¿Es posible el silencio? ¿Estar callado es estar en silencio? ¿Es el silencio la mera ausencia de palabras, internas y externas? ¿Qué mundo emerge cuando el lenguaje desaparece… si eso es posible?
A priori, el silencio parece algo sencillo, nada problemático. Pero si se le mira de cerca, resulta ser mucho más complejo de lo que parece.
Vivimos rodeados de ruido, demasiado ruido que decía Sabina. Y no nos damos ni cuenta. Asociamos el silencio a espacios sin ruido, Pero cuando los encontramos, oh sorpresa, nos damos cuenta de que el ruido externo no es nada en comparación con el ruido interno, de nuestra propia mente. Acaso busquemos muchas veces perdernos en el mundo exterior para no escuchar toda la palabrería interior.
Cualquiera que haya hecho una experiencia mínima en meditación se dará cuenta de que el silencio… es casi una utopía (aquí el “casi” importa). Y en seguida se dice: “mi cabeza no para, no sé meditar.. esto no es para mí”. Es como si yendo un día al gimnasio se dijera: no he musculado ni perdido cinco kilos, esto no es para mí. Meditar no será nunca, en un primer momento, poner la mente en blanco. Meditar, y existen múltiples técnicas de meditación, será siempre un trabajo de observación y de atención, de intentar anclar la atención en la respiración, una visualización, un mantra…
Meditar será siempre un trabajo sobre la mente. Entrenar la mente a base de observar cómo funciona, cómo funcionamos. ¡Y te aseguro que es una experiencia increíble! ¡Recuerdo mi primer retiro de meditación Vipassana hace más de una década, cuando descubrí que…“estamos todos locos”! Es decir, que nuestra mente no para y nosotros, que nos definimos tan pretenciosamente como simios racionales, somos apenas esclavos del lenguaje y de nuestro inconsciente.
Meditar es ante todo una práctica y un hábito de autobservación. Y sí, a medida que vamos conociendo cómo funciona nuestra propia mente, a base de observarla, podemos llegar a estados de silencio. Pero ese silencio… ¿Qué es? Para mí uno de los descubrimientos más increíbles fue darme cuenta de que había “una conciencia sin lenguaje”. Una conciencia más allá del lenguaje y que lo hacía posible. Es como la página en blanco que permite estas líneas.
Ha habido filósofos que han hablado incluso de una “metafísica del silencio”. Tal vez la realidad última, o primera, sea un vacío silencioso que nos habita y nos traspasa, donde todos somos uno. Tal vez esa unidad que es Silencio puro sea Dios. Así lo sintieron, seguramente, los místicos de todas las épocas. Solo quien llega a la puerta de Anahata (el chakra corazón para los hindúes) es capaz de escuchar aquello que “habla en el Silencio” (significado mismo de la palabra “anahata").
Shhh… cuando la mente calla, el corazón tiene muchas cosas que revelarnos.
El “atrévete a pensar” kantiano e ilustrado debería ser complementado con un “atrévete a entrar en contacto con el Silencio”. ¿Y tú, te atreves a ambas acciones (complementarias)? Pensar el silencio y silenciar el pensamiento.