El juez Peinado: "La Justicia es otro teatro"

El magistrado que instruye el caso Begoña Gómez participa en unas jornadas sobre el acoso escolar

24 de Marzo de 2025
Actualizado a las 16:38h
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El juez Peinado sale del juzgado de Madrid.
El juez Peinado sale del juzgado de Madrid.

El juez Peinado ha mostrado su faceta más personal durante las jornadas Artes escénicas contra el bullying, a las que asistió como invitado. Para el magistrado que investiga a Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, por su famoso máster de la Complutense, la Justicia es como el gran teatro del mundo de Calderón de la Barca: “La Administración de Justicia es otro teatro. No es menos teatro que el que se interpreta aquí. Lo que pasa es que tenemos la suerte o la desgracia de que no tenemos guion”, explicó, añadiendo que tanto jueces como fiscales son “personajes” dentro de esta representación judicial, según publica OK Diario.

Teatro. Eso es la Justicia para este juez polémico y controvertido. Puro teatro, estudiado simulacro, como en el bolero de La Lupe. Además, al instructor no le gusta que la sociedad fomente el mito de los héroes, y que estos ganen un pastizal en “actividades deportivas como el fútbol”. Sorprende el juez azote del sanchismo con este aspecto desconocido de su personalidad, su lado más introspectivo e intelectual, por así decirlo. Y llama poderosamente la atención porque precisamente él se ha convertido en un héroe también, el gran héroe de la ultraderecha española empeñada en derrocar a Sánchez por todos los medios, incluso mediante un golpe blando judicial.

Con sus hazañas jurídicas para salvar a España de las garras del villano encantador y de su amada dama Begoña, los ultras posmodernos ven en Peinado al gran caudillo patriótico. Y el magistrado se lo ha tomado en serio, se ha metido tanto en el papel que avanza imparable en el caso del máster de la Complutense, como un Quijote que, lanza en ristre, arremete contra los molinos de viento comunistas. La Audiencia Provincial de Madrid ya le ha dado el toque para que evite las investigaciones prospectivas; la UCO y la Fiscalía le han dicho en varios informes que no ven delito en la conducta de la primera dama; y prestigiosos juristas han advertido de que el instructor está atravesando peligrosos Rubicones judiciales que pueden dañar derechos procesales y constitucionales de los implicados, como cuando Peinado pegó la patada en la puerta para registrar la oficina del empresario Barrabés, el presunto sir Lancelot financiero del Camelot monclovita. Nada puede pararlo.

El Gary Cooper solo ante el peligro de los tribunales no ceja en su empeño, en su mesiánica misión como el nuevo héroe del bando nacional, que ha visto en él al gran justiciero enviado por Dios para ajustarle las cuentas al sanchista podemita. El franquismo de hoy ya no necesita de asonadas, ni de conjuras cuarteleras, ni de sangrientos levantamientos militares. Le basta con un heroico juez pionero en las vanguardistas técnicas anglosajonas de lawfare para rescatar a la patria de la horda salvaje bolchevique. “La sociedad fomenta el mito, al héroe”, insiste Peinado, consciente de que, para los ultras de este país, él es el penúltimo Aquiles dispuesto a limpiar a fondo la Moncloa, nueva Troya impía o nido de rojos.

A Pedro Salinas le debemos la idea de que el héroe pasó de ser un personaje casi divino a convertirse en un ser corriente y vulgar. Todo eso (homérico y mortal) es Peinado para la parroquia nacionalcatolicista, inmersa en una gran cruzada nacional para asaltar Ferraz y quemar en la hoguera al fetiche socialista, al que odian. Todas esas cualidades y dones adornan al juez que tiene ante sí una misión propia de iluminados: enderezar el curso de la historia, domar al dragón socialista, devolver España al orden tradicional de siempre hoy roto por ese PSOE podemizado y chavista. Son muchos los que ven a Peinado como un héroe: los falangistas de Manos Limpias, los beatos de Abogados Cristianos, los antiabortistas, los que quieren que el papa Francisco se muera de una vez, los infiltrados de Putin, los terraplanistas conspiranoicos, los cazadores que sueñan con volver a matar lobos, la banca, la patronal, las élites financieras, los caciques y los taberneros de Ayuso. Y él, en calidad de último bastión de la democracia orgánica, ha asumido ese papelón con dignidad, orgullo y abnegación.

Habló sobre muchas cosas el juez Peinado, sobre el acoso escolar y el teatro de Calderón, sobre lo divino y lo humano, sobre esto y aquello. Incluso sobre la salud democrática del país y la necesaria unidad de todos para derrotar al bullying, un cáncer que, aunque no se haya dado cuenta su señoría, no solo anida en las escuelas, sino también en la vida pública, judicial y política. No hay más que asomarse a las redes sociales (Gran Hermano ultraderechista controlado por el nazi Elon Musk con su acoso al científico, al médico de las vacunas, al defensor de la teoría de la evolución, al intelectual de la izquierda woke, al activista propalestino, a Quequé por sus chistes sobre el Valle de los Caídos, al homosexual, al transgénero, a la feminista y al migrante) para entender que toda la sociedad contemporánea es ya un inmenso y violento patio de colegio donde los abusones ultras campan a sus anchas y maltratan a las minorías con su bullying ideológico sin que la Justicia haga nada por evitarlo. Por desgracia, de nada de eso habló el juez Peinado. Ese héroe del gran teatro de la Justicia.

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