No es parte de una conspiración ni nada por el estilo. Ya se han hecho en otros continentes experimentos sociales por parte de las élites globales (cabe recordar lo que ha venido sucediendo con Chile). También Rusia y China hacen sus pinitos en eso de introducir sus consignas en diversos países a lo largo y ancho del mundo. Pura geopolítica. En Europa todo el mundo conoce el destino que se deparó a Grecia, pero fue mucho más desde dentro de la Unión Europea que una apuesta a nivel global. Ahora toca el turno de España y, en cierta medida, Italia como lugares de experimentación de propuestas económicas, políticas y de ingeniería social (sí, los liberales son los mayores ingenieros sociales de la historia aunque lo oculten).
No es un conspiración del tipo red Gladio (esa se constituyó para acabar con cualquier posibilidad de una izquierda de clase en el momento en que se estaba produciendo el cambio de paradigma global), es más un campo de experimentación de cuestiones que han podido resultar en otros lugares, de cambios de mentalidades (corrección política y desaparición de cualquier pensamiento crítico), de hijoputismo cultural. Es una forma de experimentar si todas las partes que están sueltas pueden llegar a formar un todo y ha tocado España como lugar idóneo.
Capitalismo y sociedad abierta
España es plenamente capitalista desde hace muchos años, no es problema la introducción del capitalismo como economía en el país, pero sí lo es como sistema social y político. Se trata de construir una Sociedad Abierta (Open Society se llama la fundación de George Soros, ese que dicen es progresista) que acabe con todas las resistencias que existen en el país para ver si así pueden hacer lo mismo en otros lares. La utópica sociedad inventada por Karl Popper (cuidado que les gusta la utopía a los Karls) quiere hacerse real en España, además bajo los parámetros del libertarismo (otra utopía). Para ello no queda otra que hacer ingeniería social desde la izquierda y la derecha.
Sí porque el neoliberalismo de la postmodernidad actúa a diestra y siniestra. Si Margaret Thatcher negaba la existencia de la sociedad (que es la inexistencia de cualquier comunidad en sí), desde la izquierda se reclama la disolución de los vínculos fuertes en favor de miríadas de grupúsculos diversos. Mientras desde la derecha se actúa en favor del individualismo máximo, desde la izquierda se dota a ese individualismo de etiquetas muy diversas. El caso es acabar con el sentido de comunidad o de grupo social. Todo ello bajo el prisma de lo espectacular, mecanismo al fin y al cabo de alienación, para que las personas acaben tragando.
Les molestan las clases trabajadoras y medias (las clases populares) les molesta el catolicismo (como mecanismo comunitario); les molestan las tradiciones porque dotan de memoria histórica (ya saben que Popper era poco amigo del historicismo, aunque lo practicase realmente); les molesta cualquier relación social que no esté mediada por algo monetario o pueda generar vinculación más allá de lo económico. Quieren entornos atomizados y para ello nada mejor que la ingeniería social de la derecha y de la izquierda.
Ejemplos hispánicos
La banca siempre gana
Debe ser España, así hablando de memoria, el único país –igual junto a Italia- donde el salvamento del sistema financiero ha supuesto un incremento enorme de la deuda pública, de la desaparición de fondos públicos de pensiones y aquí nadie ha exigido en el parlamento, de verdad, con leyes, la devolución de ese dinero. Ana Botín, que como todos saben es una de las grandes damas de Club Bilderberg, salvó su banco mediante la apropiación indebida del Banco Popular (muy vinculado a la iglesia católica española, lo que es indicativo) y todos los grupos parlamentarios aplaudieron. Los sufrientes ciudadanos se comen el marrón de la deuda y los depositarios de los ahorros se quedan sin su dinero por el banco.
La libertad de no ser humano
El marco de debate en torno a la libertad se ha exportado a España, gracias al PP y sus ramas libertarias, con gran profusión de columnas, de debates estériles y de grandes falsedades. No es problema de libertad de expresión en sí, sino de libertad de mercado (como si no fuese libre); de libertad de la clase dominante respecto al resto de la ciudadanía; de libertad para utilizar ampliamente el ejército industrial de reserva, importándola mediante diversos canales “humanitarios”; de libertad para disolver la naturaleza humana; de libertad de producir en las condiciones que sean; de libertad para ser mujer u hombre con sólo desearlo; de libertad de cualquier cosa que o bien sea anarcocapitalista, o bien sea diversa.
Corrección política o ingeniería social
Libertad de pensamiento no existe si alguien osa salirse del marco mental establecido. Muchos de los que se quejan de la corrección política son los mismos que la están alimentando constantemente. Si por un lado no se puede hablar de negros, por ejemplo, por el otro no se puede hablar de superar la sociedad capitalista. En uno u otro caso está mal visto. Señalan como nostalgia, y por tanto cancelable, aquello que tiene historia, aquello que conforma sociedad y solidaridad, aquello que no es más que un arma a utilizar en la batalla cultural. Nadie quiere vivir como hace cuarenta años, pero nadie quiere perder la conciencia, la comunidad, el debate o el raciocinio de esos años.
El pasado fin de semana se celebró el Congreso Católicos y Vida Pública con el tema de la corrección política (que igual ni se han enterado porque no es interesante ni para el espectáculo, ni para la ideología dominante). No interesa lo que tenga que decir los católicos, ni interesa debatir con ellos, sí contra ellos. Como tampoco interesan debates donde haya una derecha o una izquierda verdaderamente alternativa. Que si rojipardos, que si extrema derecha, que si fascistas, que si marxistas, que si occidentalistas en realidad. La ingeniería social de la izquierda y la derecha globalista utiliza, por ejemplo, la familia como arma; el aborto como arma; cualquier tema como arma del espectáculo. No hay debate sino armas simbólicas porque ni por la derecha quieren perder efectivos, ni por la izquierda transformar el sistema.
La culpa es de los viejos que no se mueren y de los jóvenes por blandos
Dentro de esa ingeniería social que se distribuye a izquierda y derecha está el tema de las pensiones y la precariedad laboral, la cual se intenta circunscribir a los estratos más jóvenes pero que afecta a todo el mundo por igual (los mayores de 47 años tienen muy complicado conseguir trabajo si son despedidos o su empresa desaparece). Desde la izquierda se ha lamentado que las personas no se mueran tanto como en el pasado, lo que provoca un atasco en las pensiones. Desde la derecha se ha criticado a los jóvenes como blandos y consentidos porque no aceptan salarios de miseria y dejarse explotar mediante jornadas de 14 horas. Eso lo funden y sale que no habrá pensiones porque los jóvenes no trabajan y los viejos no se mueren. Y las que haya serán privadas para nutrir a un voraz mercado financiero de la completa y absurda especulación.
Nadie señala al sistema como incapaz, nadie señala a los gobernantes como incapaces… la culpa de los demás. La élite son superhombres y supermujeres que están donde están porque son mejores porque sí. Nietzsche en vena para individualizar, para generar élite, para disolver el mundo. Un ministro económico afirmando que hay que jubilarse cuanto más tarde mejor y una supuesta ultraderecha que quiere importar el sistema económico de Chile a España. ¿No ven que son lo mismo con disfraces distintos en el plano estructural? Eso sí, nos venden que hay un peligro fascista a la vuelta de la esquina o que va a llegar el comunismo. Si alguna de esas situaciones fuese cierta, dado el nivel de agotamiento de las sociedades occidentales, sería extraño que no tuvieran un apoyo apabullante.