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PSOE: ¿un roto o un descosido?

06 de Junio de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Mario Jiménez
El día 21 de mayo, celebración de las primarias del Partido Socialista a la Secretaría General, tuve la oportunidad de estar presente en la sede de Ferraz. Esta vez, como periodista, para cubrir la información junto a mis compañeros de Diario16.com. Y así fue cómo pude preguntarle a Mario Jimenezqué sucedería con la Comisión Gestora a partir de ese momento en el que el candidato Sánchez ya se había confirmado como ganador. Por un lado, la pregunta era meramente técnica, digamos que "estatutaria"; pero por otro, no puedo negar la intención, también dejaba entrever que la Comisión Gestora había sido vencida, esto es, que se había urdido contra Sánchez y que, tras su resurrección, ya no pintaba nada; en otros términos, la pregunta bien pudiera interpretarse, en un sentido más coloquial como "ahora que la militancia os ha mandado a freír puñetas, ¿cuándo os vais?".Sí, fue la segunda pregunta (y última que se le hizo al portavoz de la Comisión Gestora que había salido a dar los resultados finales de las votaciones); y sí, prácticamente todo el mundo en la sala -incluido, sobre todo, el propio Jiménez- sabían que quien estaba preguntando tenía mucho que ver con aquella casa. Algunos, incluso -yo me atrevería a decir que bastantes, por las preguntas y conversaciones que mantuvieron conmigo en los pasillos durante la tarde- sabían bien mi posicionamiento en todo este destrozo del PSOE: desde el 1 de octubre manifesté mis opiniones contrarias al golpe de mano de los afines a Díaz, y en más de una ocasión, fui transparente en mis apoyo hacia Sánchez. Por eso yo era consciente de que mi pregunta podría clavarse como un aguijón. Y, por eso, Jiménez contestó algo molesto, incluso no escatimó a la hora de intentar soltarme alguna pulla cuando quiso dar a entender que él tenía ya mucha experiencia en esto de las Gestoras y de los estatutos, y que en base a la misma, este órgano permanecería hasta la constitución de la mesa del Congreso. Intentó así Jiménez darme una lección "estatutaria" y, de paso,  decirme "vamos a estar aquí hasta el último momento". El tono sobrado de cierta prepotencia además me daba a entender algo más, algo así como "por mucho que penséis que habéis ganado la batalla, aquí seguimos, por derecho".No fue imaginación mía esta interpretación. Porque mientras esto sucedía, estaba formándose una bronca de un calibre considerable en la quinta planta a tenor del hecho de que Susana Díaz se negaba a salir en la foto del trío de los candidatos. Se quería marchar. De inmediato. Pero finalmente accedió. Y cuando bajó a dar su discurso de la derrota, con cara de pocos amigos y fingiendo una sonrisa absurda, se marchó aguantando como pudo la compostura. A su paso, por el pasillo entre periodistas que le dirigía hacia la puerta, un abrazo a una compañera. Y unas palabras que todos pudimos oír (y ver, con la carga del lenguaje corporal), donde con un tono un tanto inquietante, Díaz le decía "tranquila, tranquila" mientras su cara cambiaba en milésimas de segundo.Es evidente que el PSOE quedó roto, más que "descosido". Porque si hubieran ganado los de siempre, o sea Susana Díaz apoyada por todos los barones y batallones de feligreses, el PSOE habría quedado hundido. Y es que, de alguna manera, habrían perdido también los de siempre: los perdedores a los que les han hecho gestoras por doquier, les han amedrentado con expulsiones, con puestos de trabajo propios o de familiares, con calumnias y con derrocamientos. Habrían sido los de siempre machacados por los otros de siempre. Pero visto en pantalla grande y con una sensación de "aquí ya no hay nada que hacer". Eso hubiera significado para la gran mayoría la victoria de Díaz. Porque no es tanto el hecho de que Ella saliera victoriosa (que también), sino que ganase lo que ella representaba. Y créame, mi querido lector, esa duda, ese acojone -permítame la licencia- estaba muy presente hasta el último instante del recuento de los votos. Más que nada porque las trampas también están entre el haber de fechorías de los de siempre. Y los pisoteados y trampeados ya nos esperábamos cualquier cosa. Así de triste y así de cruda es la realidad dentro del PSOE y, lo que es peor, la que ha sido durante demasiado tiempo.Así es como han ido instalándose los Hernandos de turno, algo que desde la imagen que ahora tiene España de ellos resulta difícil comprender, pero que desde el conocimiento interno de la organización responde a la lógica de una ley de hierro de la oligarquía que, estoy segura, Michels no llegó jamás a suponer de tan baja estofa.Por eso la tarea que tiene ahora Pedro Sánchez en lo que a unir al PSOE se refiere no es baladí. Porque la propia consideración de "coser" implica "unir" dos partes de una misma cosa que han sido separadas. El problema en este caso es que una de las partes, aún siendo muy relevante dentro de esta "cosa" que es el PSOE, dudo de que en realidad tenga algo compartido con la esencia de lo que "debería ser" "la cosa". El asunto pasa por si tiene sentido tratar de coser dos telas que no pegan ni con cola, o más bien entender que un vestido puede resultar más adecuado si se corta por lo sano con ese parche mal puesto que tanto lo afea y destroza.Dejaré las metáforas. No hay necesidad para no hablar claro. Si Sánchez quiere realmente hacer despegar un proyecto como el que tiene entre manos, darle la entidad que verdaderamente debe tener el concepto del Partido Socialista -ese por el cual, en un momento dado, fue incluso razón para que algunas personas llegasen a dar su vida por defenderlo- tendría que tomar la decisión de marcar unas líneas claras y hacer cumplir un mínimo de ética. Quienes han destrozado y pisoteado de manera ruin, y además cobarde, los principios que para algunos constituyen una manera de entender la vida, deberán ser cuestionados sin ambages. Y éstos, de tener la más mínima conciencia de lo relevante que es comportarse en algún momento de su vida con cierta honestidad, deberían marcharse.Por el momento en el día de ayer la Comisión Gestora anunció su marcha.Antes de constituir la mesa del Congreso. Antes de lo que, según Jiménez, marcan los estatutos. Y lo han hecho sin rendir cuentas de gestión. Esto significa que, después de haber intentado buscarle las vueltas a Sánchez con su campaña de financiación, llegando incluso hasta el Tribunal de Cuentas; que en contrapartida jamás preguntaron a Susana Díaz sobre el pago de eventos como el celebrado en IFEMA, o no pidieron ninguna explicación a pesar de haberse denunciado públicamente el pago con dinero de la Diputación de Pontevedra de los autobuses para llenar un mitin de Susana Díaz en Madrid; con estos hechos en su haber, resulta que después de ocho meses gestionando el partido (décimos de lotería premiados mediante), no van a dar una sola explicación, ni van a presentar una sola cuenta.Lejos de facilitar una actitud que pudiera interpretarse como mínimamente honesta, la normal que se ha de suponer en cualquier caso, pero sobre todo en los más sensibles, queda la evidencia de que en el PSOE hay personas que, no sólo no responden a los más mínimos criterios que un socialista debería tener, sino que, básicamente, se trata de perfiles que, a mi entender, deberían estar lejos de cualquier tipo de gestión de interés del bien común. Y me daría igual en el partido que quisieran "colocarse".Esta es la decisión que deberá tomar ahora la nueva dirección socialista. Y no es baladí. Pues si una herida se quiere curar, lo primero que ha de hacerse, es limpiar y desinfectar. Algo tan fundamental en la vida cotidiana, como la única solución que yo le veo a este nuevo periodo del partido socialista. Afirmación radical, lo sé, pero puestos a ser radicales, prefiero serlo desde la ética que desde la mediocridad con la que algunos han destrozado el PSOE.
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