Ábalos le ha dicho a Carlos Alsina que no hay ninguna manta de la que tirar a cuenta del caso Koldo. Es su forma de contestarnos a nosotros, los periodistas de Diario16, que en nuestra edición de ayer ya advertíamos de que el dirigente socialista quizá esté sopesando levantar y airear esa frazadita del Ministerio de Transportes donde por lo visto se acumulaba alguna que otra mugre del partido.
La declaración institucional a título personal que hizo ayer el exministro –lamentable que esa comparecencia no hubiese contado con el formato de rueda de prensa, que hubiese sido lo suyo para que el cuarto poder pudiera preguntar y el ciudadano informarse con total transparencia– no deja de ser una seria advertencia contra el partido, contra el aparato que dirigió y que le ha traicionado, contra Pedro Sánchez. Él dice que solo discrepa sin ningún ánimo de revancha, pero por ahí se empieza. Toda guerra estalla por una simple menudencia o discrepancia.
No hace falta leer mucho entre líneas, ni hacer profundas interpretaciones semióticas, para concluir que el protagonista de esta truculenta historia está dispuesto a morir matando. Hay frases elocuentes que se explican por sí mismas, como cuando afirma que “hubiese sido lo correcto” contar con el “beneficio del compañerismo”, cuando denuncia la “cacería” y el “daño personal y profesional” que está sufriendo y cuando proclama sentirse abandonado (“vengo solo en mi coche, no tengo secretaria, no tengo a nadie detrás”). Aquí lo que hace, claramente, es pasar una factura con años de retraso, ya que fue precisamente él, José Luis Ábalos Meco, quien asumió el rol de chófer para el defenestrado Sánchez cuando este se vio obligado a recuperar la confianza de las bases recorriendo, casa del pueblo a casa del pueblo, el país entero.
Todo el testamento político oral de Ábalos (eso fue lo que hizo ayer el exministro, comunicar con tristeza sus últimas voluntades) fue la viva imagen del rencor, un rencor contenido y refrenado a duras penas, sí, pero rencor a fin de cuentas. “No tengo a nadie detrás ni al lado, me enfrento a todo el poder político, de una parte y de otra, y lo tengo que hacer solo. Soy un mero peón”. Después de escuchar esa declaración de guerra, más de un esfínter se aflojó en el actual Consejo de Ministros. Y no solo porque el exresponsable de Organización del partido fue una pieza clave en la primera legislatura del Gobierno de coalición (era casi un número 2), sino porque en el sector felipista, siempre atento a cualquier error de Sánchez para hacer caer la guillotina sobre él, hay un profundo malestar por la forma como se ha llevado este escabroso asunto. No ha gustado entre algunos barones que a Ábalos se le haya tratado como a un kleenex usado, peor que a una alpargata vieja, más denigrantemente aún que a un cachorro abandonado. O sea, al más más puro estilo Sánchez marcado por la crueldad con el cesado.
Por un momento, viendo la comparecencia televisada en directo, daba la sensación de que Ábalos se estaba mordiendo la lengua, que quería decir más, que callaba por no hablar, mientras los periodistas de la caverna, en primera línea de combate, babeaban tomando notas. “Si quiere tirar de la manta, yo soy su hombre”, aseguraba Javier Chicote, periodista del ABC, en el Todo es mentira de Risto Mejide.
Hoy, Ábalos ha vuelto a la carga en el programa de Alsina, y mucho nos tememos que ese va a ser el pan nuestro de cada día de aquí en adelante, un carrusel de reproches, insinuaciones y amenazas veladas por todos los platós y estudios radiofónicos del país. “Estoy suspendido [de militancia], creo. Supongo que me van a echar. Me suspenden porque no he hecho caso a algo. Está fuera de la norma, es una decisión política subjetiva”, ha arremetido ante el presentador de Onda Cero, a quien ha transmitido al idea de que alguien se está comportando con él como un justiciero.
Esto es lo que le queda a Sánchez por una buena temporada: un francotirador que, en función de cómo se levante esa mañana y su grado de enojo, tirará a matar o le perdonará la vida, un día más, al exjefe. “A los del PP los metemos en la cárcel, pero si son socialistas los fusilamos. Hay que demostrar que hay mayor autoexigencia”. Demoledor.
Obviamente, la cosa se le ha ido de las manos al PSOE, o como dicen fuentes de Ferraz consultadas por este periódico, la situación “está descontrolada absolutamente”. La estrategia de contención de Sánchez en este embarazoso episodio ha fracasado. Más aún cuando algunas informaciones apuntan a que el partido, el pasado viernes, pidió al polémico exministro que aguantara. O sea, otro Luis de la vida a quien el poder ruega que sea “fuerte”, tal como en su día hizo Rajoy con el tesorero Bárcenas. Hace un par de días, Ferraz apostaba por respaldarlo, hoy lo echan. ¿Qué está pasando aquí? Buena parte de la militancia socialista no entiende nada. De modo que ya han empezado las disidencias. Hace un rato, la diputada valenciana Mercedes Caballero rechazaba la decisión del PSOE, más bien de Moncloa, de suspender al compañero. Hay ruido de sables.
La impactante alocución de Ábalos, ayer en el Congreso, terminó como terminan los grandes dramas: con las lágrimas de cocodrilo del caído en desgracia y el consabido agradecimiento a familiares, amigos y “magníficos diputados y diputadas del grupo parlamentario socialista”. Un numerito enternecedor propio de una gala de los Goya. Eso y una frase para la historia, ese lapidario “no puedo acabar mi carrera política como un corrupto”. Ni Clint Eastwood hubiese podido imaginar mejor final para cualquiera de sus entregas de la saga Harry el sucio. Estamos, sin duda, ante un gran actor, un histrión que controla los tiempos y los códigos del escenario y la interpretación. Alguien que durante años ha tenido ojos y oídos en el Consejo de Ministros. Alguien que hasta ahora ha callado lo que sabía pero que medita pasarse al género chico, por pura necesidad, para cantar por zarzuelas o por soleares. Alguien que puede hacer estallar el PSOE desde dentro en cualquier momento. Una estrella madura con inquina, en horas bajas y con ganas de protagonismo. La peor noticia para Pedro Sánchez.