Castilla y León asiste una vez más al espectáculo bochornoso que brindan sus gobernantes, un teatrillo político indigno en el que los intereses de la ciudadanía se ven secuestrados por las pugnas entre un partido que ha normalizado el chantaje como herramienta de negociación —Vox— y otro, el PP de Mañueco, que se enreda en su propio cinismo mientras permite que la ultraderecha marque la agenda.
Un órdago miserable
Esta vez, la amenaza ha sido tan burda como repugnante: David Hierro, portavoz de Vox, ha lanzado un órdago al presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco. ¿La condición para sentarse a negociar los presupuestos generales de la Comunidad? Que Mañueco haga una declaración institucional pública para rechazar la inmigración ilegal y, lo que es aún más grave, que prometa no acoger "ni un mena más". Sí, así, con desprecio, deshumanizando a menores migrantes, como si fueran mercancía o residuos. Un discurso que apesta a xenofobia y a la peor miseria moral.
Con la chulería de quien se sabe respaldado por las cloacas de la política nacional, Hierro no se anduvo con rodeos: o Mañueco se pliega al discurso del odio o no hay presupuestos. También exigió un rechazo explícito al Pacto Verde Europeo, como si los agricultores de Castilla y León fueran a salvarse con eslóganes negacionistas y no con políticas públicas eficaces. En definitiva, el programa de Vox: menos humanidad, más tierra quemada.
Mañueco se indigna... pero hasta cierto punto
Mañueco, por su parte, trató de disfrazar su debilidad con una capa de ironía y paternalismo, calificando a Hierro de "osito de Mimosín", como si el problema fuera el tono y no el fondo.
"A este Gobierno no lo chantajea nadie", dijo con firmeza impostada. Pero lo cierto es que sí: lo chantajea Vox desde hace años, con cada votación, con cada ley bloqueada, con cada amenaza disfrazada de pacto.
El presidente del PP en Castilla y León pidió "cordialidad" y "normalidad", palabras huecas cuando provienen de quien se alió con la extrema derecha por puro cálculo político, abriendo la puerta a que hoy los derechos humanos sean moneda de cambio en una negociación presupuestaria. Porque si Vox lanza órdagos, es porque alguien les ha dado un asiento en la mesa. Y ese alguien fue el PP.
Dos partidos enfrentados pero unidos por el oportunismo
Los reproches mutuos entre Hierro y Mañueco revelan algo más profundo que un desencuentro puntual: evidencian la podredumbre de un pacto nacido del oportunismo, no de ningún proyecto serio de gobierno. Vox acusa al PP de parecerse demasiado al PSOE, y el PP acusa a Vox de abandonar a sus votantes. Pero ambos partidos tienen en común una peligrosa desorientación: mientras se enzarzan en sus batallas ideológicas, los verdaderos problemas de la ciudadanía siguen sin abordarse.
Castilla y León no necesita políticos que jueguen al póker con los derechos humanos, ni presidentes que se indignen solo cuando les conviene. Necesita políticas públicas responsables, respeto a la dignidad humana y presupuestos pensados para mejorar la vida de todos, no para complacer a los ultras de turno.
Lo que ocurrió hoy en las Cortes no fue un debate político, fue un chantaje en toda regla, una escena indigna de un régimen democrático. Y mientras Vox se regodea en su toxicidad, el PP de Mañueco sigue atrapado en su propio laberinto, incapaz de asumir que cuando uno alimenta al monstruo, tarde o temprano se lo acaba comiendo.