“Fallece por disparos el obispo David O’Connell” han titulado en Religión Digital sobre el asesinato del obispo auxiliar de la ciudad de Los Angeles (EEUU). De resultas del encuentro con una bala que ha impactado con una bala, que debía estar por ahí, dando un paseo por el barrio donde casualmente vivía el obispo irlandés y le impactó causándole “una muerte inesperada”. La desgracia que ha sucedido con un hombre bueno y preocupado por los más desfavorecidos, que en Los Ángeles son bastantes, se ha tornado en titulares buenistas o inexactos.
Era de todos conocido que David O’Connell no era miembro de ninguna pandilla angelina, todo lo contrario. No vivía en un barrio “peligroso” en sí. Tampoco se encontró un arma al lado del cuerpo. Entonces lo más probable, salvo que su cuerpo se encontrase con el proyectil paseante (como si fuese Goethe en los bosques alrededor de Jena), es que haya sido asesinado. “Presuntamente asesinado” si se prefiere. No fallece por disparos (de hecho ha sido sólo uno), es asesinado. Y no debe haber ninguna cortapisa en declararlo de esa forma.
Esto que les ha pasado a las gentes de Religión Digital sucede continuamente con las noticias de sucesos que pueblan los periódicos españoles. Si todavía no se tiene la certeza de las pesquisas policiales, siempre se puede recurrir a la presunción si es que se quiere ir rápido e intentar ser el primero en dar la noticia. Luego se incluye, como sí han hecho en Religión Digital, una advertencia sobre ampliación de información y se modifica el titular según se conozcan más datos. Claro que habiendo gobiernos que recurren a los eufemismos para hablar de catástrofes (naturales o provocadas), cuando no la simple mentira, para qué aventurar nada.
Mujeres que fallecen por el impacto de un cuchillo que, curiosamente portaba su pareja, están a la orden del día. No las asesinan sino que fallecen. O eliminar el sexo, la raza o la nacionalidad. Y es cierto que fallecer, fallecen, pero la noticia no es el fallecimiento en sí sino el asesinato. En general, la prensa sublimina, en la actualidad, todo aquello que puede parecer violento, salvo cuando se trata de alguna minoría protegida por la ideología dominante, como sucedía con el parricidio freudiano. Ya saben, aquello de lo que hablaba en Tótem y tabú. Se asesina al padre y para no sufrir remordimientos, se le totemiza y se vuelve tabú todo lo que rodea al crimen.
Si a ello se le suma el buenismo propio de la ideología dominante y el tratar a los lectores, televidentes o escuchantes como menores de edad, se consuma el que una persona fallece porque su cuerpo ha impactado con una bala. Pareciera que calificar de asesinato un asesinato fuese algo tabú, algo desagradable. Y no hay nada mejor para la madurez del ser humano que decir lo que es verdad, por doloroso que pueda parecer. ¿Imaginan al pobre Dostoievski intentando publicar hoy en día Los hermanos Karamazov?