¿Democracia o dictadura democrática?

Antoine Candelas
23 de Octubre de 2024
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¿Democracia o dictadura democrática?

Las democracias liberales nacieron creando bonitas Constituciones, pero al implementarlas después con las leyes y sus decretos de aplicación, nuestras élites se las apañaron para que siguieran cumpliendo el mismo fin que los sistemas autoritarios anteriores, es decir que el poder real quedase finalmente en manos de unos pocos, de los mismos o de otros que sin ser los mismos serían parecidos. Basta recordar que la Constitución española dice que el derecho de propiedad tiene una función social, que todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna, que todos los españoles deben contribuir al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica, que la economía está sujeta al interés general, que todos tienen derecho al trabajo, que se impedirá la especulación, y que la ley es igual para todos. Sin comentario.

Eso sí, la democracia lo hace sin violencia, sin represión aparente, convenciendo más que imponiendo, convenciendo al esclavo que es un hombre libre y al trabajador que es clase media, con propaganda y técnicas de manipulación, colonizando su cerebro y su corazón para conseguir su consentimiento. (Si la publicidad tiene por finalidad vendernos objetos y servicios, la propaganda nos vende ideologías y modos de comportamiento). La violencia sólo se empleará en los casos extremos en los que la manipulación no haya sido suficientemente efectiva y una parte de los ciudadanos haya conseguido organizarse para resistir, oponerse y luchar. O atreverse a votar en un sentido que no era el deseado por oligarquía (recordad Grecia no hace tanto cuando votó una cosa y se hizo la contraria, Argelia cuando ganó el FIS, o más recientemente las elecciones legislativas francesas, cuyo resultado Macron se ha pasado por el arco del triunfo). Olvídate entonces de la soberanía popular, aquí se hará lo que interesa a los que mandan y punto. Para eso está la policía y si no es suficiente se aplicará alguna ley mordaza a los que tengan la osadía de pretender usar su derecho de expresión y de manifestación.


Lo que llamamos Democracia siempre ha sido, desde sus principios en EEUU, después en Francia y en el resto de Europa,  el poder de una oligarquía que manipula al pueblo (en teoría soberano), para dominarlo, es decir que en realidad lo que llamamos Democracia es de alguna manera una suerte de Dictadura Democrática, o en el mejor de los casos una Democracia Autoritaria. Vote lo que vote el pueblo, se gobernará en beneficio de la casta que detiene el poder.

La única democracia que existió en la historia fue la democracia de Atenas, en Grecia, varios siglos antes de Cristo, donde los representantes se elegían por sorteo y no por votación.

Hoy día estamos viviendo unos cambios profundos de los cuales no somos aún plenamente conscientes y que ponen aún más en peligro unas democracias ya muy dudosas. La era digital nos trajo Internet, y en sus principios pudimos pensar que este fenomenal instrumento de comunicación iba a ser una herramienta de libertad, de democracia directa y participativa. Pero los amos del mundo, que hoy están en Silicon Valley y en algún lugar de China, rapidamente la han privatizado y la utilizan para sus intereses, para enriquecerse y dominarnos, manipulando nuestros cerebros y formateando nuestros comportamientos para conseguir que actuemos como les viene bien a ellos. Y eso gracias a ese pequeño objeto tan adictivo que nos han puesto en las manos, que cabe en un bolsillo y que llamamos teléfono inteligente, un aparato que nos sirve para todo y eventualmente para telefonear. Para este aparato han creado aplicaciones  que ellos controlan con sus potentes algoritmos. Si os fijáis en los nombres de esas herramientas que han creado, Instagram, X, Google, Tik Tok, Amazon, etc... y en las marcas de los teléfonos inteligentes que nos venden, constataréis que nuestros amos de hoy están básicamente en EEUU y en China. 

