Hoy hace un día de perros. Parapetado por el resguardo que le da el cristal, ve como los copos caen lentamente. Hacía tiempo que no veía nevar así. Desde la Filomena. Aunque en aquella ocasión todo sucedió mientras la gente dormía. No tiene pinta de que el proceso vaya a reproducirse. La nieve cae mansa y se deshace en cuanto entra en contacto con el oscuro y sucio asfalto de la ciudad. Sólo entre los cubos de basura, que hay frente al establecimiento, empiezan a verse algunas calvas blancas sobre los cartones, los trozos de muebles rotos y algunos sacos de escombros que rodean los contenedores. Se percata de que Madrid es una ciudad especialmente sucia. Una ciudad que trata mal a todos, desde los seres humanos, a los animales. Bueno, a todos no, porque las ratas se multiplican ayudadas por la desidia de una corporación dedicada más a enriquecer a los amigos que a gobernar para los súbditos.
Atilio come deprisa. Posee dos motivos importantes para hacerlo así. Solo tiene cuarenta minutos para el almuerzo entre un curre y otro y hoy, con el frío y la nieve, no puede realizar el procedimientohabitual: sentarse a devorar un bocadillo preparado con precipitación y escasos recursos a las cinco de la mañana en el parque sobre en uno de los bancos junto a los columpios de los niños. Hoy, con las chispas de frío que comenzaban a caer, ha preferido gastarse un euro en un vaso de café aguado en uno de esos establecimientos americanos de comida basura que han surgido como la espuma por todos los barrios de la ciudad y se ha sentado a comerse su sándwich de jamón cocido (de esos de lata que son muy baratos) en una de las mesas del local, junto al escaparate. Tiene miedo de que los empleados le digan que allí no se puede consumir comida traída de fuera, pero de momento, la bebida le está salvando de la llamada de atención.
Mientras devora el emparedado como si llevara semanas sin probar bocado, mira el paisaje a su alrededor. Por la mañana, ha pasado más frío que un pingüino mientras segaba la hierba, recortaba los setos y limpiaba las papeleras de los jardines de la mancomunidad de vecinos que le paga la seguridad social y 550 euros al mes por seis horas diarias de jornada. Desde las ocho hasta la dos. No es mucho, pero es una oportunidad a la larga. Al portero del número siete le queda poco tiempo para llegar a la jubilación y el administrador le ha comentado que como están muy contentos con su trabajo, podría ocupar su lugar cuando eso suceda. El salario se elevará hasta los 1.200 euros y aunque la jornada será extensa, (sabe por experiencia, que nunca cumplirán lo que pone en el contrato), al menos tendrá vivienda gratis.
Ahora que parece que la nieve amaina y el txirimiri se ha empoderado, es hora de empezar el nuevo tajo. Intuye que hoy habrá poco trabajo. Limpiar cristales de escaparates y bares es complicado cuando llueve. Porque no cunde y los dueños, habitualmente le dicen que lo deje para otro día. Si no hay limpieza, no hay cobro. Es autónomo en este segundo trabajo y se tuvo que dar de alta porque estuvo un tiempo trabajando en negro y un día una inspección de trabajo en uno de los restaurantes dónde estaba limpiando la luna, le costó que casi le expulsaran del país. Si no hubiera tenido el otro trabajo, ya estaría de vuelta en su Paraguay natal.
Así que Atilio es uno de esos ciudadanos que la estadística dice que tienen empleo estable. Aunque entre los dos currelos haga más de doce horas diarias y sus emolumentos apenas lleguen, entre los dos trabajos, a los mil euros. Atilio también forma parte de ese uno de cada cuatro españoles en riesgo severo de exclusión social, a pesar de tener dos trabajos, y de la estadística del pleno empleo.
Además, forma parte de esa estadística no realizada sobre el racismo en España, que en algunos casos también es aporofobia. Porque físicamente podría pasar por un europeo más, pero el habla, sus excesivos gestos de servilismo (fruto de una educación represiva con los pobres y excesivamente generosa con los ricos) y sus maneras extremadamente educadas, le delatan. Él, no sabe ser de otra forma. Está agradecido por lo que tiene. Aunque no sea mucho.
