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Premio a la hipocresía europea

30 de Junio de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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pancarta refugiados
A unos días de concluir el plazo que se había establecido para cumplir con la cuota de acogida de refugiados a la que el gobierno de España se había comprometido, es poca la esperanza que queda de que ese compromiso sea finalmente cumplido. Nuestros gobernantes son una vergüenza para la humanidad. Han fallado a la historia y al ser humano. Y, sin embargo, todavía tienen la poca vergüenza de galardonar a la Unión Europea con el premio Princesa de Asturias. Como si no fuera con ellos la crisis de los refugiados.De acuerdo al jurado, el galardón se ha otorgado como reconocimiento al “más largo período de paz de la Europa moderna”, así como por difundir “valores como la libertad, los derechos humanos, y la solidaridad”. Precioso. Las palabras serían acertadas si no fuera porque los dirigentes europeos han traicionado esos valores tan fundamentales que, tras la segunda guerra mundial, impulsaron iniciativas como la europea de cara a consolidar un modelo internacional pacífico. Pero vivimos en la desmemoria. El ser humano olvida pronto. Olvida las consecuencias de votar a la extrema derecha, cuyo auge en los últimos tiempos no parece ser señal de que esos preciosos valores pasen por su mejor momento.Y, por supuesto, olvida la solidaridad. ¿Se ha aprendido algo realmente desde la última gran crisis de refugiados provocada por la segunda guerra mundial?Una cuestión más: definición de paz. Porque los derechos humanos de tercera generación han venido concretando la definición de este concepto, reconocido como un derecho humano, viniendo a afirmar que la paz no es la mera ausencia de conflicto, sino que se requieren una serie de garantías, de acceso a derechos básicos, de seguridad y un cierto bienestar.La hipocresía de este reconocimiento hace que me plantee seriamente hasta donde llegan las responsabilidades de nuestros políticos. Vivimos en una sociedad en la que parece que no queda del todo claro el reparto de tareas entre lo público y lo privado. Esa frase que se popularizó tanto al inicio de la crisis, que decía que los beneficios son privados y la deuda pública, resulta ser una definición bastante acertada de nuestro modelo. Porque actúan como si la cosa no fuera con ellos, y llega un punto en que una se siente frustrada y cansada. Cansada de que la publicidad de las ONGs vaya específicamente dirigida a la ciudadanía, como si fuera la única responsable de esos refugiados que lloran y pasan hambre. Cansada de que los medios elogien la bondad de nuestros ricos, en lugar de echarles en cara sus responsabilidades fiscales. Si de algo ha servido el rechazo de la donación de Amancio Ortega ha sido el poner de manifiesto esa hipocresía y para recordar a los ricos que no estamos en un modelo de caridad, sino que tienen obligaciones fiscales mediante las cuales esos derechos sociales de la ciudadanía se verán cumplidos. Gracias Amancio pero, cumple con tus obligaciones y no necesitaremos tu limosna.La solidaridad ciudadana es algo muy necesario y elogiable pero corremos el riesgo de confundir responsabilidades y privatizar tareas de las que la administración pública debería hacerse responsable. Derivar a las donaciones privadas y al esfuerzo ciudadano la responsabilidad de garantizar los derechos socioeconómicos nos lleva a un modelo próximo al Londres de la revolución industrial y alejado de los valores democráticos por los que durante décadas tantas personas han luchado.Considero que la población está sobradamente concienciada con el problema de los refugiados y que, en la medida de sus capacidades, ha contribuido de una forma y otra a apoyar a éstos. Lo que es realmente necesario es que sean los gobernantes los que se pongan las pilas y cumplan con el derecho internacional. Lo triste es que eso es algo que no ocurrirá. Pero, mientras haya gobernantes como los nuestros, la ciudadanía tendrá que seguir actuando por su cuenta desde la solidaridad inmanente al ser humano.
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