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Rue Génova del Percebe, 13

17 de Octubre de 2016
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No sabían nada los altos jefes de lo que ocurría en Génova 13, a pesar de que el Partido iba viento en popa gracias a los óbolos que eran ingresados en sus arcas por anónimos bienhechores. Es volver a lo mismo, en esta semana que ha sido de pasión para los populares, de acuerdo. Se sabía que había gato encerrado, que el dinero fluía y que las manos de unos y otros no le hacían ascos, precisamente.Se sabía, pero no por eso deja de sonrojar cuando uno de los cabecillas de la trama va desgranando cómo se hizo, quién participó y alguna otra cosilla más en un lenguaje inteligible, eso sí, algo petulante todavía, el propio del jugador que enseña sus cartas a medias, para que el contrario se confíe. Información la justa, la que conviene al jugador avezado en mil partidas con tahúres más temibles que cualquier Tribunal.Se dice que no hay que creer a los arrepentidos- delincuentes, presuntos- y acaso sea cierto. El problema es que en este país ya no se sabe a quién creer porque los que no están en el banquillo no merecen respeto ni credibilidad.¿Quién puede creer a los altos directivos del PP que afirman que no sabían nada de estos sujetos a pesar de reunirse en Génova 13 un día sí y un día también, a pesar de tener despacho y secretaria y un chófer a su disposición con vehículo aparcado en los sótanos el edificio?En el tercero Izquierda de Rue del Percebe 13 vivía el ladrón Ceferino y lo sabían sus vecinos del tercero derecha y de todos los pisos, lo sabía D. Senén, el del colmado de la planta Baja, y lo sabía el pintor de la buhardilla y hasta el gato y los ratones de la azotea y lo sabíamos los lectores del Tío Vivo, que contemplábamos aquella casa abierta a la vista de todos, esa sí transparente. Aquella era una casa de vecinos de las de antes. Coincidían en el ascensor y se daban los buenos días y se preguntaban por sus cosas.Aquí, en este otro número 13, se invitaban a las bodas, se daban una vueltecita en sus yates, se mandaban correos de ánimo en las horas bajas, se abrazaban en las reuniones. Una casa de mucho más postín ¡dónde va a parar! De nuevos ricos podría decirse, de gentes sin escrúpulos, se podría pensar.Y ahora resulta que no se conocían. Algunos jefecillos dicen que esos vecinos son de otra época porque cuando llegaron ellos ya no eran residentes. Y los otros, los inquilinos de siempre, los de renta antigua, como el presidente, los que llevan en Génova desde el principio de los tiempos nunca se cruzaron con los ladronzuelos corruptos y corruptores. En Génova 13 debe de haber compartimentos estancos, según estos testimonios. Pero esto casa mal con las imágenes de las bodas y los abrazos. Panda de comediantes de tres al cuarto que ofenden la inteligencia de cualquiera y ni risa dan.Se sabía, lo sé, lo sabemos. Nada nuevo. Pero oírlo así, con la desfachatez del que se creyó a salvo de todo, y aún tiene la sartén por el mango, remueve la indignación de quienes acatan las normas, que son los más.Por eso resulta doblemente repugnante el pulso que se está echando a quienes no quieren pactar con los que se han lucrado de uno u otro modo de aquella situación o la han tapado, presuntamente, claro. ¡Y que, encima, nos intenten convencer, con malas artes, de que esto es lo mejor que nos puede pasar! Lo que tenga que ser, será, pero que no nos calienten más la cabeza ni nos traten como a estúpidos. Que no nos hagan comulgar con ruedas de molino. ¡Basta ya!
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