Aznar acusa sin pruebas a Sánchez de querer amañar las elecciones y agita el discurso trumpista

El expresidente del PP señala al Gobierno como una amenaza para la democracia y el PSOE le responde que busca deslegitimar las urnas cuando no gana

23 de Junio de 2025
Actualizado a las 11:39h
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Aznar acusa sin pruebas a Sánchez de querer amañar las elecciones y agita el discurso golpista
Aznar acusa sin pruebas a Sánchez de querer amañar las elecciones y agita el discurso golpista

La entrevista concedida por José María Aznar al diario El Mundo ha desatado una nueva tormenta política. El expresidente del Gobierno ha sugerido que Pedro Sánchez podría estar dispuesto a "adulterar unas elecciones generales", desatando la indignación del PSOE, que le acusa de querer socavar la legitimidad democrática del actual Ejecutivo.

“No hay que pensar que alguien que asalta una joyería no está dispuesto a asaltar un banco”, declaró Aznar, comparando unas presuntas irregularidades en las primarias socialistas con la posibilidad de fraude electoral en el conjunto del país. Sus palabras han sido interpretadas por el Gobierno como un paso más en la estrategia del PP de “cuestionar la democracia cuando no ganan”.

Pedro Sánchez no ha tardado en responder. En un mensaje publicado en su cuenta de X (antes Twitter), el presidente replicó con dureza: “Siempre igual: estrategia de deslegitimar los resultados electorales y, por ende, al Gobierno de España. Solo les vale la democracia si son ellos los que gobiernan”.

Un pasado que vuelve: el caso de las papeletas duplicadas

Las declaraciones de Aznar se apoyan en un informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil que implica al ex número tres del PSOE, Santos Cerdán, en un supuesto intento de manipular las primarias de 2014 introduciendo dos papeletas adicionales a favor de Pedro Sánchez. Un hecho que, según el expresidente, demostraría que “quien es capaz de alterar una votación interna, también lo sería de hacerlo en unas generales”.

Sin embargo, desde el PSOE se recuerda que aquel episodio fue investigado internamente y no se acreditó que alterara el resultado final. Pedro Sánchez, en una declaración reciente, reconoció que el caso “le dolió”, pero reiteró su confianza en los mecanismos democráticos del partido.

Puente entra al cuerpo a cuerpo: "Es un psicópata"

La entrevista también ha provocado una reacción fulminante del ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, quien ha calificado a Aznar directamente como “un psicópata”. Sus palabras, pronunciadas en una entrevista en TVE, han sido muy criticadas por la oposición, que acusa al ministro de utilizar un tono impropio de su cargo.

Desde Moncloa, sin embargo, nadie ha desautorizado sus declaraciones. El Gobierno parece haber optado por asumir un perfil combativo frente a las embestidas verbales del PP, especialmente en un momento en que el llamado caso Koldo y sus derivadas han puesto al PSOE en el foco de las críticas.

¿Adulterar elecciones? La línea roja de la democracia

Lo más grave, según fuentes del Gobierno, es que Aznar está cruzando una línea peligrosa. “Acusar sin pruebas al presidente de querer manipular unas elecciones es dinamitar los pilares mismos del sistema democrático”, señalan. Además, desde el entorno de Sánchez advierten que esa estrategia recuerda a la empleada por Donald Trump tras perder las elecciones en 2020: sembrar sospechas sin pruebas, erosionar la confianza en las instituciones y polarizar al máximo a la sociedad.

El PP, por su parte, no ha desmentido las palabras de Aznar. Fuentes cercanas a la dirección se han limitado a señalar que “las preocupaciones del expresidente reflejan el sentir de muchos ciudadanos”, aludiendo al malestar social ante los escándalos de corrupción y las cesiones del Gobierno a los partidos independentistas.

Aznar: de la centralidad al extremismo retórico

La paradoja es que Aznar, quien años atrás abanderaba la “centralidad reformista”, ahora carga contra el Gobierno con un discurso cargado de hipérboles. Ha descrito al Ejecutivo como una “banda de los bajos fondos” y asegura que España vive una “emergencia constitucional”.

En su entrevista, incluso vaticina que el país podría encaminarse hacia unas “elecciones constituyentes”, como si el sistema actual ya no fuese válido. El expresidente insinúa que la legislatura podría desembocar en una crisis institucional promovida desde el propio Gobierno para mantenerse en el poder. “Eso es lo que yo llamo crear una crisis constitucional”, afirmó.

Estas palabras, para el PSOE, son una irresponsabilidad grave. “Lo que está haciendo Aznar es anunciar un golpe blando. No desde dentro del Estado, sino desde la opinión pública, la agitación mediática y el descrédito permanente del adversario”, reflexiona un diputado socialista.

El fantasma de 2004 

No es la primera vez que Aznar siembra dudas sobre la limpieza del juego democrático. Tras los atentados del 11-M en 2004 y la posterior derrota electoral del PP, el expresidente nunca aceptó del todo el resultado. Su relato de “una manipulación del dolor” por parte del PSOE todavía resuena en algunos sectores del partido conservador.

Ahora, en 2025, su estrategia parece repetirse: sembrar la sospecha, apuntar sin pruebas y dejar que la duda contamine el debate político. Una fórmula que puede alimentar el descontento de parte del electorado, pero que erosiona peligrosamente la convivencia democrática.

España asiste, una vez más, a una escalada verbal que sitúa el debate político al borde del abismo. Mientras los jueces investigan casos de corrupción, y el Parlamento se enfrenta a una legislatura sin Presupuestos aprobados, los grandes líderes cruzan líneas rojas con una facilidad pasmosa.

La entrevista de Aznar y la respuesta de Sánchez reflejan un clima de polarización en el que el centro político —el que Aznar decía defender— ha sido abandonado en favor del enfrentamiento sin cuartel. En esta atmósfera, las palabras dejan de ser advertencias y se convierten en munición.

Si algo queda claro es que la confianza ciudadana en la política no se recuperará a golpe de titulares incendiarios, sino con responsabilidad institucional. Y eso, por el momento, parece ausente en demasiados frentes.

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