Miren ustedes al PSOE, ese partido que nació socialista, se hinchó de obrero y se pintó de español. Unas siglas que ya no significan nada, que están huecas, como un cascarón vacío que cruje con el viento de cada encuesta. No contentos con despojarse de los principios que alguna vez les dieron un ápice de dignidad, ahora les ha dado por mutilar las identidades que no caben en sus trajes de marketing. Lo último: suprimir la Q y el plus de LGTBIQ+, como si las vidas de quienes portan esas letras fueran borradores incómodos de su narrativa oficial.
¿Qué les molesta de la Q? ¿Es su rareza, su resistencia a encajar en los moldes de lo binario? ¿O es el "plus" lo que les quema en las entrañas? Porque ese "+" simboliza todo lo que ellos ya no son: amplitud, inclusión, futuro. El PSOE, que presume de avanzar hacia el progreso, decide retroceder, quitar capas y letras, simplificar hasta el absurdo, porque lo complejo no vende y lo diverso no cabe en sus eslóganes.
Les sobran la S, la O y la E. Porque de socialistas les queda lo justo para el selfie en Instagram. Y de obreros ni hablemos; ¿qué obrero se siente representado por un partido que negocia con la precariedad como si fuera moneda de cambio? Lo de "español" es una etiqueta que, a fuerza de uso electoralista, ha perdido hasta el brillo del engaño.
Dicen que es por simplificar. ¡Ya…! Más bien es por borrar. Por invisibilizar. Por dejar claro que hay vidas que no importan tanto, que hay cuerpos que no merecen ser defendidos y que las siglas son solo eso: letras sin alma. Quieren que todo sea fácil de digerir, que nada provoque, que nada incomode. Un PSOE sin carne ni sangre, reducido a un yugo anodino de lo que alguna vez pretendió ser.
Y mientras tanto, quienes sostienen esas letras con su lucha diaria, con sus vidas reales y su resistencia, quedan relegados a los márgenes. Margen es justo donde vive el PSOE ahora: en el margen de la relevancia, en el margen de la vergüenza, en el margen de la historia.
El día que al PSOE le sobren todas sus letras, tal vez quedemos en paz. Mientras tanto, que no vengan a contarnos cuentos de inclusión y progreso. Sus actos, como siempre, gritan más alto que sus siglas huecas.