Daniel Martínez Castizo

El gobierno de coalición. De empeño personal de Pablo Iglesias a la única vía de futuro para el PSOE de Pedro Sánchez

08 de Agosto de 2021
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Las Elecciones Generales de 2015 fueron las primeras que, en plena Crisis de Régimen, pusieron a prueba la fortaleza del sistema bipartidista. El “abierto” resultado electoral, donde hasta 4 formaciones se convertían en determinantes para dar forma a un Gobierno, no le fue grato a un PP y PSOE acostumbrados, bajo el consenso de la “gobernabilidad”, a la soledad en el ejecutivo. Con el ánimo de forzar la vuelta al turnismo se convocaron, buscando una baja participación, nuevas elecciones en el verano de 2016. El resultado final consolidó la tendencia multipartidista inaugurada en noviembre de 2015 aunque, para ver el primer Gobierno de coalición desde la Segunda República, tuvieron que darse 2 procesos electorales más en 2019.

Transcurridos apenas 6 años desde esas primeras elecciones asistimos, según muestran las últimas encuestas, a la ratificación de un Congreso fragmentado en el que, eso sí, se ha frenado la caída del bipartidismo. De hecho, ya nadie contempla en el horizonte un posible sorpasso de VOX o Ciudadanos hacia el PP, así como de Unidas Podemos o Más País sobre el PSOE. De esta forma, sea cual sea el resultado, parece que los futuros Gobiernos van a pasar obligatoriamente por PP o PSOE y, además, en forma de coalición. Aunque, dicho sea de paso, sería más correcto decir que PP y PSOE tendrán que contar con los partidos más afines a su ideología o, como expresan los mass media, que la suma de su bloque (derecha o izquierda) alcance la mayoría.

La gran pregunta es, a tenor de su comportamiento y discurso (sirva como ejemplo el error cometido en la Comunidad de Madrid) si el PSOE y Pedro Sánchez han contemplado en su estrategia el nuevo juego de la política de bloques en el que, sí o sí, la continuidad de este último en La Moncloa depende del resultado electoral de UP. El PSOE no puede esperar, bajo este contexto, alcanzar una mayoría amplia de diputados desgastando a UP porque, ni el electorado de éstos van a depositar su voto en ellos ni, por supuesto, la ley electoral le garantiza que la transferencia de dichos votos terminen por colocarle con la posibilidad de alcanzar 150 o 160 diputados cuando, por desgracia, existen otras opciones de derechas que sí están consolidando un potente suelo electoral.

Algunos pensarán que, evidentemente, el futuro resultado de UP es responsabilidad de cómo se gestionen ellos mismos dentro y fuera de su estructura. Así mismo, también convendrán en reconocer que, por el comportamiento de su electorado (algunos parecen que viven pulcramente en un paraíso sin contradicciones y a la caza de los “errores” de diputados y ministros de UP) gran parte del éxito de éstos va a depender de las políticas ejecutadas en los ámbitos que le son de su estricta competencia (ministerios y áreas asignadas), así como lo que el propio PSOE haga o deje de hacer desde las suyas.

Por tanto, salvar el hándicap de hacer visible y determinante la presencia de UP en el Gobierno de coalición depende, de cara a obtener unos buenos resultados electorales, de la capacidad del PSOE para ver en el éxito de los primeros la única posibilidad de permanecer en el mismo. No se trata, como seguro plantean los barones del partido, de quedar subordinados a UP sino, más bien, de abandonar la tentación de la Gran Coalición y correr el riesgo de irse desdibujando de la ya muy difuminada socialdemocracia europea.

Para terminar, podríamos recordar lo que pasó en Andalucía en las últimas elecciones autonómicas. Susana y la dirección del PSOE-A centraron la mayoría de sus ataques hacia Adelante Andalucía confiados (tal y como hicieron en 2015 con IU) en que el fracaso electoral de éstos aseguraría el éxito de su candidatura. Pero nada de eso ocurrió porque, finalmente, la suma entre PP, VOX y Ciudadanos (el que había sido socio preferente de PSOE) fue suficiente para formar Gobierno. De nada sirvió el posterior llamamiento de Susana a la unión de todas las fuerzas democráticas contra la ultraderecha porque sus votos, tanto para PP y Ciudadanos, eran fundamentales para sacar al PSOE del Palacio de San Telmo. En unas declaraciones Susana terminó por reconocer que se había equivocado de objetivo y no debió atacar tan duramente a Adelante pues, al fin y a la postre, era la única fuerza política que podría haber sumado (en un hipotético acuerdo futuro) para evitar la irrupción de la ultraderecha en la vida política andaluza.

Con los antecedentes de Andalucía y Madrid, sumado a la tendencia de las encuestas del último año, podemos decir que el primer Gobierno de coalición ha pasado de ser un empeño personal de Pablo Iglesias (tal y como señalaban muchos dirigentes socialista) a la única fórmula viable para que PSOE y Pedro Sánchez continúen en el poder más allá de 2023 ¿Son conscientes de ello en Ferraz?

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