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Las dos Españas

01 de Septiembre de 2025
Actualizado a las 11:17h
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Feijóo, entre el burka, el obispo y el oportunismo Las dos españas

Antonio Machado escribe hace un siglo: “Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra España que bosteza. Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón.”

En este ardiente agosto he intentado proseguir las tareas que la lucha feminista y mis análisis políticos me exigen. Y he instado insistentemente sumar a mis cavilaciones, escritos, encuentros y debates a todos aquellos y aquellas que están en las mismas trincheras desde hace años y en el camino nos vamos encontrando. Pero la negativa o el silencio han sido la única respuesta a mis demandas y sugerencias.

¿Agosto y organizar debates, encuentros, discusiones, programar actos, publicar manifiestos, ¿me daba cuenta de la imposibilidad de atraer a los actos a quienes únicamente desean huir del infierno del clima mesetario y que llenan las estaciones de tren, los aeropuertos, los hoteles, los restaurantes, las salas de música? ¿Estaba en plenas facultades mentales cuanto proponía un debate público sobre el genocidio de Palestina? ¿Realmente creía que a los españoles, a 40 grados centígrados a la sombra les motivaba salir de casa, con aire acondicionado, a las siete de la tarde, para reunirse con media docena de otras personas tan fanáticas como yo misma para escuchar y repetir las mismas denuncias que los medios de comunicación de izquierda -o algo parecido- publican cada día?

Es admirable la persistencia de la flotilla de solidaridad con Palestina que mantiene intentando, repetidas veces, llegar hasta Gaza para mostrar su apoyo a las víctimas del Holocausto que está causando Israel en el pueblo palestino. Y es angustioso comprobar el poco entusiasmo que despierta en los medios de comunicación, en los partidos políticos que se autodenominan de izquierda, en las organizaciones sociales, vecinales, laborales, mientras las cifras de asesinados por los bombardeos israelíes y por la imposición de la tortura del hambre en la población crecen cada día en Gaza, en Cisjordania. El Líbano está siendo también objetivo militar de Netanyahu, mientras ni las naciones que participan en la grande organización internacional que ostenta el pomposo nombre de Organización de Naciones Unidas, ni los gobiernos de los países democráticos que la componen, hagan gesto alguno de apoyo eficaz al movimiento pro palestino.

La más grande tristeza me la causa la pasividad y el silencio de asociaciones populares cuando pretendo que nos reunamos con la mayor publicidad posible en debates y encuentros donde se planteen las acciones imprescindibles para sacudir a nuestro gobierno de la modorra agosteña e interrumpan unos días el “merecido descanso estival” en playas e islas envidiables.

Pero si a la vez media España se destruye bajo los fuegos más potentes y extendidos de nuestra historia y todo el esfuerzo de nuestros políticos se dedica a acusar a los rivales de no haber  acudido a tiempo y con fuerzas suficientes a apagarlos, sin que se denuncie la desidia, la indiferencia y el lucro que han obtenido durante décadas abandonando toda tarea de prevención y protección de bosques y praderas.

El pronóstico de nuestro país es más bien siniestro, en momentos en que no parece disparatado prever una guerra internacional de la que no estaremos exentos, mientras una España se muere de impaciencia como yo y la otra de aburrimiento.

Y podemos estar seguros de que si no atendemos a los desafíos de la naturaleza y de los enemigos bélicos, nos sucederá como pronosticó Brecht, que cuando vengan a por nosotros ya no habrá nadie que nos defienda.

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