Sabiendo Trump que los suyos le votarían por muchas amenazas que vertiera sobre lo que haría desde la Casa Blanca si ganaba, como por ejemplo la de ser dictador por un día (¿de los de 24 horas, o pensaba dar nuevas órdenes a todos los relojes de nuestro planeta?) defiendo la tesis de que también buscó los votos de quienes tenían miedo a la violencia que podría desatar en caso de que perdiera.
En cualquier caso, para ir construyendo los argumentos que justifican el título le invito a comprobar si comparte usted conmigo las siguientes reflexiones.
Primera. El miedo es uno de los sentimientos que influye con más fuerza en las decisiones que tomamos.
Segunda. Casi nadie presume de los miedos que ha sentido. Los vivimos en secreto y a veces se confiesan para justificar que no hicimos lo que debíamos.
Tercera. Los malos perdedores inspiran un plus de miedo, más si son poderosos y mucho más si no pagan por los delitos que cometen.
Cuarta. Cuando la demoscopia está bien diseñada, pero se equivoca, ocurre porque un porcentaje de las respuestas recogidas fueron embusteras. Las encuestas fallaron, pero el secreto de las urnas ha mostrado el mapa de los sentimientos.
Quinta. Los estadounidenses recuerdan el asalto al Capitolio en enero de 2021 y casi todos saben que tal violencia no se habría producido si Trump hubiera ganado contra Biden.
Sexta. Nunca sabremos el porcentaje de quienes no querían que se repitiera aquel Capitolio con muertos, pero seguro que ha sido mayor entre los votantes potenciales de Kamala que entre los de Donald.
Séptima. Hay dos maneras de conseguir que quienes vierten amenazas no puedan cumplirlas. La segunda es conceder lo que exigen. Esta vez el precio, para muchos, era barato: un voto teñido de cobardía pero que nadie conocería.
Octava. Debido, en gran parte, a la polarización que cultivan los políticos, el electorado se deja llevar por impulsos y sentimientos. Uno de ellos es el miedo, con o sin fundamento.
Tras las reflexiones, una sospecha fácil.
Es muy probable que cuando Trump anunciaba sin pruebas que los demócratas hacían trampas, estuviera preparando el día después para no aceptar la derrota y advertir que, si perdía, habría consecuencias. Con el Capitolio en la memoria siempre, pero sin necesidad de mencionarlo.
También un recuerdo inevitable.
El del caso Watergate, unos tiempos en los que la prensa fue capaz, solo contando la verdad, de forzar la dimisión de un presidente delincuente.
Ante el futuro nos hacemos preguntas que anuncian respuestas deprimentes.
¿Qué calidad de democracia nos queda si la mayoría acepta el chantaje de las amenazas vertidas por un candidato en el único momento en el que la sociedad está eligiendo a quien debe gobernarla?
Quizás la democracia solo es ahora una cáscara, poco más que un disfraz que hay que cambiar cada cierto tiempo para que siga ocultando el cáncer que la está destruyendo por dentro.
¿Habría servido, para derrotar el miedo que sembraba Trump con sus amenazas, una estrategia de Harris enseñando en cada mitin el asalto al Capitolio y afirmando que ella repetiría desde la Casa Blanca la victoria contra aquella violencia si volvía a desatarla?
Tampoco sabría que responder, pues por algo triunfan a corto plazo las políticas basadas en la desmemoria, aunque ignoren las escalas de valores que consolidan las democracias.
Interesante ha sido la frase de Kamala pensando en Trump durante su discurso tras la derrota cuando le aseguró una transición pacífica de la presidencia porque eso "distingue a la democracia de la monarquía, de la tiranía...".
Ante el panorama que se avecina, todo hace pensar que la historia de las democracias estará siempre salpicada de intentos de regreso a nuevos autoritarismos.
En el caso de imperios fracasados como el español, fueron golpes de Estado triunfadores como los del 1923 y 1936 que, protagonizados por militares criminales, buscaron fortalecer o restaurar a cualquier precio una monarquía encabezada por monarcas despreciables.
Y en un caso como el de los Estados Unidos hoy, la tergiversación de las evidencias y la manipulación oportunista de los sentimientos serían las estrategias que se diseñan de manera masiva y detallada para que la "voluntad popular" que se deposita en las urnas solo sea una caricatura.
Quizás el título elegido de este artículo contenga una tesis atrevida, pero es tan defendible como cualquier otra. Para salir de la duda propongo que en USA hagan una encuesta masiva y fiable que incluya solo tres preguntas: la primera, por el candidato al que votaron en 2020, la segunda, a quien han votado en 2024 y la tercera presentando un listado de motivos para averiguar el que con más fuerza les impulsó para votar esta vez, siempre que se incluya uno que diga lo siguiente: "El miedo por lo que podría hacer Trump sí resultaba derrotado". Creo que no serían pocos quienes, respondiendo "Biden" y "Trump" a la primera y la segunda, elegirían la de "El miedo..." para la tercera.
¿Habría ganado Trump en 2024 sin el asalto al Capitolio organizado por sus partidarios en enero de 2021?
Creo que no, y allá los jueces que no han tramitado con la urgencia necesaria el mayor atentado sufrido allí contra la democracia desde dentro del sistema.
Trump podría conseguir, de facto, el mismo privilegio de la impunidad para cometer delitos que también disfrutan reyes como los de Marruecos o España.
Dime, Kamala, ¿pensabas en esos dos, tan amigos vuestros, cuando citaste lo de "monarquía y tiranía" en tu discurso más triste?
Y, ya que estamos, Kamala, entonces eras vicepresidenta, pero, como ya no lo serás, quizás puedas hablar con algo más de libertad, tal como hizo nuestra también ex vice Carmen Calvo el 9 de mayo de 2022, ¿nos puedes contar algo de lo que sin duda sabes sobre el motivo de la traición de Pedro Sánchez a los saharauis?
Lo digo porque también ocurrió durante los primeros meses de 2022 y, además de lo humanitario, siempre tan traicionado, nos preocupa mucho que ese territorio, tan cercano, se termine convirtiendo en un nuevo escenario para ensayar belicismos de menor cuantía, pero muchas vidas inocentes perdidas, hasta que una nueva guerra total se os escape de las manos.
Es probable que haya alguien que lo esté deseando.