Daniel Martínez Castizo

El poder económio contra el PSOE: Polarización ficticia y falsa bandera

22 de Julio de 2024
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El poder económio contra el PSOE Polarización ficticia y falsa bandera

El poder económico (representado mayoritariamente por organizaciones políticas y “sindicales” de derechas) se ha propuesto profundizar en la campaña de deslegitimización del PSOE. El objetivo es convertir el partido en una suerte de organización de izquierdas totalitaria y corrupta que aspira, junto con sus socios comunistas, a acabar con la democracia liberal. Estos postulados se sobredimensionan espectacularmente a través de los mass media que, en informativos o tertulias, se centran en reproducir los discursos de odio y bulos que PP-VOX vierten sobre el presidente del Gobierno y su familia, los Ministros y Diputados socialistas.

¿Qué hay detrás de esta maniobra del poder económico dirigida contra el PSOE?

A muchos nos resulta increíblemente raro que el poder económico cargue contra el PSOE porque, y esto no es ningún secreto, actúa como el lubricante prefecto en momentos de fricción. Cuando el Régimen del 78’ está en apuros, la mejor receta se llama PSOE. Esta organización ya mostró su compromiso con el sistema actuando de bisagra entre, por una parte, el poder económico que acabó con la Segunda República y configuró el franquismo y, por otra, los movimientos sociales y organizaciones de izquierdas que cuestionaban el proceso. De hecho, la Monarquía Parlamentaria bajo los postulados de la economía de mercado se consolida con los gobiernos de Felipe González mostrando, de esta forma, que se trata de un partido capaz de adoptar medidas socioliberales (cuando son esenciales para salvar la situación de tensión social) y doblegarse ante propuestas neoliberales (cuando así lo diga el mercado) sin que cause desgaste alguno a ellos o al sistema. Dicho de otra forma. Si hay un partido que representa mejor que ninguno otro el Régimen del 78’ y la democracia liberal ese es el PSOE, incluso o, sobre todo, con Pedro Sánchez.

La moción de censura que aupó a Pedro Sánchez al poder político salvó los muebles del Régimen y del sistema bipartidista. El PP de Rajoy estaba con múltiples frentes abiertos: en la calle por los recortes; en los juzgados por corrupción y en el Parlamento porque había perdido la mayoría absoluta. Hacía falta una fuerza política –de fiar– que restaurase la fe en las instituciones e hiciera ver a las clases populares que si se podía. En el pulso electoral abierto entre PSOE-UNIDAS PODEMOS ganó el primero y, desde una posición de fuerza (el PP ya había hecho el juego sucio), logró que la izquierda alternativa rompiese el tabú de prestarse a cogobernar con el PSOE en el Estado. De esta forma, con la constitución de los gobiernos progresistas, se puso la primera piedra para cerrar el proceso impugnatorio abierto por el 15M. Además, también logra apaciguar los ánimos de la periferia retomando la vida política e institucional en Catalunya y, tendiendo la mano a izquierda y derecha, normaliza el apoyo de dos rivales electorales como Bildu y PNV.

El resultado de estas políticas de progreso para el poder económico ha sido, aunque les cueste reconocerlo, un tiempo de paz determinante para el crecimiento e incremento de las ganancias y dividendos del capital. No se pueden quejar. La izquierda alternativa está ayudando a aplicar reformas que aportan bienestar sin cuestionar la economía de mercado y, en la medida que se mejora la calidad de vida de las clases populares (al menos no van a peor), los agentes sociales permanecen activos y colaborativos con el Régimen del 78’. La España de Pedro Sánchez va tan bien como la de Aznar o Zapatero. Por ello, la derecha política no puede ofrecer al poder económico un proyecto de país mejor que el gestionado por el PSOE. La estabilidad política y económica que este partido logra garantizarles, cuando más débil están y más contradicciones se hacen visibles, no lo puede llevar a cabo PP o VOX.

Este proceso de polarización ficticia que están ejerciendo contra el PSOE resulta muy complicado de digerir cuando, a todas luces, no se trata de un partido radical que aspira a transformar el Régimen (ese que con tanto ahínco ha consolidado) y, por otra parte, parece tener controlado el gobierno de coalición. No obstante, el poder económico puede jugar esta carta de la falsa bandera porque, pase lo que pase, se le plantean dos posibles escenarios: 1) gobierno neoliberal de PP-VOX o 2) gobierno socioliberal en solitario de PSOE.

¿Quién no entra en la quiniela? La izquierda alternativa que perdería el espacio que ahora ocupa y abriría las puertas a potenciar la agenda neoliberal que el poder económico tanto codicia.

De hecho, la izquierda alternativa y los movimientos sociales (los más peligrosos para la estabilidad del poder) se encuentran atrapados entre las tareas de gobierno y la consolidación de un amplio espacio que supere las contradicciones entre cogobernar y transformar (al margen de los egos). En el caso del gobierno están sumidos en un perpetuo esfuerzo por hacer que su socio gire hacia medidas socialdemócratas que, dicho sea de paso, han servido para reforzar la adhesión de las clases populares hacia el Régimen en vez de cuestionarlo (otro punto a favor para PSOE). Por el lado organizativo, se vive una ruptura del “consenso” electoral que reduce considerablemente las opciones de alcanzar una futura representación institucional.

Por tanto, esta estrategia de polarización, que sacrificaría el peón PSOE, responde a una maniobra de falsa bandera que el poder económico puede permitirse para alcanzar objetivos mayores. El papel de la izquierda alternativa en el gobierno de coalición, aunque muchos de los críticos no sean conscientes o considere insuficiente, es un freno al codiciado proyecto neoliberal. La única sorpresa para el poder sería que, frente al debilitamiento forzado del PSOE, surja una fuerza política alternativa capaz de convertirse en el referente organizativo de las clases populares. Solo de esta forma puede contrarrestarse esta estrategia que desembocará, a buen seguro, en otro ciclo electoral para el que hay que estar preparado.

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