Jesús Ausín

Monos con platillos

13 de Mayo de 2024
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En casa de Escolástica son seis de familia. Su marido, el único al que le pagan por el trabajo que desarrolla. Y aunque ella, con seis bocas que alimentar, cinco camas por hacer todos los días y una casa de cuarenta y siete metros cuadrados útiles que limpiar, trabaja bastante más que cualquier otro miembro de la familia, no recibe compensación económica alguna. Sus tres hijos de edades comprendidas entre los diez y los dieciséis años, bien podrían echar una mano a su madre, al menos haciéndose sus camas, pero no les sale de dentro. Además, Hilario, su marido, nunca les ha inculcado respeto por su madre. Y la abuela, bastante tiene con poder ir al baño sola y meterse en la ducha con ayuda. Los 517,90 euros de su pensión no contributiva son, por otra parte, una ayuda importante.

Precisamente, durante algún tiempo, pudieron sobrevivir gracias a la pensión de la abuela. Fueron los tiempos de la crisis del 2008, cuando al final de 2012, Hilario, fontanero de profesión que trabajaba en una gran constructora, se quedó, como otros muchos, en paro de la noche a la mañana, con un montón de meses trabajados sin cobrar y toda la vida tragada por el sumidero del crac de la burbuja del ladrillo. Desde el día en que supo que su jefe se había largado sin dejar señas, hasta el día en el que el FOGASA le abonó el 75 % de las nóminas atrasadas y la indemnización por despido, en la familia de Escolástica todo eran caras serias, discusiones absurdas, quejas de la abuela por la falta de atención y lloros del niño mayor que, sin entender la situación, reclamaba una comida que era escasa. Gracias al Banco de alimentos de uno de los colegios del barrio dónde Escolástica dejaba en preescolar a su hijo y a la intervención de una vecina que les presentó en Cáritas diocesanas como familia vulnerable, pudieron salir adelante.

Con la mayor parte de la indemnización, Hilario, alquiló un pequeño chiscón (local cuco y recogido decía el anuncio de Tecnocasa), en el que instaló un negocio de fontanería a domicilio. Escarmentado de su etapa como asalariado, probó suerte como autónomo. Muchos problemas al principio, mucho papeleo, mucha burocracia y unos impuestos que no lograba entender cada tres meses. Así que, por un módico precio, dejó todo el papeleo en manos de un chaval de treinta años, vecino suyo que acababa de montar una gestoría y se dedicó a poner tubos de PVC por el barrio, al principio y por toda la ciudad, cuando el boca a boca fue funcionando. Es un profesional bastante honrado para los tiempos que corren y también mucho más barato de lo que es habitual. Eso le hizo tener mucha clientela casi desde el primer momento. Nunca deja ninguna obra colgada y si no puede atender en el plazo que le reclaman, prefiere decir que no y perder el trabajo a quedar mal con el cliente.

Hilario, como muchos de los hombres de su edad, no está interesado en lo que su mujer hace o no hace en casa. Él, si la comida está en el plato a la hora, se puede echar en el sofá un rato después de comer y ropa limpia que ponerse por las mañanas, no dice ni pio ni se interesa por la procedencia de los alimentos que hay sobre la mesa. Como muchos de los hombres de su edad, deja que sea Escolástica la que administra la cuenta bancaria. Como tampoco hay movimientos de saldo que le llamen la atención, tampoco controla en qué gasta o no gasta el dinero. Si es verdad, que a veces, cuando las clientas se quejan de lo cara que está la vida, a él le parecen comentarios extraños porque en su casa nunca falta de nada y no parece que la cuenta corriente sufra en exceso.

Claro que Hilario, en su desinterés por todo aquello que no sea el Real Madrid o su trabajo, desconoce que su mujer Escolástica, cada dos jueves sigue presentándose en la puerta de Cáritas para recoger la parte del «botín» que le corresponde. Galletas, fideos, garbanzos, fruta y algún que otro litro de aceite de oliva son artículos que los que reparten la vitualla, meten en su carro de la compra. Leche y zumo unidosis, para los niños, yogures y hasta algunas veces bollería industrial son también viandas que sus hijos encuentran en casa, y que su señora madre no ha comprado.

La vecina que en su día les ofreció Cáritas como tabla de salvación, murió hace un tiempo. Hilario, justifica unos ingresos de casi nueve mil euros en la declaración trimestral del IVA, lo que significa que ya no les hace falta ir a Cáritas para salir adelante. Sin embargo, Escolástica sigue yendo religiosamente cada quince días y para mayor escarnio, como ha visto hacer a otras vecinas, nunca dice que no a ninguno de los productos que le dan. Pero si no le gustan o están en un estado poco presentables, no duda en dejarlos en una esquina junto al contenedor de la basura cien metros más abajo. Al principio tenía remordimientos de conciencia, porque creía que estaba mal, pero como no es la única y nadie le ha dicho nunca nada, es la condición humana. Todo lo que le regalan en el banco de alimentos, no tiene que comprarlo en el súper que por otra parte está bastante más lejos de casa.

