Amanece. Una imagen dantesca. Machones fuliginosos en el suelo. Paredes de adobe derrotadas por doquier. Tejas humeantes entre los rescoldos de los solares. Un pueblo destruido en unas horas. Una noche infernal en las que el fondo rojo acabado en enormes chispas amarillas sobre un negro absoluto de luna nueva, recorría todo el horizonte. Lloros, quejas, abatimiento de quién lo ha perdido todo. De quién ve como se le escapa su vida consumida por las llamas sin poder hacer absolutamente nada. Y todo por un zagal al que deberían haber metido en una jaula el día que nació. O más bien a los padres.
Rafael, desde el día en que vio la luz, está acostumbrado a ejercer su voluntad como ley. Ya se puso cabezón en el parto y los médicos tuvieron que hacer una cesárea a su madre que casi le cuesta la vida. Todo porque en el último momento, como si hubiera sido a propósito, se dio la vuelta en el útero y se negaba a salir. De pequeño, con tres años, cuando iban a casa de los abuelos a celebrar cumpleaños o la Navidad, mientras sus primos, rectos como una vela, se sentaban en los sofás, como personas civilizadas, Rafaelito saltaba entre los cojines, volcaba los sillones al subirse encima y destrozaba habitualmente algún objeto que la abuela Cándida tenía en el aparador. Sus primos, que a veces le seguían la juerga hasta que alguno de sus padres les dedicaba una mirada severa, acababan castigados por lo que había hecho su primo. Mientras, Rafaelito se llevaba un achuchón, un abrazo o una zarandaja del tipo “discúlpate ahora mismo con los abuelos”. Rafaelito decía con una sonrisa maliciosa, “lo siento” y salia corriendo a liarla en otra parte.
En la escuela, no hacían carrera de él. El maestro del pueblo no podía ni verle. Un día, se cagó encima del su sillón. Otro día, metió petardos en el aula y en mitad de una explicación, un bote de lapiceros acabó saltando por los aires con un ruido infernal con la desesperación del maestro y las risas de sus compañeros. Incluso comía pipas mientras el maestro daba la lección y metía las cáscaras en la capucha de Agrado, un chaval fortachón y buenazo que nunca le regañaba, a pesar de ser siempre la diana de sus bromas pesadas y de que, sin importarle, siempre llevara una sudadera con capucha a clase.
Con trece años, lo llevaron interno a un colegio de curas. Allí pensaron los abuelos, le meterán en cintura y aprenderá a comportarse. Los padres no estaban seguros de haber tomado la mejor determinación. Ellos creían que a los niños hay que dejarles a su libre albedrío porque si no se frustran. Pero, dado que el maestro había amenazado con llamar a los servicios sociales, aceptaron que su tío Eleuterio, un prelado de los maristas, le buscara acomodo en uno de los colegios de la congregación en los que él era director. Resultó que un colegio de curas para un niño sinvergüenza es como una plantación de marihuana para un drogadicto. Allí estaba de cada casa lo peor. Todos eran más malos que el sebo. Allí Rafael aprendió que el sodio metálico al juntarse con el agua, es más explosivo que la dinamita. Lo comprobaron secando bien el desagüe de una ducha, metiendo a continuación un trozo de sodio en el agujero del desagüe, y con un palo, colgados en la pared de la otra ducha, accionando el grifo. Diez segundos más tarde, el plato de ducha salía volando hacia el techo provocando una fuga de agua al reventar uno de los mandos del grifo. Todos salieron corriendo. En otra ocasión, en pleno febrero, con una temperatura invernal de menos 15 grados en la calle y con siete u ocho en el dormitorio corrido del colegio, no se le ocurrió otra cosa que vaciar una papelera de agua fría sobre la cama en la que dormía Cliserio, un matón de patio que le hacía la vida imposible. Al llegar el mes de junio de ese curso, su tío Eleuterio les comunicó a sus padres, que tenían que buscar otro colegio, porque él ya no podía dar más la cara y sacarle de más aprietos. Era incorregible.
Lo metieron entonces en el seminario. Allí fue casi peor. No duró ni un trimestre. Lo que tardó en meterle una bomba de un cohete de los de fiestas del pueblo, debajo de la oreja de Esiquio, un pobre cuitado que estaba en el seminario porque en su casa no había para comer, mientras este dormía. La explosión le reventó el tímpano. Del susto se levantó tan deprisa, que dio con la cabeza en el borde de la litera y se hizo una brecha que tuvieron que cerrar con quince puntos de sutura.
Expulsado de todos los colegios donde ha estado interno, Rafaelito deambula por el pueblo buscando qué hacer. Aunque con la que preparó ayer, posiblemente acabe en un centro de menores o en la cárcel. En pleno mes de julio no se le ocurrió otra cosa que prender fuego a un montón de aliagas que alguien había dejado en la cañada, junto a un barbecho. Las aliagas prendieron la hierba de la hoya y de ahí pasó a los trigales cercanos. Luego a otras tierras de cereal y con el cierzo, pronto alcanzaron el monte bajo y el pueblo.
