Como diría Matías Vallés, imprescindible tanto cuando acierta como cuando yerra, "cientos de personas" me paran por la calle para echarme en cara que los de Puigdemont hayan votado en contra de un decreto "ómnibus" que, por cierto, también habría beneficiado a miles de sus votantes en Catalunya, que es donde les importa porque solo allí pueden perder votos. Bien saben que en el resto de los territorios con presencia en la Carrera de San Jerónimo el expresidente de la Generalitat es la persona más odiada, y si no se hacen encuestas sobre odios es porque daría vergüenza publicar los resultados.
Pero hoy toca hablar de Pedro Sánchez y sus tácticas para seguir en La Moncloa. Por eso, y para que nadie me acuse de sectario, he acudido a un digital tan en el otro extremo como "La Razón" para preguntar lo que significa "decreto Ómnibus", ya que existe un consenso general en calificar así lo que el Gobierno ha sometido a votación en el Congreso.
A la pregunta, "¿Qué es el decreto ómnibus impulsado por el Gobierno?" el periódico de Marhuenda responde a sus visitantes diciendo que "El decreto ómnibus recibe este nombre por incluir varias leyes o reformas de diferentes ámbitos que, pese a ser dispares, son votadas al mismo tiempo."
Resumiendo, toda vez que Sánchez estaba avisado, porque lo estaba, de lo que votarían los siete de Junts, le ha terminado ocurriendo algo parecido a lo que le pasaría a usted si va conduciendo y se mete por una dirección prohibida pero perfectamente señalizada. Multa al canto, que se dice. Y muy pocas veces sale perdiendo la policía que con razón castiga.
Para no abundar en la herida he elegido "descuidando" en el título, aunque habría sido más acertado decir que Sánchez y los de su gobierno "degeneran" la democracia con trampas burdas como la de mezclar "churras con merinas" en una única votación a todo o nada pero, de pronto, recuerdo que la Constitución que aún rige se fundamentó en la misma burla, aunque en aquella ocasión perpetrada contra una voluntad popular amordazada a la conveniencia de quienes más mandaban entonces, pues la conocían y la ocultaron para poderla esquivar. ¿O acaso alguno de los que pidieron el SI en el referéndum de 1978 exigió como condición para ello que, por ejemplo, el título II se votara por separado?
Y, si no hubiera quedado más remedio, ¿no están tardando demasiado en revelarse los nombres de quienes hubieran organizado un golpe de Estado si se le hubiera concedido a la sociedad española el derecho a tomar por separado la decisión sobre la forma del ídem?
Reconozcámoslo, aunque para ello necesitemos tirar de ironía, pues aunque todos, en mayor o menor medida, siguen negándose a conceder más y mejor poder de decisión al electorado sobre las decisiones políticas, lo que bien hecho fortalecería la democracia sí o sí, no deja de ser un avance que entre los 350 que actualmente se sientan en el Congreso haya suficientes que se resistan a "comulgar con ruedas de molino".
Que el "ómnibus" ha sido un error de Sánchez lo demuestran las noticias, que se van sucediendo a la velocidad del rayo.
Primero Turull, de Junts, anunciando que, si no lo hace el Gobierno, serán ellos quienes presenten al Congreso, para su aprobación, las decisiones más urgentes, la de las pensiones y la gratuidad en el transporte público, creo.
Acto seguido es el PP quien sale diciendo algo parecido, pero que no esperará a saber si el Gobierno lo hace o no.
Y, por último, de momento, a los pocos minutos recibo por e-mail la novedad de que será el Gobierno quien hará ahora lo que debería haber hecho al principio.
¿Falsa alarma, pues?
Veremos, pero, si finalmente así fuera, a muchas personas de las que "me paran por la calle" no les quedará más remedio que reconocer que han sido los de Puigdemont los que más han arriesgado para conseguir que la democracia se degradara menos haciendo fracasar una votación trampa.
Si, además, se atrevieran a reconocerlo en público, la democracia saldrá doblemente reforzada.