuevas circunstancias, siguieron las políticas más neoliberales auspiciadas por los Estados Unidos de Reagan y el Reino Unido de Thatcher, no abordaron adecuadamente la reforma del Estado de Bienestar y, sobre todo, no supieron crear un discurso que les diferenciara, en el fondo y en la forma, de una derecha europea que se creía triunfante y victoriosa sobre las ruinas del postcomunismo en el viejo continente.El PSOE no fue ajeno a ese proceso de inflación ideológica, pero sus problemas eran más domésticos que otra cosa y no ha hecho más que perder votos desde las elecciones del 2008. Nada más comenzar la crisis económica global, que comenzó a golpear con fuerza a la economía española en sus comienzos, el autista ejecutivo del máximo líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, negó la mayor: la crisis, y se opuso, a través de un suerte de artimañas y vulgares trampas de trilero, a tomar medias de choque y hacer frente de una forma rotunda y contundente al evidente naufragio. Mientras la economía española se hundía en los mares de la recesión económica y la mayor catástrofe en términos globales en todos los mercados, el capitán Zapatero, ajeno al temporal y a los malos augurios, se dirigía con un rumbo firme y sin titubear hacia un iceberg de proporciones desconocidas y que provocaría la mayor hecatombe conocida en la historia de nuestro país.
Todos los sondeos y encuestas publicados en las últimas semanas apuntan que la coalición conformada por Izquierda Unida (antiguo Partido Comunista de España y otros grupúsculos en vías de extinción) y la emergente Podemos podría obtener entre el 23 y el 27% de los votos en las próximas elecciones generales, es decir, si contamos con una participación similar a los comicios de diciembre de 2015 -73% y más de 25 millones de votos-, el movimiento recién formado Unidos Podemos podría obtener entre 5,5 millones de sufragios y un máximo que no superaría -opinión personal- a los 7,5.Parece claro, pese a que el soldado Pedro Sánchez se empeña en sobrevivir a un campo minado en donde se fue internando sin tener el mapa de salida, se producirá el ‘sorpasso’, que era el sueño del que fuera líder de los comunistas Julio Anguita, y que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se verá relegado, por primera vez en casi cuatro décadas, a una tercera posición y a un papel secundario en el sistema político.La crisis de la socialdemocracia europea, familia ideológica a la que pertenece el PSOE desde que comenzara el liderazgo de Felipe González, allá por las elecciones de 1977 y que se extendería por dos largas décadas, no es algo novedoso ni un fenómeno nuevo. Tras la caída del Muro de Berlín y los drásticos cambios en el mundo socialista, en 1989, los partidos socialdemócratas no supieron adaptarse a las nuevas circunstancias, siguieron las políticas más neoliberales auspiciadas por los Estados Unidos de Reagan y el Reino Unido de Thatcher, no abordaron adecuadamente la reforma del Estado de Bienestar y, sobre todo, no supieron crear un discurso que les diferenciara, en el fondo y en la forma, de una derecha europea que se creía triunfante y victoriosa sobre las ruinas del postcomunismo en el viejo continente.El PSOE no fue ajeno a ese proceso de inflación ideológica, pero sus problemas eran más domésticos que otra cosa y no ha hecho más que perder votos desde las elecciones del 2008. Nada más comenzar la crisis económica global, que comenzó a golpear con fuerza a la economía española en sus comienzos, el autista ejecutivo del máximo líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, negó la mayor: la crisis, y se opuso, a través de un suerte de artimañas y vulgares trampas de trilero, a tomar medias de choque y hacer frente de una forma rotunda y contundente al evidente naufragio. Mientras la economía española se hundía en los mares de la recesión económica y la mayor catástrofe en términos globales en todos los mercados, el capitán Zapatero, ajeno al temporal y a los malos augurios, se dirigía con un rumbo firme y sin titubear hacia un iceberg de proporciones desconocidas y que provocaría la mayor hecatombe conocida en la historia de nuestro país.
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