Un ejemplo para pensar. Cuando vamos a un gran almacen, todos vemos el mismo escaparate que nos propone a todos las mismas cosas para que elijamos lo que necesitamos o deseamos. El mismo vendedor atiende a cada uno de nosotros. Tienen por supuesto técnicas para llamar nuestra atención, influir en nuestra elección y fomentar nuestro consumismo, pero son técnicas colectivas, nos afectan igual a todos.

Ahora veamos: A través de nuestro smartphone, cada uno de nosotros tiene su tienda particular, con su escaparate particular, con un vendedor particular  hecho a medida, a nuestra medida, que nos guía y nos propone a cada uno, individualmente, lo que el algoritmo ha comprobado que es lo que más nos atrae y deseamos. Porque ese algoritmo nos conoce mejor que nosotros mismos, gracias a toda la información que le hemos proporcionado sin darnos siquiera cuenta, cuando contamos nuestra vida, subimos nuestras fotos y videos, hablamos con nuestros amigos, compramos en Amazon, viajamos con Uber, elegimos hotel en Airbnb a través de Booking, aceptamos cookies, etc... Y si además, polemizamos, discutimos, y ya no digo si nos peleamos entre nosotros por esas llamadas redes sociales, redes, que son cada vez más redes de pescar, de pescarnos a nosotros, pues serán más conversaciones, más mensajes, más chats, más fotos, más videos y en consecuencia más ganancias para ellos. Les viene de puta madre que nos peleemos por sus redes, incluso que se cometan delitos. Por eso no hacen nada para evitar muchas cosas indeseables y destructivas de tantas vidas, al contrario las fomentan. 

¿Dónde está el problema? Para mí, sin ninguna duda, en la propiedad privada. ¿Y la solución? Pues en la apropiación colectiva de estas herramientas para poder decidir cómo y según que reglas las podemos y debemos usar, para tener el control colectivo de los puñeteros algoritmos.
 

Democracia no es sólo el derecho de votar y la libertad de información. De qué te sirve la libertad de voto si el que manda tiene la propiedad de los medios de comunicación y te informa de lo que quiere cuando quiere, si tiene los instrumentos para meterse en tu cerebro y hacerte votar lo que él quiere que votes. De qué sirve la libertad de expresión y de opinión al que no ha aprendido a pensar, y sólo repite propaganda que otros le dan ya masticada y metabolizada. (Para pensar se necesita tiempo y silencio, materias primas escasas en estos tiempos acelerados y ruidosos).

Lo importante para que una sociedad pueda ser democrática es que el poder político es decir el de todos, controle el poder económico que siempre es sólo de unos cuantos, y no lo contrario. El derecho de propiedad tiene que ser un derecho colectivo, al servicio del interés general, que puede conceder derechos de propiedad individuales tanto y cuando no afecten al interés colectivo y por consiguiente con limitaciones. El hecho que en un momento y lugar de la historia una gran y generosa idea haya fracasado, no la invalidada y no impide que se la pueda seguir considerando justa y necesaria. Sólo nos dice que se podrían y se deberían haber hecho mejor las cosas. ¿Quién no se da cuenta de que la palabra libertad con la que nos llenamos la boca es una tomadura de pelo, puesto que sólo la disfrutan en realidad unos cuantos, y siempre los mismos?
 

El libre mercado y la sociedad de consumo nos han tal vez facilitado la vida materialmente, y tal vez enriquecido un poco a una parte de nosotros, pero también nos han empobrecido y debilitado moralmente y psicológicamente.
Hemos avanzado algo en derechos de minorías, pero la mayoría se siente cada vez más infeliz. Basta con ver el aumento exponencial de las enfermedades mentales, de las bajas laborales y del número de suicidios.  El neoliberalismo ha formateado un ser humano  individualista que deja cada día más de pensarse como colectivo y está perdiendo el instinto de conservación de su especie.

Mi propuesta y conclusión: démosle a todo eso una pensada, y a ver que se nos ocurre entre todos.

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