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Feijóo va a hacer bueno a Casado

17 de Mayo de 2023
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Parecía increíble pero está en el camino de lograr su mayor éxito, superar a Pablo Casado como el más ridículo de los presidentes del PP. M. Rajoy tenía su gracejo y las meteduras de pata eran más producto de un posible problema psicofísico que de la torpeza de quien ha ido siendo aupado por los popes del partido. En el caso de Alberto Núñez Feijóo fue Manuel Fraga y en el de Casado fueron Esperanza Aguirre y el propio Rajoy. Superar a un personaje como el Mortadelo de la política era complicado pero lo logrará.

Casado fue calificado de estólido, ignaro, inútil, iletrado, sujetavelas y muchos más calificativos por su actividad política. Bien es cierto que tuvo a buena parte de la prensa en su contra. La postmoderna progre por razones evidentes, la de derechas porque tenía otros preferidos como Albert Rivera (el gran protegido del Ibex 35, especialmente por Florentino Pérez) y/o Santiago Abascal. Tuvo la “fortuna” de salvar la cara del PP en tiempo convulso, pero en cuanto encontraron otras musas (que ponen mucho dinero en los bolsillos adecuados) y se cargaron el proyecto naranja por no servir, cayó en desgracia y le patearon en el culo. Si hubiese tenido subvenciones publicitarias en su mano ahí seguiría.

Feijóo llegó a Madrid como la nueva esperanza blanca de la derecha española. El salvador de España frente al anticristo que representa Pedro Sánchez y sus socios de gobierno. La imagen que venían proyectando los medios madrileños era la de un buen gestor, moderado y con capacidad de liderazgo. En Galicia no opinaban igual, todo sea dicho. Ni tampoco cuentan que allí, en su tierra natal, jugaba con red. Una red conseguida a base de silenciar TVG y llenar los bolsillos con publicidad de los medios regionales y nacionales. Al llegar a Madrid, empero, esa red ha desaparecido pese a contar, de momento, con el apoyo de la mayoría de la prensa.

Al estar más expuesto al escrutinio público y mediático comienzan a verse las costuras de un traje que se vendió como caro. Ser moderado sin nada en la cabeza no es una ventaja. No conocer cómo está compuesta la estructura del Estado (en sus mínimos) no ayuda. Y si, además, no sabe ni qué políticas están activas o no, se remata la percepción de ser un completo inútil al que sostiene un entramado mediático.

Porque se puede meter la pata en alguna ocasión, todos han pasado por ahí, pero hacerlo con tamaña ignorancia es demasiado. En sus intervenciones en el Senado tampoco es que destaque por una oratoria excelsa. De hecho a COPE o a EsRadio les cuesta encontrar cortes para poner en antena de “su” líder espiritual. Callan con todas las meteduras de pata, pero no se puede evitar que afirme que el libro 1984, como símbolo del totalitarismo que existe en la España de Sánchez, se publicó en ese mismo año. Si lo ha leído, para poder afirmar el contenido como similar al estado actual de las cosas, sabría perfectamente que no es de 1984 sino de unas décadas antes. Por tanto, ni lo ha leído, ni sabe realmente lo que dice.

Si a eso le suman que, ayer mismo, se lanzó a exponer una oferta electoral que lleva vigente unos años, la cual el Gobierno del mal ha aumentado hasta el 10% en el último Consejo de Ministros y no al 7% como ofrecía él. Debe ser que con tanta luz se le dilatarían las pupilas. Sí, porque a Feijóo cuando hay mucha luz (eso dijo en Cádiz) se le dilatan mientras que al resto de los seres humanos se les contraen. Normal que tardase en tener hijos, con la oscuridad y las pupilas contraídas no encontraba a la parienta. Por no hablar de la falacia de la buena gestión del gasto. Recortando ha sido capaz de aumentar la deuda, por lo que aquello de que las cosas hay que hacerlas si se dejan pagadas es mentira.

En una parte de la prensa de derechas se relamen. O bien gana las elecciones generales (porque para ello están poniendo toda la carne en el asador de los bulos, las medias verdades y más propaganda que en régimen nazi), o bien sacan otro as de la manga. Tienen a Isabelita y al Bonilla en la recámara. Casado debe estar acariciando un gato en su nuevo trabajo mientras esboza una sonrisa y ve cómo el que vendían como superpepero le está dejando bien. A tonterías empatan, desde luego.

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