Podemos ha conseguido lo que parecía impensable: que el PP imparta lecciones de buen feminismo. El feo asunto que persigue a Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores y gurús del proyecto, ha hecho mucho daño a la causa de la mujer, que ya venía maltrecha tras destaparse el affaire de Íñigo Errejón con la actriz Elisa Mouliáa. La mentira en la que estaban instalados los prebostes podemitas está aireándose ante el estupor de la opinión pública, mayormente del votante de izquierdas, que no da crédito. En la cúpula directiva de Podemos se predicaba el auténtico feminismo mientras algunos no perdían la oportunidad de practicar el baboseo. O sea, que todo era mentira. Una inmensa y gran patraña.
Mientras tanto, Monedero niega las acusaciones de acoso sexual y asegura que Podemos “tendrá que aclarar cosas” sobre cómo fue su salida del partido: si le echaron o se marchó él, informa Europa Press. Cuestionado por las acusaciones en su contra conocidas esta semana, Monedero dice que no tiene nada que ver. “Tengo una ventaja y es que yo no tengo una persona y un personaje, solamente soy la misma persona”, aseguró en alusión al exdiputado de Sumar Íñigo Errejón, que tras dejar el escaño por las acusaciones de violencia sexual alegó que había caído en el “límite de la contradicción entre el personaje y la persona”. “Cuando todo se aclare daré todas las explicaciones que hagan falta”, dijo Monedero.
Lógicamente, todo este escándalo sin precedentes ha venido a dar alas a quien menos se lo merece: a la derecha reaccionaria y machista por antonomasia, que empieza a pescar en el caladero del desastre de la izquierda. Así, la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, aseguró el viernes que las denuncias de mujeres contra el que fuera fundador de Podemos son un “retrato y radiografía de un feminismo de pacotilla desde la izquierda”. “No está para dar lecciones de feminismo nadie de la izquierda”, dijo en una rueda de prensa en Bilbao, donde recurrió a los casos de José Luis Ábalos y de Íñigo Errejón, además del de Monedero, para arremeter contra el Gobierno de coalición.
Gamarra insistió en denunciar el feminismo podemita que “tanto daño está haciendo a las mujeres” y calificó de “hipocresía absoluta” el comportamiento de Podemos, Sumar y PSOE, que “mientras dicen una cosa practican la contraria”. Preguntada por la sentencia condenatoria a Luis Rubiales por agresión sexual pero que le ha absuelto de coacciones, Gamarra defendió que “las coacciones llevan violencia e intimidación, por eso son coacciones”. “Han tenido un juicio justo, me remito a la sentencia. Si una sentencia después de un juicio con garantías determina que no ha habido [violencia], pues no la ha habido. No se puede cuestionar”, concluyó.
El PP va a hacer sangre con el espectáculo ofrecido por la izquierda. Y con razón. El descalabro es mayúsculo. Las presuntas andanzas sexuales de los prebostes morados van a resultar letales en las encuestas, casi más que un caso de corrupción. En noviembre del pasado año, después de lo que fue un auténtico terremoto político en nuestro país (la dana y el caso Errejón), la publicación del barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) reveló las consecuencias de la catástrofe. La desafección entre los votantes de izquierdas se disparaba. El PSOE pagó con un descenso en la intención de voto, pero peor fueron los datos para Sumar, partido al que pertenecía Errejón, cuya situación ya era preocupante antes del escándalo sexual. La caída del partido de Yolanda Díaz fue antológica.
El diario conservador El Mundo publicó entonces: “El caso Errejón ha desestabilizado dramáticamente a Sumar, hasta el punto de que tanto en La Moncloa como en Ferraz han activado las alertas rojas y han comenzado a preparar un plan B por si el golpe letal al socio minoritario de la coalición se consuma. Todo, absolutamente todo, queda ahora en un segundo plano ante la tragedia de la dana que ha inundado de muerte la provincia de Valencia, pero en ese segundo o tercer plano de la actualidad política la preocupación del PSOE y de Sumar es palmaria”. Y añadió que cargos intermedios de Sumar opinaban en privado que el escándalo de su exportavoz en el Congreso le podía dar “la puntilla” a este proyecto político.