Los insultos que le ha dedicado Milei a Pedro Sánchez y a su esposa, son una demostración más de la seguridad que tienen los fascistas de estar cada día más arraigados en la aceptación de las sociedades en las que operan. Resulta impensable que, en ningún momento anterior de este siglo ni del pasado, un Presidente de Argentina se dirigiera al presidente del gobierno de España en esos términos.
Mientras, el domingo 19 de mayo se celebraba en Madrid una convención fascista, con los más conocidos dirigentes de los países donde los partidos de ultraderecha ya gobiernan. En este Madrid que el año 1936 iba a ser la tumba del fascismo.
Ochenta años después de haber derrotado a los nazis y a los fascistas, en la más sangrienta de las guerras que ha soportado la humanidad, nuevos descendientes de la fiera que quiere llevar a los países a la represión y el exterminio alargan sus tentáculos para hacer retroceder Europa a los años treinta del siglo XX. La presidenta del gobierno de Italia, Giorgia Meloni, es una buena sucesora de Mussolini; en Portugal y Países Bajos han ganado las elecciones los representantes de las fuerzas de ultraderecha; el Frente Nacional de Francia se fortalece y se enfrenta a Macron con pretensiones de ganar la presidencia de la república; en Noruega los fascistas gobiernan en coalición con los demás partidos y en la avanzada Dinamarca, la socialdemocracia persigue a los emigrantes, ya instalados y trabajando en el país, al extremo de expropiarles las viviendas que han comprado. En España, los del PP forman coaliciones con la extrema derecha en varias comunidades autónomas, y se han negado a condenar las intolerables declaraciones de Milei, que aplaudieron entusiasmados los militantes de VOX.
La sociedad española parece estar de acuerdo con las propuestas de ese partido, cuando logra imponerse en diferentes gobiernos autonómicos y aplica medidas represoras, que aparte de ser ridículas y muestran la indigencia intelectual de sus dirigentes, pretenden volver a imponer la censura franquista.
La memoria de los cuarenta años de dictadura que España soportó, cuando ya los países europeos construían sus “democracias” actuales, parece diluirse en el espacio. Las viejas generaciones que lucharon tan heroicamente contra el franquismo han desaparecido y las que les siguen, están satisfechas con los gobiernos de Madrid, Andalucía, Castilla León, Murcia, Valencia, Galicia, Extremadura, Cantabria, Aragón, descendientes y alumnos de los jerarcas militaristas que nos hundieron en el sufrimiento y la tortura durante cuatro décadas, y que permanecen en sus sillones gracias a los votos de los ciudadanos.
Mientras se desangran Ucrania y Rusia y continua el genocidio de Palestina por Israel, en la avanzada y democrática Europa las sociedades parecen satisfechas con el nivel de bienestar -cada vez más mediocre- que disfrutan, ajenas al evidente peligro que nos acecha de una nueva guerra europea- ¿mundial?-.
Y los demás partidos se muestran temerosos de enfrentarse a esta oleada de fascismos que crece continuamente. Los de la derecha tradicional pactan con los ultras para mantenerse en el poder y asumen muchas de las consignas y objetivos de estos. Ni siquiera la socialdemocracia se muestra lo suficientemente enérgica y dispuesta a impedir el avance de aquellos que pretenden destruir la pequeña democracia que se ha construido en los últimos años.
En Alemania la influencia de Adf, el partido nazi, es cada vez mayor, y menor la repulsa de los demás políticos que habían prometido mantener una barrera insuperable contra su presencia en los gobiernos de los “land”. Ante los comentarios y análisis de los medios de comunicación germanos, al parecer alarmados por el aumento de votantes de ese partido, sin que las instituciones del Estado tomen medida alguna contra ello, me pregunto ¿Cómo es posible que en Alemania se permita la existencia legal de una formación política que vuelve a defender los principios del nacionalsocialismo hitleriano?
Y en España, ante el escándalo de las declaraciones de Milei, exijo que nuestro gobierno explique por qué se ha permitido en Madrid esa convención de los más importantes dirigentes de las corrientes ultras que han alcanzado gobiernos en Europa y América Latina. Las garantías de la libertad de expresión no pueden amparar organizaciones ni actos ni declaraciones que contravienen principios constitucionales, que pretenden provocar la violencia y el enfrentamiento en la sociedad, que niegan los principios de los derechos humanos, que desde 1948 rigen en Naciones Unidas.
La tolerancia que muestran nuestros gobernantes con las organizaciones políticas que difunden las consignas y los propósitos del fascismo de los años treinta del siglo pasado, y que aventaron las confrontaciones bélicas más terribles de la historia, no tiene ninguna justificación.
La sociedad española reclama la prohibición de los llamamientos a la persecución de los emigrantes, el negacionismo de la violencia machista, la censura de las obras artísticas y literarias, la supresión de las ayudas sociales que se han conseguido con tantas luchas y sufrimientos, que defiende e impone, ahí donde gobierna ese partido VOX, mimético de la Falange y el Movimiento Nacional, que tan dolorosamente conocimos durante cuatro décadas.
Si en este siglo XXI no somos conscientes del peligro de tolerar graciosamente que se difundan e impongan las normas del franquismo del siglo XX, estamos abocados a vernos nuevamente desgarrados por la represión y el enfrentamiento bélico que causó la mayor desgracia de ese siglo. Quienes no sean conscientes del desafío que enfrentamos, y permitan graciosamente la existencia de esas formaciones que van aumentando adeptos, serán cómplices de la próxima guerra que se está organizando a unos kilómetros de Madrid.