El nuevo fracaso electoral de Pablo Casado, y ya se pierde la cuenta de los que lleva, tiene varias variables que no se sabe si en Génova sabrán resolver, sobre todo porque si la alternativa es Isabel Díaz Ayuso o Teodoro García Egea no presenta un futuro nada halagüeño para los conservadores españoles.
Los resultados del PP en las elecciones catalanas han sido horribles por varias razones. En primer lugar, y la principal, por el sorpasso de Vox en un territorio en el que, teóricamente, la extrema derecha no tendría que obtener más allá de un 5% de los resultados que ha logrado.
Esta es la consecuencia del blanqueo que desde las elecciones andaluzas se ha llevado a efecto desde Génova. Se empezó pactando con la extrema derecha en Andalucía, Madrid (Ayuntamiento y Comunidad) o Murcia; se continuó colocando a personajes como Cayetana Álvarez de Toledo en importantes puestos de responsabilidad y, finalmente, Pablo Casado utilizó una estrategia de acoso y derribo desleal que, en ocasiones, hacía que Abascal pasara por un demócrata ilustrado y un hombre de Estado.
De aquellos barros vienen estos lodos. Se alimentó al velociraptor y ahora ya no pueden controlarlo. En Génova se ha instalado el miedo porque no supieron analizar lo que significaban los 52 diputados en el Congreso o el crecimiento que está teniendo el partido ultra en territorios en los que el PP era el gran dominador.
En segundo término, los resultados del Partido Popular en Cataluña han dejado a la derecha española a merced de los deseos de Vox, porque los de Abascal no van a dejar de crecer con su mezcla de patriotismo y populismo, sobre todo porque cala en sectores en los que el PP jamás ha llegado: la clase obrera.
La concatenación de la crisis de la pandemia con la de 2008, de la que millones de ciudadanos y ciudadanas no se han recuperado gracias, precisamente, a las políticas aprobadas por el PP y la falta de soluciones que se están dando desde el actual Gobierno, hacen que la desesperación obligue a estas víctimas de la crisis a acudir a los brazos de la extrema derecha que, como ya ocurrió en el pasado, les promete lo que quieren oír. Esto en el PP no se ha analizado y, en consecuencia, se hallan en una situación de indefensión que les puede llevar a que sea Abascal el que logre cumplir el sueño de Albert Rivera de convertirse en el partido hegemónico de la derecha.
Por otro lado, es muy preocupante para el PP que, tras la nueva debacle de Ciudadanos, no hayan conseguido captar votantes en ese nicho, porque lo que ha perdido el partido de Inés Arrimadas ha ido a parar a la abstención, al PSC y, sobre todo, a Vox que si se interpreta, como se está haciendo en Génova, que sus votantes son el producto del cabreo y que esa burbuja se desinflará, se están equivocando, y mucho. El problema es que ese error de análisis político afectará a todos los españoles y españolas porque los de Abascal seguirán creciendo.
No hay más que escuchar las palabras de Teodoro García Egea, número dos del PP, para comprender que en el partido conservador no entienden lo que está pasando, porque, en vez de reconocer el fracaso, como sí hizo el candidato en Cataluña, ha decidido atacar a Pedro Sánchez. «Vuelven a ganar los independentistas y salen reforzados gracias a las cesiones de Sánchez durante tres años […] Sánchez ha preferido polarizar la sociedad y alimentar a los extremos con tal de perjudicar a su única alternativa […] El contexto de enorme dificultad en que se han desarrollado estas elecciones ha dificultado la campaña y ha hecho que la participación se haya desplomado al mínimo», ha dicho García Egea. ¿Qué tendrá que ver Sánchez con el fracaso del PP y de Pablo Casado? Y, por cierto, ¿por qué el presidente del Partido Popular no ha dado la cara?
Eso sí, García Egea ha lanzado una amenaza a Mariano Rajoy y los antiguos gestores del PP: «A pesar de un juego sucio nunca visto en campaña, esta es la última factura que vamos a pagar del pasado». ¿Se refería a Bárcenas o, en realidad, era una nueva crítica a la gestión del procés realizada por Soraya Sáenz de Santamaría en la que el propio Casado reconoció que sacar a los antidisturbios a pegar a la gente que votaba fue un error?
La realidad es que Pablo Casado llegó a la presidencia del PP con la promesa de que iba a devolver al partido al gobierno, pero la realidad es que Santiago Abascal está masacrándolo poco a poco en cada una de las citas electorales que se dan. Y Casado no es Rocky, porque su falta de carisma le hace tener mandíbula de cristal.
Las próximas elecciones, teóricamente, serán ya en Andalucía, salvo que Ciudadanos decida romper alguno de los gobiernos regionales o municipales en los que están coaligados. Vox tiene tiempo suficiente para terminar de desmontar al, hasta ahora, partido hegemónico del voto conservador.
Casado sólo tiene una opción: hacer una oposición responsable y tomar riesgos como, por ejemplo, hacer la política de Estado que el PP cuando ha estado en la oposición jamás hizo. Si continúa con su actual estrategia, Abascal, Ortega Smith, Espinosa de los Monteros y compañía seguirán frotándose las manos porque Pablo Casado les estará haciendo el trabajo para, llegadas las próximas generales, convertirse en los líderes de la oposición o, lo que es peor, alcanzar la Moncloa.