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Monos con platillos

Estamos en guerra. Y no, no hablo de Ucrania ni del genocidio israelí en Palestina. Es mucho peor. Una guerra que no podemos ganar y que nos va a llevar al fin de nuestra existencia como especie, o como mínimo, al fin de esta sociedad humana. Es la guerra contra el calentamiento global que no podemos ganar, que no se acabará rezando, pulsando un botón, ni con investigaciones de laboratorio, ni con hidrógeno líquido, ni con ruedas que llevan astronautas a la luna o velas que intentan mover barcos que cargan cientos de miles de toneladas en contenedores por los mares y océanos de la tierra.

En este artículo de The Guardian, traducido al castellano por Conexionhispanoamerica.com, nos dicen que en una encuesta realizada entre cientos de científicos del clima en el mundo, el 80 % prevén al menos 2,5 º C de calentamiento global, que de ellos el 50 % cree que estará más cerca de los 3 º C y lo que es más asombroso que un 6 % cree que será el 1,5 º C. Esto último es sin duda asombroso porque a fecha de hoy estamos ya por encima de ese 1,5 º C y no sé cómo «cullons» piensan enfriar la tierra para lograr el objetivo del grado y medio.

Preocupante es que, además, en la encuesta, estos cambios se sitúan en el horizonte del 2100 y muchos de los científicos aseguran que a este ritmo no aguantaremos ni dos décadas más.

Quizá querido lector, te parezca que un grado arriba no es preocupante. Pero en esta página puedes observar lo que sucederá con sólo medio grado de calentamiento (desde el 1,5 º C a los 2 ºC). Entre otras cosas, habrá más de 410 MILLONES de personas sin agua. El hielo del ártico desaparecerá al menos una vez cada 10 años (ahora es 1 vez cada cien). El nivel del mar aumentará 46 centímetros. Desaparecerán el 8 % de los vertebrados, el 16 % de las plantas y el 18 % de los insectos. El 13 % de los ecosistemas sufrirán cambios bruscos. Se derretirán 6,6 km² de permafrost en la tierra. Se reducirán las cosechas en un 7 %, la pesca en 3 MILLONES de toneladas y habrá olas de calor extremo con temperaturas superiores a los 37 º cada cinco años.

Si la temperatura llega a los 3 º C, el que sea creyente tendrá que rezar lo que sepa, porque el hambre, la sequía y las condiciones climáticas harán muy difícil que el hombre sobreviva en la mayor parte de la tierra. Lo que provocará migraciones masivas, luchas a muerte por agua cada vez más escasa y una comida inexistente, así como la desaparición de la mayor parte de los vegetales, insectos y animales del planeta. Y no habrá dinero, búnker o vuelo extraplanetario que nos salve de una muerte segura.

Quizá, sigas pensando que exagero. Pero ya hay evidencias del problema del aumento de la temperatura. Desde la Garrapata que transmite el virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo que ya se ha llevado por delante tres vidas en Ponferrada (León) hasta otras como el Dengue o el Chikungunya, que tienen más de treinta casos en CCAA como Madrid, Andalucía o Cataluña. Desde la falta de agua en cada vez más lugares de España, a las inundaciones de estos días en Brasil o la sequía extrema que ha provocado la muerte de cientos de árboles del cacao en Ghana o las lluvias torrenciales de hace unas semanas en el desierto de los EAU. Quizá creas que siempre ha hecho calor y siempre ha llovido. Pero los 51,1 º que tienen en Gallinas (México) mientras escribo esto, no había sucedido nunca y aún no es verano. Que en Burgos haya 26 grados en Febrero, Marzo, Abril y mayo, tampoco es lo normal y si miramos en un breve espacio de tiempo ecológico como puede ser la vida de un humano, hemos pasado de nieves casi perpetuas entre los meses de noviembre y mayo a no nevar ni un sólo día en todo el año. Hemos pasado del permafrost de Enero y febrero a heladas puntuales dos o tres días en todo el invierno.

