La frase tan recurrida y despreciativa de muchos ciudadanos que exponen: "yo no soy político", pero después desde posiciones reaccionarias precisamente hablan de política y se pronuncian en contra de ésta (igual que la de quienes expresan que no son racistas, pero a continuación se manifiestan con posiciones desfavorables hacia los inmigrantes), no tiene sentido y es que, la política lo envuelve y determina todo y las posiciones políticas, mientras se defiendan con argumentos y sin violencia son todas respetables.
Nadie puede escaparse del deterioro tan grande que se le viene haciendo a la política y en consecuencia al sistema democrático en su conjunto. La desafección y el rechazo que produce la política, tiene unos responsables directos, los políticos y sus respectivos partidos, pero también indirectos que somos todos nosotros, ya que por acción u omisión participamos o consentimos, el deterioro y degradación tan grande que se le viene produciendo a la democracia.
El ejercicio de la política debe ser noble, sincero y generoso y es así como lo entiende y practica la gran mayoría de los políticos, sobre todo quienes, como regidores de medianos y pequeños municipios, se ven diariamente con la responsabilidad de tener que atender a sus convecinos, en los problemas que les afectan.
El deterioro se produce en la alta política, donde hay más intereses creados, confundiéndose los generales con los particulares. Los dirigentes a esos niveles han creado o modificado las estructuras de sus partidos políticos, haciéndolas o adaptándolas a su imagen y semejanza, para entre otras cosas poder mediatizar o secuestrar desde las instituciones a sus respectivas organizaciones políticas, mediante la fórmula de ostentar cargos orgánicos e institucionales al mismo nivel (juez y parte, va siendo hora de que se corrija esta grave anomalía democrática) y predominando este último, con todo el riesgo que como se está demostrando conlleva, no en vano, es el cargo público con el poder que ostenta y los presupuestos que maneja, el que se suele degradar y en muchas ocasiones corromper.
Esas estructuras jerarquizadas casi como de sectas religiosas, permiten que se pueda llevar a cabo otro de los grandes problemas de la democracia, la profesionalización de la política y tener que soportar a políticos a perpetuidad y en muchos casos si la abandonan, es para pasar a engrosar la nómina de los consejos de administración de grandes empresas, de sectores y servicios esenciales, que previamente han privatizado como: abastecimiento de agua o energía y entidades bancarias.
Es patético e indignante comprobar la utilización de instituciones como el Senado, cámara inservible pero que nos está costando según los presupuestos una media anual de más de 51 millones de euros, para enviar a los políticos decadentes o conflictivos que no saben sus respectivas formaciones políticas qué hacer con ellos. Es evidente que, por higiene democrática y ahorro presupuestario, esta institución debería ser disuelta.
En este sentido, lo mismo tendría que ocurrir con otras instituciones como el Consejo de Estado, Defensor del Pueblo y sus homologas territoriales. Diputaciones con las que, con la salvedad del PP, había un amplio consenso en las elecciones generales de junio del 2016, de las demás organizaciones políticas para proceder a sus disoluciones. Esto mismo tendría que ocurrir con los cabildos insulares, pues no tiene sentido su existencia después de haberse creado el Estado de las autonomías. Esta tendría que asumir las competencias supra insulares y por agilidad, eficacia y economía los ayuntamientos como administración más cercana a la ciudadanía, los servicios socio sanitarios, culturales y deportivos. Con la disolución de las referidas instituciones, serían muchos los millones de euros que se podrían destinar, para mejorar la vida de las personas más humildes y vulnerables.
Faltando a la coherencia y dependiendo si se está en el gobierno o la oposición, los políticos suelen enfrentarse y crispar la vida política y social. Sin embargo, en la defensa de sus intereses particulares, como los relacionados con sus prebendas e incrementos salariales y económicos, suelen sin fisuras apoyarse mutuamente.
Todos los partidos políticos tienen grandes carencias democráticas, aunque el PNV es el que menos, precisamente porque no existe compatibilidad entre sus cargos públicos y orgánicos, siendo este el que prevalece y en consecuencia, desde el mismo se apoya a sus militantes que gobiernan en las instituciones, para que realicen la mejor gestión posible, pero al mismo tiempo les controlan para que no tengan desviaciones y/o conductas indeseadas. Con toda probabilidad, será por eso que no son conocidos casos de corrupción en esta organización política.
Desde los partidos políticos se constituyen los diversos poderes: Legislativo, Ejecutivo y en el caso de España al no existir separación entre ellos, incluso el Judicial. Se hace necesario regenerar y renovar la vida política, empezando por los propios partidos políticos para lograr una Sociedad más democrática, justa, plural, transparente y participativa. En este sentido se debe buscar fórmulas y aplicarlas para que el articulo 6 de la Constitución se haga realidad y que las estructuras y funcionamiento de los partidos políticos sean efectivamente democráticos. Para que la Justicia sea realmente democrática debe emanar del pueblo.
La propia Constitución debe ser sometida a revisión y modificación, para que se produzcan los cambios cada vez más evidentes y necesarios, entre otros, que la soberanía radique efectivamente en el pueblo y no nos veamos impotentes ante tantos desmanes, producidos por una determinada casta política, que no le importa erosionar nuestra convivencia y menoscabar la propia democracia, teniendo muy en cuenta que la misma, no consiste solamente en depositar cada cuatro años un voto en las urnas.
El PP acoge a gran parte de la extrema derecha y suele hacerle la competencia a Vox, pero si continúan tantas injusticias, desigualdades y restricciones a la libertad, corremos el riesgo de que se consolide y arraigue cada vez más en nuestro país, el populismo, la xenofobia y el fascismo, igual que ya lo han hecho en otros países de Europa. Al margen de cualquier consideración partidaria, los demócratas debemos unirnos y no consentir que, por irresponsabilidad o intereses mezquinos, se ponga en juego la democracia y que nos retrotraigan a épocas pasadas, con la perdida de derechos y libertades.