Hoy, apenas si quedan diez edificios sanos en la villa. La gente está de uñas con Rafaelito que ya es Rafael. Pero gran culpa tiene quién pudiendo haberle corregido, le dejó que hiciera del capricho su ley.
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El mago Plof
Mientras escribo esto, en la tarde del viernes 26 de abril, el PSOE prepara para el sábado, junto a su sede de Ferraz una especie de aclamación popular, como las que se celebraban en la Plaza de Oriente, para aclamar a su líder, supuestamente afligido por la falsa acusación de las cloacas mediáticas y judiciales hacia su esposa, Begoña.
Antes de seguir, quiero dejar claro que he estado casi veinte años preparando expedientes de contratación pública y que las cartas de recomendación son una generalidad en estos concursos. Yo mismo he firmado algunas a proveedores que las han solicitado y he preparado cientos para que mi jefe de turno las firmara. Las cartas sirven como manera de demostrar que quién se presenta a ese concurso no es nuevo, tiene una trayectoria consolidada y sabe actuar de forma favorable a la administración. Es decir, sirven para demostrar profesionalidad y bien hacer. Las cartas no se valoran por sí mismas sino que, la no existencia de ellas, es un motivo de desacreditación y sirven eliminar empresas concursantes en la valoración técnica. También hay que dejar claro que lo habitual es que la puntuación económica tenga una ponderación infinitamente superior a la técnica (70-30), pero no siempre. Porque además suele suceder que lo barato generalmente acaba saliendo más caro.
Dicho esto, que un Juez debería saber y conocer para tomar una determinación, bajo mi punto de vista, la acusación de prevaricación de la esposa del presidente no se sostiene y por tanto la denuncia debería haber sido no admitida a trámite. Visto que además el juez ha declarado secreto del sumario para una cosa ridícula cuya pena máxima es de dos años y medio, parece evidente que se pudieran sacarse conclusiones de posible Lawfare.
También bajo mi punto de vista, creo que hay algo que se nos escapa, que no es normal todo este paripé por una cosa nimia. Y, aunque personalmente creo que esto de los cuatro días de reflexión es una actuación más de un ambicioso faramallero tunante, un farandulero acostumbrado a los trucos de ilusión en los que el humo sirve para distraer del objetivo principal, si al final el lunes se acaba yendo a su casa, será por otras cosas (¡ojo al caso Koldo, a Pegasus y a su relación con Marruecos!) y no por una mierda de denuncia que todo el mundo sabe que no prosperará tal y como está formulada.
Pero este artículo no quiero que sea un alegato ni a favor ni en contra de un personaje siniestro cuyo objetivo desde que militaba en las juventudes socialistas ha sido tomar poder, cuanto más mejor.
La cuestión es bien distinta. Es el Régimen el que opera, no las circunstancias.Que este es un régimen continuador del franquismo después de casi cincuenta años (49) lo demuestra que sigue habiendo gente en la cárcel por cuestiones religiosas o por contar hechos sobre la corona que luego se han demostrado ciertos pero que aun así, no han evitado que los encausados cumplan su condena. Es evidente que tenemos un problema humano con quién, debiendo impartir justicia, se escora siempre hacia su pensamiento individual, sus creencias y su moral cristiana para tomar la parte de la ley que beneficia o perjudica a los intereses particulares de su ideología, según sus propias creencias y que no valora las condiciones atenuantes de la evolución social o del acusado a quiénes, en multitud de ocasiones, se les jode la vida para siempre. Ahí están los chavales de Altsasu, que se han comido entre dos y trece años de prisión por una pelea de bar, los «seis de Zaragoza» (a cuatro de ellos, 5 años de cárcel por manifestarse contra VOX), o Raquel Rodriguez, a la que le han caído 5.000 euros (peor que la cárcel) por supuestas injurias a la policía en la huelga del metal en la que en Ministerio del Interior tuvo los santos bemoles de meter una tanqueta entre las casas de un barrio de Puerto Real.
Porque todo esto no es nuevo. En julio se cumplirán 26 años del cierre de Egin, declarado ilícito diez años después. Una resolución dictada por el exjuez Garzón, según parece a la sombra de el señor insufrible. Recordemos que el juez estrella acabó estrellado por investigar la trama Gürtel que afectaba al PP. Es la síntesis perfecta de este R39. El que se mete con él, acaba inhabilitado, muerto en extrañas circunstancias o en la cárcel.
En febrero, se han cumplido veintiún años del cierre de Euskaldunon Egunkaria, periódico abertzale, con el que el juez Del Olmo acusó a diez de sus trabajadores de ser colaboradores de ETA y que siete años después fueron absueltos. El 25 de mayo de 2003, se celebraban elecciones al Parlamento vasco con la izquierda abertzale ilegalizada el 17 de marzo del mismo año por el supremo según el artículo 9 de la ley de partidos. Artículo 9 que, por cierto, jamás se ha utilizado con el PP o VOX. Sin adversarios, el PSOE logra arrancar la lendakaritza al PNV en un pacto con el PP.
