Produce estupefacción el video con las declaraciones de la ministra de Sanidad en la última Asamblea de la Organización Mundial de la Salud en Ginebra. En contra de las afirmaciones sonrojantes de la ministra, la mayoría de los medios españoles ni lo han tratado, y aquí no se ha enterado casi nadie de lo que se cuece a tan alto nivel, que indudablemente interfiere con la soberanía de nuestro país en temas tan importantes como la salud, la libertad de expresión o el consentimiento informado. ¡Menuda democracia!, en la que Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS, aconsejado por un puñado de millonarios que la financian, decide por todos nosotros lo que será o no una futura pandemia, y cómo deberemos tratarla (probablemente con confinamientos, mascarillas y las vacunas experimentales de ARN mensajero de nuevo).
Cuando aún no se han reconocido los graves errores y las nefastas consecuencias de la pésima gestión de la pandemia por parte de la OMS y, por su puesto, de las administraciones españolas, recomendando entre otras cosas las vacunas COVID de ARN mensajero, cuatro años después sale a la luz lo que muchos ya sabíamos: que ha sido mucho peor el remedio que la enfermedad. Aunque algunos se hayan llenado el bolsillo y otros, que tomaron las decisiones, quieran irse de rositas y continúen con su acciones antidemocráticas.
Un reciente artículo publicado en la revista BMJ (British Medical Journal), una de las revistas científicas de salud más importantes del mundo, aporta las siguientes perlas para los que todavía anden despistados y continúen creyéndose las afirmaciones de los políticos de turno, de uno u otro signo. Señalamos a continuación algunos extractos de dicho artículo.
Introducción: El 11 de marzo de 2020, la OMS declaró la pandemia de COVID-19. Los países del mundo occidental implementaron rápidamente medidas de contención de COVID-19 (como cierres de escuelas, distanciamiento físico, restricciones de viaje, cierres de negocios, órdenes de quedarse en casa, toques de queda y medidas de cuarentena con rastreo de contactos) para limitar la propagación del virus y proteger a sus residentes de la morbilidad y la mortalidad. Sin embargo, estas intervenciones no farmacéuticas tuvieron efectos indirectos adversos (como daños económicos, acceso limitado a la educación, inseguridad alimentaria, abuso infantil, acceso a la atención médica, programas de salud interrumpidos y desafíos de salud mental) que aumentaron la morbilidad y la mortalidad por otras causas. Aunque las vacunas contra la COVID-19 se proporcionaron para proteger a las personas de sufrir morbilidad y mortalidad por el virus de la COVID-19, también se han documentado eventos adversos sospechosos. El análisis secundario de los ensayos clínicos aleatorizados de fase III, controlados con placebo, de vacunas COVID-19 de ARNm mostraron que el ensayo de Pfizer tenía un riesgo 36% mayor de eventos adversos graves en el grupo de los vacunados. El ensayo de Moderna tuvo un riesgo un 6% mayor de eventos adversos graves entre los receptores de la vacuna. Los autores del análisis señalan que la mayoría de estos acontecimientos adversos graves se refieren a condiciones clínicas comunes, por ejemplo, accidente cerebrovascular isquémico, síndrome coronario agudo y hemorragia cerebral. Esta similitud de los efectos adversos graves de las vacunas con acontecimientos clínicos comunes por otras causas, dificulta la sospecha clínica y, en consecuencia, su detección como reacciones adversas a la vacuna.
Tanto los profesionales médicos como los ciudadanos han informado de lesiones graves y muertes tras la vacunación en varias bases de datos oficiales del mundo occidental, como VAERS en EE. UU., EudraVigilance en la Unión Europea y Yellow Card Scheme en el Reino Unido. Un estudio que comparó los informes de eventos adversos con VAERS y EudraVigilance después de las vacunas de ARNm contra la COVID-19, versus las vacunas contra la influenza, observó un mayor riesgo de reacciones adversas graves para las vacunas contra la COVID-19. Estas reacciones incluyeron enfermedades cardiovasculares, coagulación, hemorragias, eventos gastrointestinales y trombosis. Numerosos estudios informaron que la vacuna COVID-19 puede inducir miocarditis, pericarditis y enfermedades autoinmunes. Los exámenes post mortem también han atribuido miocarditis, encefalitis, trombocitopenia trombótica inmune, hemorragia intracraneal y trombosis difusa a las vacunas ARN COVID-19. La FDA señaló en julio de 2021 que los siguientes eventos adversos potencialmente graves de las vacunas de Pfizer merecen un mayor seguimiento e investigación: embolia pulmonar, infarto agudo de miocardio, trombocitopenia inmunitaria y trombocitopenia diseminada, coagulación intravascular.
El exceso de mortalidad se reconoce internacionalmente como una medida precisa para monitorear y comparar las políticas de crisis sanitarias entre regiones geográficas. El exceso de mortalidad se refiere al número de muertes por todas las causas durante una emergencia humanitaria, como la pandemia de COVID-19, que se encuentra por encima del número esperado de muertes en circunstancias normales. El exceso de mortalidad durante la crisis de la pandemia de COVID-19 ha sido sustancial. La información sobre la tasa del exceso de muerte en los años posteriores a la declaración de pandemia de la OMS es crucial para que los líderes gubernamentales y los responsables de la formulación de políticas evalúen su gestión de la crisis sanitaria. Este estudio explora los datos del exceso de mortalidad en el mundo occidental desde 2020 hasta 2022.
Métodos: Se resumieron los informes de mortalidad por todas las causas para los países que utilizan la base de datos "Our World in Data". El exceso de mortalidad se evalúa como una desviación entre el número reportado de muertes en un país durante un cierto semana o mes entre los años 2020 y 2022 y el número de muertes esperado en el mismo país durante ese período en condiciones normales. Para la línea base de muertes esperadas, se utilizó el modelo de estimación de Kobak. Este modelo utiliza datos históricos de muertes en un país desde 2015 hasta 2019 y tiene en cuenta la variación estacional y las tendencias de un año a otro en la mortalidad.
Resultados: El número total de exceso de muertes en 47 países del mundo occidental entre el 1 de enero de 2020 hasta el 31 de diciembre de 2022 fue de 3.098.456. El exceso de mortalidad se documentó en 2020 en 41 países (87%), en 2021 en 42 países (89%) y en 2022 en 43 países (91%). En 2020, el año del inicio de la pandemia COVID-19 y la implementación de medidas de contención, se produjo un exceso de muertes de 1.033.122 personas (11,4%). En 2021, el año en el que se utilizaron tanto medidas de contención como vacunas ARN COVID-19 para abordar la propagación y la infección del virus, se produjo el mayor número de exceso de muertes: 1.256.942 (13,8%). En 2022, cuando se levantaron la mayoría de las medidas de contención y se continuó con las vacunas COVID-19, los datos preliminares indican un exceso de muertes de 808.392 personas (8,8%).
Conclusiones: El exceso de mortalidad se ha mantenido alto en el Mundo Occidental durante tres años consecutivos, a pesar de la implementación de medidas de contención y vacunas ARN COVID-19. Esto plantea serias preocupaciones. Los líderes gubernamentales y los formuladores de políticas deben investigar a fondo las causas subyacentes del exceso de mortalidad persistente.