Bochorno, esperpento, soberbia, vanidad, acorralado, ridículo, inmoralidad, burla, indigno, solo se quiere a sí mismo, son los epítetos faltones que destiló Feijoo en su réplica a Pedro Sánchez, por decidir seguir al frente del Gobierno. Lo más grave fueron los mensajes implícitos escondidos en las frases que verbalizó, por la degradación de la democracia y sus instituciones que propagan. Ha usado al Rey, que traslada el implícito de que el monarca se deja utilizar por Sánchez, que tira por tierra el papel arbitral de la monarquía. O cuando afirmó rotundo necesitamos un gobierno democrático con un presidente que esté a la altura, que esparce el implícito perverso de que el actual Gobierno no es democrático porque que no ganaron las elecciones y, por tanto, quién lo preside lo hace sin dignidad, que conlleva degradar el sistema de democracia parlamentaria y devalúa el valor de la negociación y el pacto político. Una más: quiere cambiar el régimen por detrás cuyo implícito es difundir la pretendida existencia de un plan oculto para convertir la democracia en una dictadura cesarista.
Diez calificativos hiperbólicos y tres mensajes perversos repletos de falsedad maliciosa en una intervención de poco más de diez minutos, que reflejan de manera palmaria el emponzoñamiento del debate público que busca y caracteriza la oposición que hace el PP. Mensajes pensados y elaborados con la deliberación malsana de liquidar al enemigo—nunca adversario— a costa de derruir los cimientos de la propia democracia. Por eso para comenzar el punto y aparte que permita regenerar el sistema, hay que destapar ante la sociedad los implícitos maliciosos, sin entrar en el juego de la acusación faltona y agresiva; y replicar con datos sobre la gestión del Gobierno en el ámbito económico, en la mejora de la vida de las personas o en la ampliación de derechos sociales. No hacer aprecio a la acusación insidiosa es el mejor antídoto para descolocar a quién acusa.
Punto y aparte es acabar con la degradación de la Justicia por el uso descarado y estratégico que la derecha hace de ella, a través de jueces en cuyas mentes anida aún el poso de la dictadura contra todo lo que huela a izquierda. Y con el indignante secuestro del CGPJ, por la negativa sistemática a su renovación para retener el poder de poner jueces de su cuerda en Tribunales Superiores y Audiencias. Cambiar el sistema de mayorías en la elección de los miembros del CGPJ, y hacer inviable la permanencia en él cuando concluye el mandato; y reformar el vetustísimo sistema de acceso a la carrera judicial, casi inaccesible para los sectores sociales no privilegiados, son algunas de las medidas que se pueden aplicar.
El tercer ámbito social que requiere un urgente saneamiento por su impacto en la degradación del sistema democrático es el mediático, quizá el más peliagudo por la dispersión de medios —se estima que en España hay alrededor de 2.950 medios digitales—, porque toca a la libertad de expresión, y por el nulo poder de las Asociaciones de la Prensa y Colegios de Periodistas. Medios, sobre todo digitales, pagados con dinero de administraciones públicas gobernadas por el PP o en santa alianza con Vox, para ser altavoces del mensaje populista y disruptivo actuando como un martillo pilón diario que inunda las redes sociales e internet con bulos y mentiras que convierten en un lodazal, con el efecto de difuminar el espíritu crítico y teledirigir el pensamiento del usuario. Obligarles a publicar de manera permanente quienes son sus accionistas y qué organizaciones y empresas les financian, como exige la Ley de transparencia —la información es un servicio público—; endurecer el acceso a la financiación pública o potenciar los medios verificadores de la veracidad de las informaciones que publican, son medidas necesarias, entre otras, para que la libertad de expresión no se convierta en libertad de difamación.
Ardua y necesaria tarea que ningún gobierno puede afrontar solo por ser un problema global, que requiere la implicación de la ciudadanía a la que se debe estimular con campañas públicas para que estén vigilantes ante los bulos y mentiras, y les anime a preguntarse qué interés se esconde detrás de lo que me cuentan. Medidas que deben negociarse con los sectores implicados y con el resto de formaciones políticas a partir de propuestas legislativas del Ejecutivo que, una vez aprobadas, se deben aplicar con contundencia si no queremos que la caverna nos coma.