Felipe González y Alfonso Guerra echan una mano a PP y dan un puñetazo a su partido. El golpe resonó en el Salón de Actos del Ateneo de Madrid.
Llevo treinta y tres años de socio en este Ateneo; llevo visto lo mío en el uso de la dialéctica que le caracteriza; jamás he sentido tanta perplejidad al ser testigo de una posición política que me resulta inexplicable: cuando la extrema derecha crispa en extremo la convivencia, y la derecha extremista se tira al monte de su mano, que una parte venerable, pero ya caduca, del PSOE arremeta contra su propio partido.
No puedo entenderlo a menos que estemos ante una estrategia que pretenda hacer perder la investidura y conseguir una repetición de elecciones donde buscar un nuevo candidato, dejando descabalgado, ¡por fin!, a Pedro Sánchez. Da la impresión que no le han perdonado que consiguiera el respaldo de la militancia doblándole la muñeca al aparato. Al resentimiento se añade la presunción de creerse, Felipe y Alfonso, referentes luminarias de su partido.
Parecen aizcolaris dándole al hacha, cortando, no las ramas jóvenes, sino las raíces. ¿Han medido las consecuencias de su acción? En el supuesto que consiguieran hacer realidad sus planes, y descabalgado Pedro Sánchez nos presentaran otro cabeza de lista (espero que no pretendan ser ellos mismos a su edad), ese golpe de hacha tendría como primera consecuencia la división de la militancia como en aquellos “gloriosos” días en que el uno arremetía con saña contra el otro. La segunda consecuencia sería la desafección de sus votantes, la abstención en masa. ¿De veras creen que su partido y sus votantes estarían en la mejor de las condiciones para concurrir a unas elecciones? ¿No es esto echarle una mano de apoyo a la extrema derecha y a la derecha extremada?
Claro que Pedro Sánchez es merecedor de crítica. Quien esto firma también las tiene contra él. ¿Quién no? ¿Han olvidado aquello de “OTAN, de entrada, no” o “las alcantarillas” donde había que defender al Estado? Se les quemó la tortilla por las dos caras. Ambas se han vuelto incendiarias a destiempo, espinas trepadoras sobre el tallo de la rosa.
Yo ruego a mi Ateneo que no ponga su noble escenario al servicio de semejantes acciones. Por cierto, ¿han pagado algo por el alquiler de sala?