Su señora, Elodia, le echa más horas que la barandilla limpiando las escaleras de varias comunidades más cercanas a dónde residen. Cuando no, se pasa el día buscando productos en los supermercados a punto de caducar porque son más baratos y, cada quince días, cola en Cáritas para poder comer y que les dé para sobrevivir. La vida es dura. Quinientos euros de alquiler por un minúsculo piso en un pueblo del cinturón de Madrid. Más los 28,80 euros para el bono B2 de él y 21,80 para la Zona A de ella.
Lo que peor llevan es la maldad de la gente. El matrimonio estuvo viviendo un tiempo en un local vacío que les dejaba la señora que ambos cuidaban cuando llegaron a España. Cuando se enteraron dos de sus nietos, que nunca venía a ver a la abuela, pusieron el grito en el cielo. La abuela les preguntó que por qué protestaban. Si acaso les hacía falta el local a ellos para algún negocio. Ambos negaron. Lo razón que le dieron a la abuela fue que lo único que querían es que esos sudamericanos no vivieran allí.
No pudieron superar aquello y tuvieron que irse del trabajo y buscar viviendaen un lugar dónde podían pagar el alquiler: un pueblo. Aunque con ello a Atilio le lleve tres horas diarias el ir y venir del trabajo.
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Pobreza plena
Hace unos días, grandes titulares de la prensa servil y las televisiones, nos sermoneaban sobre lo bien que marcha el país en materia laboral. Aseguraban que febrero es tradicionalmente un mes de aumento del paro. Y que, por primera vez en mucho tiempo, el dato era negativo y el número de parados descendía en un 0,27 % (7.452 parados menos), algo que según la estadística no sucedía desde septiembre-octubre de 2008.
En realidad, si uno mira las estadísticas del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, la alegría no es para tanto porque salvo en el periodo 2008-2013 y en el 2021, el resto de febreros desde hace más de veinte años, este ha sido un mes en el que el paro siempre ha sido negativo (ha bajado). Es verdad que ese dato de 2.767.860 pardos, no se daba desde octubre del año 2008. Pero no lo es que el histórico sea de los mejores. Ni siquiera que sea excepcional.
Si a eso le añadimos este titular del diario Público, que dice que uno de cada cinco nuevos empleos aflorados durante el 2023, ya existía en negro, es decir, que ha sido «obligado a legalizarse» a través de la inspección de trabajo, nos encontramos con que los datos no sólo no son para montar fiesta, sino para llorar. Evidentemente, la Inspección de Trabajo está para eso, para evitar el fraude. Pero debería preguntarse el gobierno de turno ¿por qué en España el trabajo en negro supone un porcentaje de casi el 20 %? ¿Por qué la economía sumergida es la salvación de muchos españoles que sin ella no llegarían a fin de mes? y ¿por qué nadie ha sido capaz de cruzar bases de datos para que gente que declara ingresos de veinte mil euros al año, posea patrimonios cercanos o superiores al millón de euros, conduzca coches de sesenta mil euros o tengan hijos estudiando en el extranjero sin beca? ¿Cómo pueden permitirse esos gastos con los ingresos declarados?
Si, además, introducimos una nueva estadística sobre la mesa como es la de AROPE sobre la pobreza en España, que como ya decíamos la semana pasada supone que más de uno de cada cuatro (un 26,5 %) de los españoles está en riesgo severo de pobreza (no alcanzar el 60 % del salario mínimo aunque se reciban ayudas) y exclusión social, y la conjuntamos con la del empleo, podemos colegir que aunque en España, haya mejorado estadísticamente la oferta de empleo, este es de peor calidad, lo que supone un severo retroceso social. Además, podemos deducir también que ya no es necesario estar en el paro para ser pobre, y que ahora, muchos españoles tienen que doblar jornadas de trabajo, enganchar dos currelos o un currelo en A y chapuzas en B, para poder subsistir. Y señores, eso, es el sueño americano: pluriempleo basura y crédito para sobrevivir. Que sumado a la privatización sanitaria y a la proliferación de las universidades privadas mientras las públicas se dejan morir por falta de recursos, nos acerca cada día más al estado fallido que hoy es USA.
