Abascal se entrega a Trump mientras el 63% de sus votantes cree que los aranceles hundirán el campo español

La mayoría de los electores del partido ultra creen que la nueva Administración norteamericana va contra los intereses de España

18 de Febrero de 2025
Actualizado el 20 de febrero
Guardar
Abascal y Trump en una imagen de archivo.
Abascal y Trump en una imagen de archivo.

Santiago Abascal participará este jueves en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) de Washington, donde presentará la visión de su partido para Europa junto a líderes del movimiento conservador internacional. El acto llega en un momento complicado para Vox, ya que casi el 63% de sus electores en las generales de 2023 cree que la presidencia de Donald Trump afectará “de forma negativa” a la economía española, según datos del CIS. Es decir, todos estos simpatizantes no ven claro que el partido se posicione al lado de la Administración Trump, empeñada en hundir, a golpe de arancel, nuestros sectores primarios estratégicos como el agrícola y ganadero.

Vox está, definitivamente, en el bando de los autócratas, de los autoritarios, de quienes pretenden enterrar la libertad y el Estado de derecho. En los últimos días, y por orden de su líder, Santiago Abascal, el partido se ha alineado claramente con el eje de países que ven en la UE una amenaza para la pureza de la sangre europea. Vox está con Trump, de hecho, Abascal fue el único político español que asistió a la ceremonia de entronización del magante neoyorquino.

El portavoz nacional del partido, José Antonio Fúster, denunció ayer que los mayores obstáculos para la prosperidad de Europa “no vienen de Washington ni de ningún otro país extranjero, sino de dentro de Europa, concretamente de Bruselas”. En rueda de prensa tras el Comité de Acción Política, Fúster llegó a afirmar que “populares y socialistas llevan años gobernando juntos en la UE contra la prosperidad, la seguridad y la libertad de los europeos”. Un discurso que apesta a antieuropeísmo, xenofobia y reaccionarismo contra los valores del proyecto comunitario. Esos valores europeos son la dignidad humana, la libertad de pensamiento, religión, circulación, residencia y expresión, la democracia como sistema de derechos políticos, la igualdad ante la ley sin distinciones y el Estado de derecho para evitar gobiernos arbitrarios y los derechos humanos como ideal de respeto. Ahora Trump y sus secuaces de MAGA aseguran que todos esos valores, alumbrados durante la Ilustración, se encuentran en decadencia y retroceso. Es decir, Vox está contra la democracia y contra el proyecto de la Unión Europea.

La contradicción llega cuando Trump firma decretos contra el campo español, contra el vino, contra el queso, contra el aceite de oliva, contra los mejores productos de nuestra tierra, mientras Vox se declara firme aliado del destructor. Entonces, toda la retórica del partido de Abascal se viene abajo. ¿Cómo puede ser que un partido de supuestos patriotas se haya alineado con las élites yanquis, con los prebostes de las grandes corporaciones como X, Amazon o Facebook, con los halcones de Washington, mientras sus paisanos españoles ven cómo les arruinan las cosechas y las granjas? En esa paradoja (entre ser fiel a la mano trumpista que le da de comer o a los agricultores y ganaderos españoles) se está moviendo Abascal, que no sabe cómo resolver la encrucijada. De momento, no se le ha ocurrido más solución que lo de siempre: lanzar infundios, bulos, mentiras. Intoxicar a la población hasta inocularle el virus de la desinformación y la rabia contra el sistema. Es lo que se desprende de las palabras del propio Fúster, para quien los aranceles no son un mal que nos llega de Estados Unidos, sino que ya está en la propia UE. “Esta denuncia ha sido confirmada por el ex primer ministro italiano y exdirector del Banco Central Europeo, Mario Draghi, quien ha publicado un artículo en el Financial Times en el que reconoce que las regulaciones impuestas por Bruselas equivalen a un arancel del 45% para la industria manufacturera y del 110% para los servicios. Draghi ha escrito negro sobre blanco lo que Vox lleva años diciendo en soledad”, alega el portavoz voxista. Es cierto que Bruselas lleva años imponiendo cuotas a determinados productos nacionales (no confundir con los aranceles), pero al mismo tiempo llegan las ayudas de Bruselas, un maná de miles de millones de euros anuales para recuperar la actividad en el campo. Además, lo que propone Draghi es más Europa (reclama hasta 800.000 millones más para estimular el modelo productivo europeo) frente al discurso aislacionista y soberanista español de Vox, que pide menos Europa. Es más, los ultras españoles desean cerrar el Club de los 27, tal es su euroescepticismo.

El partido neofranquista, en otra pirueta conspiranoica, cree que en Bruselas no se legisla para defender a los trabajadores ni a los sectores productivos, sino para destruir su riqueza con burocracia inútil, con impuestos abusivos y con leyes ideológicas que atacan el sentido común. Par Vox, el socialismo quiere convertir a la gente en esclava de las “paguitas y la subvención”, cuando, hoy por hoy, media España, pequeños empresarios y trabajadores, viven gracias a las ayudas oficiales del Gobierno y de la UE. Sin duda, este discurso despide un fuerte hedor a populismo neofascista: desacreditar la democracia removiendo el odio antisistema entre las clases más vulnerables y empobrecidas.

Pero falta otro ingrediente, el del miedo, y ese también lo está añadiendo Vox a su cóctel político. Al denunciar el “goteo constante de atentados islamistas”, la formación ultraderechista no hace sino propalar más racismo. “El multiculturalismo es un fracaso. Allí donde se ha intentado imponer, solo ha traído inseguridad y miseria. Los europeos hemos sido víctimas de una política irresponsable y criminal de puertas abiertas que nadie ha votado, que ha permitido la entrada de personas sin capacidad ni voluntad de adaptarse a nuestro modo de vida”. Por ello, ha insistido en la necesidad de “deportaciones masivas” para expulsar a los delincuentes y terroristas de las calles de España y de Europa. “Los terroristas islamistas no van a parar, pero nosotros tampoco hasta echarlos de nuestros barrios y ciudades”, advierte. Puro racismo. En España hay 6,5 millones de inmigrantes que trabajan y conviven cotidianamente. Al menos 2,4 millones son musulmanes, de los que 1,3 millones son de nacionalidad extranjera y 1,1 españoles, lo que representa aproximadamente el 5% de la población total, según los últimos datos del estudio demográfico. La integración es un hecho y no solo eso: sin la inmigración y sus cotizaciones a la Seguridad Social la economía española se iría a pique y no habría dinero para cubrir las pensiones. Los atentados yihadistas como los de Alemania son puntuales, nada tienen que ver con la colonia musulmana europea. El terrorismo se combate con policía, inteligencia y código penal.

 

Lo + leído