Foto del perfil del redactor de Diario16 Pedro Antonio Curto.

Del rap del malestar

21 de Julio de 2021
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¿Prepara el Gobierno un indulto para Pablo Hasel?

El ingreso en prisión del rapero Pablo Hassel provocó en España fuertes movilizaciones; la detención del rapero cubano Denis Solis, ha estado en la génesis de las movilizaciones de la isla.

 En las manifestaciones por la libertad de Hassel hubo enfrentamientos con la policía, quema de contenedores, rotura de escaparates y asaltos a tiendas. También heridos, detenciones, hay procesos judiciales abiertos y una mujer perdió un ojo por la acción policial. Se estableció un relato oficial que aparte de tildar a los manifestantes como violentos, exigía su condena para ser parte de la “normalidad.”

 En las movilizaciones de Cuba ha habido enfrentamientos con la policía, quema y destrucción de coches oficiales y policiales, asaltos a tiendas, en especial aquellas donde se compra con divisas. También se han producido detenciones, heridos y un muerto.

  Los que en España se espantaban de los actos por la libertad de Hassel, ahora aplauden a los cubanos que también asaltan tiendas y actúan contra coches policiales. Y se horrorizan por una violencia policial que aquí no veían. Parece una cuestión de geografía, un señor en Barcelona subiéndose al techo de una furgoneta de la guardia civil es un sedicioso y un golpista, mientras que un señor destruyendo un coche policial en La Habana es un luchador por la libertad.

 Si hay algo en que la mayoría estará de acuerdo, es que Cuba es una isla musical, ya en Sierra Maestra se cantaba alrededor de una guitarra. Lo que sean las actuales movilizaciones, quieren tener su propia música y un rap marca el ritmo: Patria y vida. Nunca me convenció el Patria o muerte, demasiada connotación religiosa. No me convence el Patria y Vida, demasiado marketing.

 Antes de las movilizaciones cubanas, se produjeron en Paraguay. Lo que se ha llamado el tercer marzo paraguayo movilizó a miles de personas por la deficiente gestión de la Pandemia, malos servicios sanitarios, corrupción… No son las primeras protestas y muestran un país históricamente dominado por una oligarquía que provoca atraso, hambre y miseria. Hace ya más de un siglo el escritor español Rafael Barrett vivió y sintió El dolor paraguayo, como titulaba a uno de sus libros: “El Paraguay no debe enorgullecerse de ser el único país cuyas autoridades practican el tormento.” Y de una u otra forma, así sigue. Sin embargo, ni ahora, ni antes, se habla de la situación paraguaya. Para la realpolitik Cuba existe, Paraguay no.

 El paisaje post-pandémico se presenta turbulento y complejo en todos los lugares y para todas las tendencias. La historia sigue y no se puede interpretar el mundo con dogmas y recetarios. Los sistemas políticos, cualquier régimen, de la clase que sea, se enfrenta al tic-tac del tiempo, al cansancio vital, a un conflicto que siempre existirá: ciudadanía/poder. Más aún en un capitalismo especulativo que concentra cada vez más riqueza en menos manos, no es de extrañar la explosión del malestar, más bien es ilógico que no ocurra, indica sociedades adormecidas, incapaces de algo básico: protestar . Otra cuestión son los contextos en que se producen unas u otras y no hay que ser ingenuos; el poder global puede aprovechar las disidencias locales, para acabar con las disidencias que ciertos países representan en el orden mundial.

  Todo esto se produce en unos momentos en que el pensamiento crítico es tremendamente débil, faltan análisis de fondo, huir de esquemas y banderías, confrontar con el pensamiento dominante. A la crisis de las vanguardias se añade la falta de intelectuales que han sido sustituidos por famosos, tertulianos, burócratas de academia y repetidores de consignas. Para escuchar sermones o a showman televisivos, mejor un rap.

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