Vamos cuesta abajo y sin frenos y lo que es peor, con un mono loco al volante. Decía Thomas Mann, escritor alemán Premio Nobel de literatura en 1929 «Si alguna vez llega el fascismo al poder, lo hará en nombre de la libertad». Pues bien, Mann que predijo esto en 1940 casi recién comenzada la II Guerra Mundial, acertó de lleno. Ese momento ha llegado. Tenemos una UE llena de fascistas que en nombre de la democracia, prohíben manifestarse en favor de los DDHH. Que se lo pregunten a Yanis Varoufakis que acaba de demandar al estado alemán porque no le dejan entrar para dar conferencias explicando los horrendos crímenes genocidas del estado de Israel sobre Palestina. O a todos los estudiantes apaleados por montar campamentos a lo largo y ancho de las universidades de la UE o de USA. Fascistas que mientras ríen las gracias de los nazis de Ucrania, niegan ayuda humanitaria y sanciones al estado genocida de Israel. Fascistas que en nombre de la democracia, someten bajo su tiranía monetaria a ciudadanos como hicieron en Grecia o en todos los países que no fueran Alemania, y que ahora mismo por cuestiones de interés económico están cediendo al chantaje de los agricultores que se niegan a aplicar métodos de reducción de pesticidas y químicos que están envenenando las aguas subterráneas. Así nos encontramos que con las lluvias masivas de este año, después de un periodo largo de tenue pluviosidad, en la provincia de Burgos hay ahora mismo 39 localidades y más de 50.000 personas cuyos hogares no pueden consumir agua del grifo debido al excesivo índice de nitratos contenidos en sus aguas subterráneas. Y estamos hablando de una provincia en la que la sequía no ha tenido apenas impacto cuyo índice de ganado porcino es muy limitado.

La decisión de este mono loco al volante de la UE ha llevado a que los seguros agrícolas (ya saben ustedes que los seguros son como un paraguas que siempre está ahí pero que el día que llueve nunca está disponible), se hayan negado a pagar los efectos de plaguicidas. Pero estos sinvergüenzas siguen calentando el planeta a base de fabricar y suministrar armas a Ucrania en una guerra que no pueden ganar y de seguir haciendo oídos sordos al brutal genocidio de niños, mujeres y civiles en todo el territorio palestino. Siguen calentando el planeta con sus vuelos en jets privados, con su empeño por consumir productos deslocalizados y su manía de creer que los recursos son infinitos y el dinero, lo más importante de su asquerosa vida.

España como no podía ser menos, no se libra en esta batalla de monos locos al volante. El propio Ministerio de Transición ecológica, confunde electricidad con energía. Los mismos que siguen vendiendo el timo Hidrógeno verde como panacea del futuro, no se han enterado que si, que un 30 % de toda la producción de energía eléctrica en el mundo se ha generado por renovables y que ese porcentaje llega al 44 % en la UE. Pero que ese dato con el que ellos tiran cohetes y montan fiesta supone que en los 15 años que llevamos de ascenso de la demanda de electricidad, las renovables apenas si han cubierto un 10 % de esa demanda eléctrica de la tierra y que esa electricidad apenas si supone un 20 % del consumo global de energía, lo que evidencia que en el último año, apenas han cubierto un 3 % de la demanda global de energía (que no todo es electricidad). Y que ese 3 %, a su vez, es más o menos el aumento total del consumo de energía, por lo que, en realidad, no hay ninguna mejora porque se sigue consumiendo el mismo nivel de energías no renovables (petróleo, carbón, etc.) hasta el punto de haber pegado el mayor salto jamás registrado de dióxido de carbono emitido sobre la atmósfera, todo consecuencia del aumento del consumo de combustibles fósiles.

Vivimos en la sociedad del dinero. Todo se compra y todo lo puede. El gobierno de los monos con platillo, sigue enviando agua en trasvases. Agua que sirve para regar limones que acaban en la basura. Nada menos que 400 mil toneladas de limones según la COAG han acabado tirados por falta de recolección. Un millón y medio de litros de agua arrojados a la alcantarilla, con sus fitosanitarios, sus importaciones de abonos químicos, … . A esto le sumamos otros cincuenta millones de litros de agua perdidos porque también los calçots, unas 10 hectáreas, han sido arrancadas en Murcia y tiradas al estercolero. Así, tenemos que en las regiones más áridas de España, que consumen un agua que no tienen, además son capaces de desechar las cosechas para que el precio del producto no se despeñe. Pero luego, hay que hacer más pantanos y más trasvases. Y a ser posible que paguen los demás.

Y mientras todo eso sucede, los monos con platillos nos han dejado sin sanidad universal, sin hospitales que funcionen, sin escuelas para pobres, sin derechos sociales y con un sistema policial represivo, no en cuanto te meas fuera del tiesto, sino en cuanto empiezas a bailar por las ganas. Pero, como cantan los Celtas Cortos, «si para alquilar una casa, tienes que empeñar un riñón, Si Amazonas estira la pata, y si aumenta la polución, tranquilo, no te pongas nervioso, tranquilo,…, tranquilo majete en tu sillón».

Malos tiempos para la lírica que también cantaban Golpes Bajos. Así que ya saben, apaguen la TV, lean todo lo que puedan y luchen por la ecología, el feminismo y el decrecimiento si quieren que sus hijos tengan un futuro a más de cincuenta años.

Salud, república y más escuelas.

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