Perfil-Autor-General

II parte: Servirse de democracias y regímenes autoritarios

22 de Mayo de 2025
Actualizado a las 17:02h
Guardar
II parte: Servirse de democracias y regímenes autoritarios. Poder

Esta segunda entrega continúa la reflexión iniciada en el artículo “Newton, el Karma y la Política Española: Cuando la Causa Tiene Efecto”, ampliando el  análisis hacia el papel estructural de la corrupción, tanto en democracias como en regímenes autoritarios, desde una perspectiva crítica e histórica.

Finalizábamos el anterior artículo de opinión arriba citado con la siguiente reflexión:

Quizá sea hora de que nuestros dirigentes —y nosotros como ciudadanos— recordemos que no hay acción sin reacción. Que todo lo que hacemos, decidimos o permitimos... ¡vuelve! Es decir, reaparece o retorna.

También puede que este sea uno de esos momentos idóneos para detenernos a meditar.

En la primera parte aludimos a enseñanzas orientales y religiosas, como Gálatas 6:7, y sumamos ahora un principio de larga tradición jurídica: ya en el Derecho romano, y luego recogido por Las Partidas de Alfonso X El Sabio, se establecía que nadie debe enriquecerse injustamente causando daño a otro, lo que legitima el derecho a reparación.

En este sentido, resulta inevitable recordar una frase de Montesquieu en sus Cartas Persas (Carta XL):

“Llegará también el momento en que probablemente acabemos llorando cuando los hombres nazcan, y no cuando mueran.”

Un pensamiento afín aparece en Tocqueville, al señalar que la corrupción puede enraizarse en la vida democrática no porque ésta la cause, sino porque las instituciones débiles la permiten.

Desde una óptica actual, el politólogo brasileño Fernando Filgueiras defiende que combatir la corrupción exige no sólo estructuras democráticas sólidas, sino también una “moralización de los intereses” como eje de la vida pública.

Transparencia Internacional, por su parte, advierte que la corrupción debilita la democracia y erosiona la confianza ciudadana en sus instituciones.

España y su “corruptela endémica”

España parece arrastrar, desde hace siglos, una especie de “corruptela endémica”, un mal que confunde y desgasta a la ciudadanía. Si lo ampliamos al contexto mundial, podríamos hablar de una auténtica “pandemia de corrupción.”

Un ejemplo interesante lo ofrece la autora Mª del Pilar López Almena (con la cual no mantengo vínculo alguno). En su obra Corruptelas que hicieron historia, realiza un repaso exhaustivo desde el siglo XIV hasta el XIX. Por razones de espacio, no entraremos en detalles, pero los casos que recoge muestran cómo la corrupción ha formado parte del entramado histórico de poder.

En el siglo XX, bajo la dictadura franquista (1939–1975), la corrupción se expresó en múltiples formas: desde el estraperlo hasta las redes familiares de privilegio. Uno de los escándalos más sonados fue el caso MATESA (Maquinaria Textil del Norte de España, S.A.), que estalló en 1969 e implicó a tres exministros. El fraude al Estado se estimó en unos 10.000 millones de pesetas, una cifra descomunal para la época. El caso mostró fisuras entre los tecnócratas del Opus Dei y el sector más inmovilista del régimen.

Respecto a los gobiernos democráticos más recientes, sobran ejemplos conocidos por todos. Por razones de espacio —y quizá de cansancio colectivo— no es necesario enumerarlos. Pero sí hay que señalar que la corrupción en España suele tener raíces políticas y encuentra terreno fértil en la debilidad de los sistemas de control, como los contemplados en el artículo 103 de la Constitución Española.

Corrupción internacional: el caso “Petróleo por alimentos”

Uno de los episodios más vergonzantes a escala internacional fue el del programa de la ONU Petróleo por Alimentos, creado con la intención de aliviar las condiciones de vida del pueblo iraquí bajo la dictadura de Sadam Hussein.

Según diversos medios, este Programa acabó convirtiéndose en una red internacional de comisiones, sobornos y tráfico de influencias, en la que participaron funcionarios de Naciones Unidas, empresas, gobiernos, ONG y medios de comunicación. Todo ello mientras la población iraquí seguía sumida en la miseria.

La corrupción, como vemos, no distingue ideologías ni latitudes. Y la lista de regímenes que la han institucionalizado es extensa: Ceaușescu en Rumanía, Gadafi en Libia, la familia Assad en Siria, por citar solo algunos.

Todos estos ejemplos refuerzan una inquietante evidencia: la corrupción, cuando no se enfrenta con decisión, tiende a perpetuarse como sistema, y tal circunstancia aparece especialmente reveladora en la política española desde hace tiempo.

Lo + leído