Ser vasco y abertzale, siempre ha sido un problema para la justicia española. En lo que va de siglo, no ha habido elección en la que no tengan que justificar por activa y por pasiva, en castellano y en euskera que están en contra de la violencia, pedir cien mil veces perdón a las víctimas del terrorismo, independientemente de que como en el caso de Oskar Matute, su formación jamás haya justificado la lucha armada, y aun así estar siempre en la punta del precipicio.
Mas tarde vinieron los cien mil casos contra Pablo Iglesias, Podemos, Monedero, Irene Montero, Isabel Serra, Victoria Rosell, Alberto Rodriguez, Ada Colau, Guillermo Zapata, Carlos Sánchez Mato o Mónica Oltra. Todos sobreseídos pero con el estigma de la pena de prensa. Una pena mucho peor que la de la cárcel porque el estigma nunca se acaba. Aún hoy se pueden ver, en medios como la SER, artículos contra Pablo Iglesias en los que se habla de su supuesta financiación ilícita, cuando todo lleva años sobreseído porque no había caso. Esas circunstancias, junto al egocentrismo, la falta de coherencia y el ansia de muchos de sus compañeros por pillar silla, llevaron a la defenestración de la formación y por tanto extinguieron el peligro de que dinamitaran el R39 desde dentro.
Por tanto, es el R39 el que está detrás de todo esto. Y el PSOE es uno más de ese régimen. La persecución del Régimen sobre los díscolos y los que son un peligro para el mismo, no es nueva. Y es al menos bastante chocante que hasta ahora, el PSOE y Sanchez Castejón, se hayan servido de las tretas y lawfares para sacar partido de la represión. Teniendo la materia humana que tenemos en este país, si se quiere que la justicia sea imparcial, lo primero que habrá que hacer es quitarles todas las herramientas de la represión. Eliminar del código Penal los delitos de Odio religioso, los de injurias al rey, la ley Mordaza, los delitos de calumnias cuando son insultos, y todo aquello que los jueces de la caspa puedan utilizar en lugar de para impartir justicia, para hacer política. Lo hemos visto con la ley del Si es Sí. Una vez que Montero ya no es ministra, ya no hay violadores que se queden libres, ya no hay rebajas de condena o al menos no salen en la prensa.
Es necesario también eliminar toda publicidad institucional. Los gobiernos no tienen que publicitar su gestión. Las buenas gestiones se saben de sobra. No hay que llenar de anuncios la prensa. Sólo sirven para pagar favores. Igualmente, hay que eliminar cualquier tipo de subvención a la aprensa. El que no pueda salir a flote con sus lectores, que eche el cierre. ¿No quieren mercado? Pues aquí también.
Es por eso por lo que, todo esto de Sanchez Castejón, me parece un paripé infumable y una tomadura de pelo. Que se vaya o no es irrelevante. Porque, unas horas antes de comunicarnos sus dudas sobre si merece la pena seguir, le daban la Gran Cruz de Isabel la Católica a Nancy Pelosi, la congresista americana que dice que tras la protesta de ciudadanos usanianos en favor de Palestina está Putin. Igualmente, acordaban enviar más armas a Ucrania. Sería hasta posible que el amor por su señora fuera de tal calibre que Sanchez Castejón hubiera «petado» ante la denuncia falsa. Y eso sería aún peor. Porque que te plantee problemas morales una denuncia falsa a tu mujer y te den igual los miles de asesinados impunes del genocidio de Israel contra Palestina, lo dice todo. De igual forma, parece que no hay mucha moralidad en un tipo que es capaz de nombrar ministro de interior a un juez que tiene once sentencias de Estrasburgo, todas por no investigar las torturas o que bajo su mandato se haya producido la masacre de Melilla con 37 muertos y 77 desaparecidos. Todo es cuando menos sorprendente. De igual forma, no parece tener muchos reparos morales nombrando ministra a una tipa, causalmente también juez, como Margarita Robles.
Pero si hay algo que me produce aún más pavor (asco) es que toda esta pantomima se esté realizado mientras se siguen enviando armas a Ucrania, mientras no hay ni una sola medida contra el genocidio que está cometiendo Israel y, sobre todo, mientras el mar sube diariamente de temperatura (ya estamos en los 21,3 º de media). Una temperatura que, según los expertos, debería haber caído con el fin del Niño y sin embargo no sólo no lo ha hecho, sino que además de aumentar el calor el mar está cambiando de color. Estamos en una situación climática crítica y a nadie parece importarle. Vamos directos al matadero. Esto tampoco parece importar ni a Sanchez Castejón, ni a toda esa gente que dice que está en peligro un sistema que es cualquier cosa menos una democracia.
Sigan participando de la humillación de personas en su show televisivo de turno como Máster Chef. En lugar de hacer lo que deberían: apagar definitivamente sus televisores y sus radios. Estarían igual de desinformados, pero al menos, tendrían opinión propia.
O nos preocupamos más por la ecología, el decrecimiento (reparto equitativo de bienes de primera necesidad) y por el feminismo entendido como igualdad o acabaremos mal.
El ecofascismo ya está aquí.
Salud, república y más escuelas.