En lugar de presentar propuestas, Alberto Núñez Feijóo y su flamante portavoz en el Congreso, Ester Muñoz, parecen haber encontrado en el ataque sistemático a Pedro Sánchez su único programa de gobierno. Esta estrategia, basada en la desinformación, la hipérbole y el victimismo, no sólo aleja al PP del centro político que dice anhelar, sino que lo sitúa peligrosamente al borde de la irrelevancia moral.
Una “oposición contundente” que olvida a los ciudadanos
Feijóo ha reclamado a los suyos una “oposición contundente”, pero lo que se percibe desde fuera es una oposición vacía. Ni una sola propuesta concreta, ni una palabra sobre empleo, vivienda o sanidad. Sólo un nuevo repertorio de ataques, insidias y preguntas retóricas envenenadas que convierten el Parlamento en un interrogatorio permanente.
Los populares, encabezados ahora por una portavoz cuya primera misión declarada es “desgastar al Gobierno hasta que caiga”, parecen más centrados en hundir a su adversario que en levantar un proyecto para el país. La política como demolición, no como servicio público.
Que Ester Muñoz afirme que asume el cargo con “humildad y valentía” es casi un chiste de mal gusto cuando acto seguido proclama su compromiso con el desgaste sistemático del Ejecutivo. Lo que España necesita es oposición, sí, pero una que fiscalice con rigor, que debata con inteligencia y que plantee alternativas viables. No una que repita como papagayo el mantra de “todo está mal” mientras sueña con las próximas urnas.
Las preguntas de Feijóo: entre el barro y el absurdo
El esperpento ha alcanzado nuevas cotas con el listado de 50 preguntas que Feijóo pretende lanzar a Sánchez. Lejos de un ejercicio de control parlamentario, parecen redactadas en un comité de campaña o, peor aún, en una red social de ultraderecha. La mayoría no buscan esclarecer nada, sino difamar, insinúan delitos sin pruebas y convierten el Pleno en un circo romano.
¿A quién pretenden convencer con esto? ¿A los votantes que aún esperan propuestas sobre educación, pensiones o transición energética? ¿O simplemente a sus propias bases, azuzadas por el ruido y necesitadas de enemigos? Porque lo que queda claro es que el PP ha renunciado a seducir a la mayoría moderada del país.
Feijóo habla de construir una “gran mayoría social” mientras dinamita cualquier puente con esa misma sociedad, y Ester Muñoz arranca su liderazgo parlamentario escenificando una guerra de trincheras. El resultado: un partido que parece resignado a vivir de la erosión ajena y que, cada día más, se asemeja a aquello que tanto dice rechazar: la política del cuanto peor, mejor.
El Partido Popular debería preguntarse si su actual rumbo le acerca al Gobierno o le aleja de él. Porque si su única apuesta es hacer ruido, lanzar fango y alimentar la indignación, terminará por parecerse más a Vox de lo que admite... y menos a una alternativa de gobierno real.
Feijóo prometió “seriedad y rigor”. Hoy sólo ofrece sospechas y victimismo. Ester Muñoz prometió “valentía”. Hoy entrega simple agresividad. La oposición tiene una función clave en democracia: controlar al poder. Pero cuando se reduce a destruir sin proponer, se convierte en parte del problema que dice combatir.