Feijóo tira de nuevo al monte empujado por la Ayuso más ultra

27 de Julio de 2023
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Feijoo Ayuso Monte

Los vaivenes estratégicos del Partido Popular durante estos días inmediatamente posteriores a las elecciones del 23J se estudiarán algún día en las facultades de Ciencias Políticas y Sociología. Alberto Núñez Feijóo ha pasado, en apenas horas, de hablar del PSOE como un “partido de Estado” con el que debe entenderse para poder ser investido presidente del Gobierno a resucitar su mensaje más ultra, duro e implacable contra el ejecutivo de Pedro Sánchez, en clara conexión con el mantra que mantiene la ultraderecha de Vox, que no ha tenido otra ocurrencia que alentar el transfuguismo y, de paso, aconsejar al PP que lo aproveche sin dudarlo un instante. Demócratas.

Definitivamente, y con la ayuda indispensable de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, el líder del PP ha decidido tirar de nuevo al monte, después de unos titubeos iniciales producto del shock en el que aún están inmersos tanto el líder popular como sus barones y militantes. En ningún momento se cumplieron las expectativas, y ni siquiera el ascenso en 47 diputados y ser la lista más votada aplaca la frustración y la decepción en sus filas. Por ello, antes de que resuenen en el ágora público otras voces críticas como la de Esperanza Aguirre, los barones territoriales cierran filas en torno a su todavía líder hasta nueva orden, conscientes de la dureza que supone pasar de cuatro mayorías absolutas en Galicia a sentarse en el principal sillón de la oposición en el Congreso de los Diputados durante cuatro largos años.

Ejecutar con la mano derecha mirando su mano izquierda

Desde que llegó a la Presidencia del PP hace menos de un año y medio, Feijóo siempre ha aparentado mirar a su mano izquierda para, a continuación, ejecutar con su mano derecha. Ahí están los pactos poselectorales con Vox en autonomías y ayuntamientos. No lo ha dudado un instante e incluso ha apremiado a acelerar los pactos, como el caso de Extremadura. El miedo a que Vox le fuese quitando terreno por su ala más extrema ha sido en todo momento una piedra de toque para los populares. Tanto es así que, ni con el resultado inapelable de estas trascendentales elecciones generales, la cúpula popular es capaz aún de deducir si el error de esta campaña e incluso de toda la legislatura anterior ha sido mantener el mantra de la “derogación del sanchismo” a toda cosa.

Antes de que resuenen otras voces críticas como la de Aguirre, los barones cierran filas en torno a su todavía líder hasta nueva orden, conscientes de la dureza que supone pasar de cuatro mayorías absolutas a sentarse en el principal sillón de la oposición

Lejos de haber aprendido la lección de la soberanía popular, y tras un cortejo inicial de centrismo apresurado, Feijóo, quizá apremiado por la propia debilidad de liderazgo que evidencia la bofetada de las urnas, echa manos con los ojos cerrados del consejo de la baronesa territorial de su partido más afín al discurso ultra y mira sin complejos de nuevo al monte, consciente de que Sánchez tendrá en el fugado Carles Puigdemont la china en un zapato difícil de calzarse para la investidura. Más oscuro aún, prácticamente negro azabache, lo ve Feijóo, que sólo tiene claro que se presentará a la investidura si así se lo pide el jefe del Estado, que a tenor de los resultados debe tenerlo aún más claro que el líder popular.

Las urnas hablaron alto y claro el pasado domingo, los rostros en Génova 13 y Ferraz así lo transmitían. Mientras los populares asimilaban los datos y ahormaban un discurso mínimamente creíble y convincente ante el golpe recibido por la ciudadanía en forma de victoria inútil, el más duro de los triunfos (ejemplos hay no pocos por ambos partidos: Javier Arenas, Susana Díaz, Ángel Gabilondo…), Sánchez ordenaba rápidamente a los suyos salir del foco mediático, descansar, tomar aire y disfrutar de la osadía lograda, que no es otra que haber mantenido el pulso al PP cuando la “derogación del sanchismo” parecía un hecho inevitable y, lo que es aún más difícil de asimilar por el ganador de estas elecciones, que el PSOE tenga serias opciones de reeditar un gobierno progresista de coalición en España.

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