Esto del pluriempleo basura (en España se recurre a un segundo empleo para capear la inflación 7 veces más que en la UE) y la insuficiencia económica para vivir decentemente, también se parece bastante a la economía de posguerra de los años cincuenta, sesenta y setenta
Lo que desgraciadamente nos lleva a la pregunta de aquellos que sin formación, ni futuro, interés y que son absolutamente indigentes en el conocimiento del funcionamiento de la política de estado y del modelo social que dictamina el artículo 1 de nuestra Constitución, se hacen: ¿para qué sirve una democracia si al final estamos como en la dictadura? Y afloran pensamientos individualistas, como que el IRPF es un robo del estado, o preguntas estúpidas como ¿por qué tengo yo que pagar Seguridad Social? O todavía peor, no saber discriminar ni distinguir sobre deducciones en la nómina y asimilar todos los conceptos (IRPF, Seguridad Social, Pasivos, Paro, etc.) bajo el mismo pensamiento primario convirtiéndolo en un «tótum revolutum» con la única conclusión de que el estado te roba. Y esos argumentos, que a su vez son el discurso de los fascistas, son una de las causas, junto al comportamiento errático, voluble y capitalista de la pseudoizquierda que en realidad sólo son adoradores del hijoputismo con lenguajes inclusivos y palabras más «bondadosas» con el concepto social pero con los mismos hechos y comportamientos que los «liberanarcos», del ascenso del fascismo en la UE.
Una sociedad en la que el 10 % de la población posee el 70 % de la riqueza y en la que los más pobres tienen que echar diariamente 15 horas para poder sobrevivir (y sobrevivir se convierte solo en desplazarse, trabajar y dormir) debería causar pavor precisamente entre ese 90 % que apenas tiene ingresos suficientes como para subsistir, estando, como se ha reflejado en la estadística de AROPE a un paso de vivir en la calle. Porque son muchos los hogares no ya que no se puedan permitir vacaciones, poner la calefacción en invierno o comprarse ropa que no se vea que es de mercadillo o de batalla de esos grandes comercios que explotan mujeres y niños en Bangladesh, la India o Taiwan. Son muchos los hogares que además no pueden hacer frente a la rotura de una lavadora, de la nevera o de una derrama en la comunidad provocada por una ITE desfavorable. Y sin embargo le siguen la corriente a los explotadores cuando algún político reclama horarios justos para camareros y trabajadores de hostelería. Y se ponen de parte de los que dejaron morir a 7291 ancianos por falta de asistencia cuando han desmantelado la sanidad pública o cuando las becas educativas se las conceden a los que no las necesitan porque forman parte de ese 10 %.
Ahora, cuando todos los correveidiles de la prensa servil, jalean las intenciones de la Von Der Nazi y de todos los peleles que siguen las directrices de los oscuros negociantes belicistas de USA, animando a Europa a entrar en guerra con Rusia, como si hubiera alguna posibilidad de que esa circunstancia fuera a salir bien, hay animales de bellota que aplauden ese ardor belicista, ignorando que, en caso de guerra, ellos serán la carne de cañón.
Son legión los que hacen caso omiso a las advertencias de los expertos climáticos. La última esta de que el agua del mar en Canarias está ya entre 2 º y 3 º por encima de su temperatura habitual, (21,5 º C) que escapa a todas las previsiones realizadas para finales de siglo y que confirman que la corriente AMOC puede desestabilizarse en cualquier momento y causar catastróficos efectos sobre el clima, sobre la naturaleza y sobre el ser humano.
Esto cada día se parece más al viaje del Titanic. Un barco en el que los pobres se hacinaban en lo más profundo del barco, creyéndose parte de la fiesta porque se entretenían oyendo de lejos la música que sonaba mientras los poderosos de la primera clase tomaban copas y bailaban al son de la orquesta. El capitán del barco y los oficiales, seguían el gozo de los ricos desde sus lujosos puestos de cabecera en el salón de baile. Fuera, un Iceberg se acercaba peligrosamente sin que, quién debía tomar decisiones, se inmutara. Porque su copa estaba llena y su barriga henchida. Todos sabemos cómo acabó y quienes se salvaron. Solo que esta vez, no va a haber botes salvavidas para nadie.
Apaguen sus televisores y dejen de escuchar panfletos que pasan como noticiarios. Estarán igual de desinformados pero al menos no creerán ni una palabra de lo que les digamos y sacarán sus propias conclusiones.
Sólo nos queda el feminismo, la ecología y un decrecimiento que ya ha empezado y que, al paso que vamos, será mortal para los de abajo porque se está haciendo por la fuerza y sin justicia social.
Salud, república y más escuelas.