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PSOE y el mesianismo palurdo

04 de Noviembre de 2016
Actualizado el 02 de julio de 2024
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El socialista vasco Eduardo Madina construyó un retórico pretexto ante la abstención del PSOE a la investidura de Mariano Rajoy, afirmando que desde la oposición y con una derecha minoritaria en el Congreso, el Partido Socialista aplicaría su programa en esta legislatura, lo cual parecía más producto de la imaginación de Lewis Carroll y su conejo blanco que llega tarde o su Sombrerero o Gato de Cheshire, que la reflexión de un político con cierta perspectiva de la realidad. Quizá, porque es complicado la creación de excusas convincentes y silencios adecuados ante la posición voluntaria y sin contraprestación alguna del PSOE para la continuidad de Rajoy en el gobierno. El mismo candidato conservador en la sesión de investidura desmontó, no sin cierta dosis de humillación al Partido Socialista, más que el tosco discurso del diputado Rufián, toda la tramoya de pretextos socialistas cuando dijo rotundo desde la tribuna de oradores que él aplicaría su programa a rajatabla porque venía a gobernar y no a ser gobernado. Y ya sabemos cuál es el programa de la derecha: extra ecclesiam nullesalvatio (sustitúyase ecclesiam por recortes, desigualdad y sufrimiento de las clases populares).En los 137 años de historia del PSOE no hay precedentes de una peripecia tan autodestructiva para el propio partido y por unos intereses tan oscuros y mediocres. Una crisis de una gravedad severa que afecta a la propia supervivencia de la organización propiciada por unos propósitos cicateros y con una ejecución autoritaria y contradictoria. El coup de force realizado por algunos dirigentes del PSOE nada menos que para defenestrar a un secretario general, cambiar drásticamente el criterio del comité federal, propiciar la división del grupo parlamentario, incitar al desafecto de la militancia y la frustración del electorado, ¿con qué objeto? No ha sido una confrontación de ideas, ni de modelos alternativos políticos, económicos o sociales, ni incluso sobre vertebración orgánica del partido, sino una lucha grosera de poder interpretada con un maquiavelismo de aldea por un mesianismo palurdo y contrario a cualquier visión sensata de pensamiento o metafísica socialista.Cómo reconstruir un partido de izquierdas, en onerosa fragmentación, sin liderazgo, decapitado parlamentariamente, sin referencias ideológicas, sin sujeto histórico, carente de pensamiento crítico, sin posición ni función en la sociedad, es algo que deberían explicar los responsables de llevarlo a la extrema debilidad histórica, política y social que padece y cuya incumbencia en la crisis no admite más excusas ni autoabsoluciones. Silenciar a la militancia y a los ciudadanos es un intento imposible que agrava aún más el deterioro del PSOE. Una crisis consecuencia de unos actos mediocres que el Partido Socialista centenario no se merecía. Como dijo Manuel Azaña, las cosas grandes la gente pequeña las estropea.
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