La estrategia de Feijóo con Vox del palo y la zanahoria hace aguas

28 de Julio de 2023
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Feijóo-Ayuso

Mientras Alberto Núñez Feijóo sigue digiriendo su victoria más amarga, la cúpula del PP ya ha decidido a priori qué quiere hacer con Vox a partir de ahora, algo no muy diferente de lo que ha venido haciendo en los últimos años desde que el partido ultraderechista entró por Andalucía en el panorama parlamentario nacional. La archiconocida estrategia del palo y la zanahoria ya se aplica de facto en sus relaciones y será la que se siga ejecutando, por ahora. Feijóo no llegará en ningún supuesto a aquel momento culmen protagonizado por su predecesor en el Congreso de los Diputados cuando espetó al líder ultra: “Hasta aquí hemos llegado”. Los hechos, que son tozudos, demostraron más pronto que tarde que no solo no habían llegado hasta ahí como sentenció Pablo Casado, sino que además ambos se han cogido de la mano como hermanos mínimamente bien avenidos y ahora caminan juntos sin complejos ni rubor por la misma vereda, sin saber aún si hay luz o no al final del sendero.

De entrada, este 23J ha apagado todas las luces para PP y Vox en el camino emprendido juntos. Nadie los quiere acompañar y ni tan siquiera sentarse a hablar, un síntoma palpable de la soledad en que se encuentran las derechas en la actualidad en este país. Nada que ver con aquellos años en que José María Aznar hablaba catalán en la intimidad y pactaba con nacionalistas vascos y catalanes con suma alegría y facilidad.

La bronca que el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, dirigió al portavoz de Vox en la Cámara autonómica este jueves se produjo inmediatamente después de que su colega la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, marcara a Feijóo la senda a seguir después del shock electoral recibido de las urnas el 23J. Nada es casual en todo lo que ocurre en el PP estos días y ambas puestas en escena, la de los dos barones más influyentes en el PP y en el propio Feijóo, son sintomáticas del mal que le aqueja internamente y no sabe por qué diagnóstico decantarse. Vox es la dolencia y el medicamento aún no está muy desarrollado, aunque todo parece indicar que Feijóo ha optado por el clásico del palo y la zanahoria. Palo en Andalucía ahora que los ultras no son necesarios para poder gobernar, gracias a la mayoría absoluta de Moreno Bonilla. Zanahoria en Madrid, donde Ayuso está convencida de que es la mejor manera de neutralizarlos, además de ser más ultras en el discurso que el propio Vox.

Este 23J ha apagado todas las luces para PP y Vox en el camino emprendido juntos. Nadie los quiere acompañar, un síntoma palpable de la soledad en que se encuentran las derechas en la actualidad

Los gobiernos de coalición en Extremadura y Comunidad Valenciana en tiempos de Feijóo evidencian que lo de Castilla y León no fue una excentricidad de la anterior cúpula del PP con Pablo Casado. Y por si quedaran dudas, los pactos en más de un centenar de ayuntamientos y otras comunidades autónomas como Baleares o Aragón así rubrican las estrechas relacione que mantienen a día de hoy PP y Vox.

Todo parecía ir miel sobre hojuelas para que el 23J se certificara el gran acuerdo de coalición PP-Vox en el Gobierno de España, hasta que todas las encuestas ‘amigas’ se dieron de bruces con la tozuda realidad y obligaran de urgencia a replantear la estrategia. La muerte por inanición de Ciudadanos y su asimilación natural por el PP no tiene nada que ver con el proceso de acercamiento o alejamiento de populares con los ultras, aunque el notable retroceso de Vox en estas generales, donde se ha dejado por el camino 19 diputados aunque mantiene a duras penas la tercera plaza de la Cámara baja, augura una evolución hacia la insustancialidad más pronto que tarde en consonancia con lo que, por el flanco izquierdo, ha sucedido con el fenómeno Podemos.

En esta tesitura, la posibilidad real de una repetición electoral en caso de que ni Feijóo ni Pedro Sánchez puedan ser investidos presidentes abren un incierto abanico de consecuencias en la derecha española. De momento, los reproches mutuos han empezado por Andalucía, precisamente el mismo lugar donde los ultraderechistas se sentaron por primera vez en un parlamento en España y la derecha del PP los acogió poniéndole la alfombra roja con pactos de colaboración.

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