Hace tiempo que no escribo, porque tenía el corazón acongojado y, no me salían las palabras del alma, con todo lo que está cayendo. Pero, hoy, me he despertado diferente, con ganas de explicar lo que opino y siento, para volver mi ilusión por las palabras a mi ser, y transmitiros a todos vosotros lo que siento.
No quiero, ni pretendo reprochar a nadie, ni quiero criticar a quienes deberían ser criticados, pero tampoco quiero. Solo quiero decir, que sirva para algo la reflexión que debemos hacer todos juntos sobre las consecuencias de esta maldita pandemia, de este maldito virus, que no sólo está acabando con vidas, sino que está acabando con el pan de mucha gente, con el sinvivir de muchos de no saber que le espera mañana. Pero está acabando también, con las formas de ser de toda nuestra gente, está acabando con los abrazos, con los besos de los enamorados, con la vida alegre y jovial de nuestros jóvenes. Seamos conscientes de las consecuencias de esta maldita “guerra sin armas” que seguro que está haciendo que nada sea igual que era. Pero no podemos permitir, que acabe con la confianza en el ser humano, o con la ilusión de un nuevo despertar.
Lo que sí que no ha podido esta maldita pandemia, es con los reproches de los políticos, como si estuvieran ajenos al problema, y nos vuelven día a día a demostrar su circo. Constantes son los vaivenes entre unos y otros por la gestión de esta emergencia, cuando ahora más que nunca consenso, diálogo y pacto de cada una de las medidas a aplicar, para que la ciudadanía se sienta segura, y confíe en que su voto ha servido para algo.
Les doy inmensamente las gracias, a aquellos que creen firmemente en el consenso, en la palabra, en los acuerdos importantes, dejando las ideologías aparte, cuando seguramente, tienen más que razones para no confiar mucho con quienes deben pactar o dialogar. Pero que, dejan al lado su postura, porque en momentos de emergencia social cabe dar una respuesta inequívoca, y con toda la ayuda posible.
Escuchemos que dice la gente de a pie; del panadero que hace el pan cada día, de las dependientas de los supermercados, de los que nos cuidan, de los jóvenes, de los artistas, de los camareros y cocineros, de toda esa gente, que no sólo lucha contra el virus, sino por sobrevivir y llegar a final de mes. No hagamos de la sanción la gestión, ni de la prohibición la ley. Seguramente, que las restricciones son necesarias, pero evaluemos de forma muy precisa sus consecuencias, y enmendémoslas, para que esa buena gente, que somos todos, podamos vivir.
Aprovechemos todos los mecanismos que tenemos para ayudar a salir de esta crisis personal, social y económica. El otro día escuchaba, a un amigo mío, que desde su alta responsabilidad política en el gobierno catalán decía que tenemos que aprovechar cualquier ayuda. Aprovechemos todas las ayudas que vengan, ya sean europeas, como desde el estado español. Y hagamos del consenso y el pacto la fórmula para conseguir que los presupuestos estatales, por ejemplo, sean buenos para España y para Catalunya, para luchar contra esta maldita pandemia.
No convirtamos estos presupuestos, en un pretexto político errático, como pretenden algunos desde la derecha, para continuar con el falso conflicto entre el castellano y el catalán, cuando todos sabemos la gran importancia que la inmersión lingüística ha tenido en Cataluña para la igualdad social
Por eso agradezco profundamente a quienes son transparentes en su mensaje y en la verdad, y ponen por delante el interés social y del país, que el partidista, porque como decía Lincoln “se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.