Feijóo está como ese león impaciente y hambriento que no sabe si echar a correr detrás de la presa (la presa es Sánchez, o Begoña Gómez, tanto monta) o acecharla lentamente un rato más. Quiere entrar a matar, pero no se atreve; quiere dar el zarpazo final, pero no lo tiene claro. Y más si la presa es un antílope con cuernos retorcidos que hacen pupa. Por eso Feijóo es un depredador (o cachorro joven de depredador) que se anda con pies de plomo. En la selva de la política, cualquier traspié puede resultar fatal.
Tras las últimas noticias sobre la esposa del presidente, el líder popular cree tener a tiro a la víctima. Pero se encuentra con una difícil papeleta: llamar ya a declarar al matrimonio Sánchez/Gómez a la comisión del Senado que investiga los pelotazos por las mascarillas en tiempos de pandemia o dejar el trámite para después de las elecciones europeas. El dirigente popular sabe que, si asesta el golpe ahora, sin demorar más el plan, podría salirle el tiro por la culata. Podría darse el caso de que la pareja llegara a la comisión, respondiera a las preguntas de los inquisidores de la derecha sobre el rescate de Air Europa y las ayudas oficiales al famoso máster de la Complutense, y salieran de rositas. ¿Una pareja joven y profundamente enamorada ante un tribunal macartista formado por vejestorios antipáticos, cargantes y adustos? Peligroso, muy peligroso. Y más con Taylor Swift de gira por España con su revolución rosa del amor. Se corre el riesgo de que la opinión pública, el electorado, le acabe cogiendo simpatía al dúo, como cuando los espectadores toman partido por Bonnie y Clyde en el peliculón de Arthur Penn y ya solo quieren que los tortolitos escapen de la malvada policía y vivan su amor tranquilamente y en paz. Sánchez da todo el perfil de guaperas Warren Beatty y Gómez tampoco desentona como la rubísima Faye Dunaway monclovita. Así que piano piano con dar a los sospechosos por corruptos o bandoleros acorralados, que la cosa no es como para tomársela a broma y puede haber un final sorpresa.
Por otra parte, al PP no le está yendo como esperaba en esas comisiones de investigación. Bien porque quienes formulan las preguntas comprometidas a los testigos no son muy duchos como peritos en técnicas de atornillamiento judicial (cuando los sacas del Que te vote Taxapote y el Me gusta la fruta se pierden), bien porque en realidad el monotema de Begoña Gómez ya no da para más, el trance parlamentario supone un riesgo para Feijóo, que al igual que Mariano Rajoy es un hombre previsible y nada audaz (en realidad como todo conservador que se precie).
Por si fuera poco, la Audiencia Provincial de Madrid ha dado una de cal y otra de arena al caso de marras. Dejando al margen las dos supuestas cartas de recomendación de Begoña Gómez a favor de Innova Next, la empresa del ejecutivo Carlos Barrabés (una torpeza política, eso no lo niega nadie), todo lo demás juega en contra del juez Peinado (y por ende de los intereses del PP): el informe de la Guardia Civil que exculpa a la esposa del premier; la posición de la Fiscalía, insistente en el archivo del caso; el dictamen de la Oficina de Conflicto de Intereses, también negativo; la querella fake del sindicato ultraderechista Manos Limpias (sustentada en simples noticias de prensa, algunas de ellas falsas, tal como han reconocido los propios letrados de esta siniestra organización); y ciertas incompresibles anomalías que se han ido desprendiendo de este sumario, como la decisión de investigar a la afectada sin llamarla antes a declarar para informarla de sus derechos –algo que podría considerarse un flagrante caso de indefensión–, así como la filtración del sumario a los abogados de Vox cuando aún regía el secreto de sumario.
Todo en este embrollo está cogido con pinzas, como suele decirse coloquialmente, y hasta los propios magistrados de la Audiencia reconocen “el contenido algo deslavazado de la denuncia”. De hecho, sobre el asunto de las supuestas mediaciones de Begoña Gómez en el rescate de Air Europa, los magistrados ya han dejado claro que no hay caso. Y en cuanto al máster, en el supuesto de haber alguna responsabilidad, tampoco estaríamos precisamente ante una nueva trama Gürtel, que movió la friolera de 863 millones de euros en dinero malversado, mordidas, comisiones, cosas. Así que el Watergateque Feijóo sirve a los españoles no deja de ser un Watergatillo, o sea poco bagaje para dar un puñetazo en la mesa en las europeas y empezar a liquidar el sanchismo. Si miramos las últimas encuestas en medio de un escenario económico favorable, la situación de PSOE y PP es de empate técnico, prueba de que el montaje no está dando el rédito apetecido.
Y en esas está el preboste de Génova, deshojando la margarita. Los llamo a declarar o no los llamo. Aprovecho el momento, ahora que el juez Peinado se ha desmelenado (nunca mejor dicho), o lo dejamos para más tarde. Ser o no ser. Esa es la cuestión shakespeareana. El problema, como siempre, es que el tiempo corre en contra de Feijóo (tiene urgencias históricas), y ya no puede seguir dando la imagen de derechita cobarde. Abascal se codea con el carnicero Netanyahu (¿por qué no se me ocurriría a mí ir a Jerusalén?, debe preguntarse el líder popular) mientras que Ayuso ya le escribe los recursos anticonstitucionales contra la amnistía sin consultar con él, puenteándolo humillantemente. Después de la última bronca montada por la extrema derecha, ayer en el Congreso (propia de la Antiespaña de tiempos de preguerra), el PP ha quedado desarbolado, fuera de juego. Lo que dice el manual de urgencia para parecerse a Vox, sin ser Vox, es que ahora toca gritar más, vociferar más y ser más faltones que los de Abascal. Ya están ensayando la partitura, de cara al próximo Pleno, los diputados genoveses. Traidor, corrupto, tucumano.