Las elecciones que acaban de celebrarse en Euskadi han demostrado una vez más las estrategias que utiliza la democracia que tanto admiramos.
Se han cumplido, con rigor, las normas electorales, se han respetado los plazos, durante el tiempo estipulado los medios de comunicación y las redes sociales han transmitido fielmente los mensajes de los candidatos y al fin, el día de las elecciones hemos comprobado con transparencia que los resultados eran exactamente los previstos en los meses anteriores, a través de los estudios demoscópicos, el afinado pensamiento de los comentaristas de todos los espacios políticos y la larga experiencia de estos más de cuarenta años de democracia. El resultado electoral ha sido el mismo que ha mantenido el mismo gobierno durante el mandato anterior y otros muchos.
Un intelectual estadounidense de gran clarividencia y con sarcasmo declaraba: “Lo peor de la democracia es que sale lo que la gente vota”.
Si hacemos un examen, que no nos llevaría tanto tiempo, comprobaríamos, una vez más, que en España, desde 1977, siempre han gobernado los mismos. Ya sé que me contradirán recordando los gobiernos del PSOE y del PP… ¿y qué más, aparte de las formaciones nacionalistas? Algunos aditamentos, como Unidas Podemos, se han mantenido en la cuerda floja, haciendo más perfomances que trabajo de gobierno, para desaparecer rápidamente. Los nuevos experimentos como Sumar han fracasado estrepitosamente en Galicia y ahora en Euskadi. Y Podemos debe preparar su funeral. A Izquierda Unida la enterró Alberto Garzón.
El estudio de la evolución y enfermedad mortal de la izquierda española debería ocupar el tiempo de filósofos, políticos, profesores, pensadores y estrategas que lo invierten profusamente en hablar y escribir sobre el novio de Isabel Díaz Ayuso.
Desde 1976 España ha estado gobernada por la derecha nueva posfascista y por el centro-izquierda-derecha. Turnándose, según la decepción y enfado de los votantes, frustrados de haber comprobado que sus problemas no habían sido resueltos por los anteriores. Este régimen no es tan descarado como el que montaron Cánovas y Sagasta con su alternancia en el gobierno a finales del siglo XIX, pero no es exagerar que se parece mucho.
Este sistema no es exclusivamente español. Toda Europa, y no digamos EE. UU. lo instauraron con anterioridad. El capitalismo “democrático” se diseñó, se organizó y se puso en marcha en cuando concluyó la II Guerra Mundial y los “aliados” derrotaron el nazismo.
Orgullosos y triunfantes se sintieron los antifascistas y se difundió, muy eficaz y oportunamente, la convicción de que ya no quedaba rastro del fascismo y que la democracia reinaba en Europa. Que una buena parte de los dirigentes y técnicos nazis nutrieron los servicios secretos, las investigaciones científicas, la organización del ejército y los sistemas de represión de las democracias europeas y americanas, eran detalles sin importancia. La columna vertebral de la democracia es el sistema electoral: el pueblo escoge a sus legisladores y gobierno, ¿qué más se puede pedir?
Medio siglo después se puede demostrar, cifras en mano, que en Europa y EEUU ha gobernado siempre la derecha. Cambian los nombres y los símbolos de los partidos, los gobiernos socialdemócratas nos embaucan con algunas ayudas sociales mientras todos aumentan los presupuestos de armamento para alimentar las guerras que todos han provocado. Los demócratas estadounidenses siempre han iniciado, financiado y organizado guerras, en algún lugar del mundo, que no fuera el sagrado territorio de su país, durante sus mandatos. Más que los republicanos.
Pero estos recuerdos, no tan lejanos, los traigo a cuento porque se nos han convocado una de las elecciones más trascendentales: las del Parlamento Europeo. En ellas se van a decidir los males que nos traigan los mandatos de la UE durante cinco años.
Repasemos los titulares del periódico de hoy, 26 de abril. “España enviará una partida de misiles Patriot a Ucrania”. “Macron avisa de que “Europa puede morir si no defiende su modelo social”, “Alemania vuelve a sentirse orgullosa de su ejército”. Hace setenta y nueve años, cuando Alemania se rindió en la II Guerra Mundial, los supervivientes de las generaciones que habían combatido el fascismo y el nazismo con extraordinario heroísmo, creyeron que con el Holocausto y el horrible destrozo de la mitad del planeta, la especie humana había aprendido para siempre a convivir en paz.
Los hechos desmienten tanto optimismo. Desde el final de la II Guerra se han librado a lo largo y lo ancho de la Tierra, ¡100 guerras!
Hoy nos enfrentamos a elegir en el Parlamento Europeo a los que decidirán las guerras, la paz, el desarrollo o el destrozo de los 27 países de la Unión Europea, para los próximos cinco años.
Por los titulares que he citado -y solo son los de hoy- los partidos que ganarán la mayoría de los escaños de la Cámara europea están alimentando la guerra de Ucrania, exigen que la UE destine cantidades ingentes en armamento, recuperan la potencia militar de la Alemania nazi, apoyan a Israel en la destrucción de Gaza, a la que seguirá la de Cisjordania, con el natural contento del complejo militar industrial, absoluto beneficiario del impulso bélico que llevan adelante tanto las derechas como los socialdemócratas, a lo largo de su historia.
Este mínimo repaso de la destructiva historia de nuestro continente, nos tiene que hacer a los pueblos europeos reaccionar para no entregar nuevamente el poder y el gobierno de Europa a los mismos partidos que nos dominan desde hace más de un siglo.
Las próximas elecciones europeas han de cambiar el sesgo de los gobiernos que invierten nuestro dinero, el esfuerzo de millones de trabajadores y la vida de los hijos de nuestras mujeres, en matanzas feroces, con el engaño de las amenazas con que trufan sus discursos que defienden la “democracia”.
De estos temas está absolutamente ausente el feminismo, porque de los milenarios problemas y represiones que sufren las mujeres nadie se ocupa, más que este resistente Movimiento Feminista. Y únicamente el Partido Feminista de España ha soportado cuarenta y cinco años, desde que se constituyó, de una lucha constante y tenaz para tener un papel importante en la política de nuestro país. Para defender el derecho a una vida sin violencia de las mujeres, la igualdad con el hombre en sus condiciones de trabajo, su derecho a decidir su maternidad, la abolición de la esclavitud que supone la prostitución, y en los últimos tiempos ha tenido que añadir a su agenda, ya colmada, la oposición a que se alquilen los úteros de las mujeres para fabricar niños que se les arrebatan y se venden, y la demencia científica y social de asegurar que los hombres y las mujeres no existen.
En estas elecciones europeas las mujeres, y los trabajadores y todos los seres humanos desposeídos de dinero y de poder, pueden cambiar el sesgo pesimista que nos auguran los dirigentes de esta Unión Europea, dispuesta a hundir a los pueblos en la miseria mientras aumentan cada día los presupuestos de armamento.
El Partido Feminista de España hace un llamamiento a la conciencia de la ciudadanía europea, para que su voto no vaya a apoyar y justificar las acciones infames que están asesinando a miles de personas, la mayoría mujeres y niños, y destruyendo ciudades y campos y pueblos de este planeta, que ya ha sufrido bastante por el afán de las grandes corporaciones y gobiernos de seguir aumentando sus ingentes beneficios.
El Partido Feminista de España defiende un programa de paz, reconstrucción y progreso para toda la ciudadanía y sobre todo en defensa de las libertades y la igualdad de la mujer.