La socialdemocracia de Pedro Sánchez se alía con la extrema derecha

16 de Diciembre de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Sanchez Ley Vivienda

La socialdemocracia del siglo XXI, a la que se sumó Pedro Sánchez tras el 40 Congreso del PSOE, nada tiene que ver con la que cimentó el Estado del Bienestar tras la II Guerra Mundial. El actual presidente del Gobierno llegó con la promesa de revertir los ataques del neoliberalismo y de implementar un sistema de gobierno basado en el progresismo y en la justicia social colectiva. Casi tres años y medio después de su llegada a la Moncloa, no hay hechos que soporten el cumplimiento de esas promesas. Más bien al contrario.

Sánchez, tras la defenestración ejecutada por parte del sector socialdemócrata del Partido Socialista, regresó con la fuerza de convertirse en, aparentemente, adalid del espíritu de la izquierda como contraposición a los valores más conservadores de la facción liderada por Susana Díaz y por Felipe González. No en vano, el 39 Congreso Federal del PSOE se celebró bajo el lema «Somos la Izquierda», un golpe bajo a quienes pretendieron solapar el socialismo real que se espera de un partido que lleva esa ideología en su denominación.

Sin embargo, al igual que ocurrió con González y con José Luis Rodríguez Zapatero, el poder ha cambiado a Pedro Sánchez y, por contagio, a todo el aparato del PSOE. De las promesas de justicia social no queda nada, lo mismo que de los acuerdos alcanzados con Podemos para conformar el gobierno de coalición.

Votar junto a la extrema derecha para impedir una ley social

El problema para Sánchez está en que ya se está convirtiendo en demasiado habitual que medidas o proyectos de ley de corte verdaderamente progresista sean rechazadas en el Congreso de los Diputados porque este PSOE se une indecorosamente con la extrema derecha de Vox y con los conservadores neoliberales del Partido Popular y Ciudadanos.

Esto ha ocurrido, por ejemplo, respecto a todo lo relacionado con la Corona y las investigaciones parlamentarias vinculadas a los supuestos negocios de Juan Carlos I. Lo mismo sucede, por omisión, con las reformas constitucionales que el pueblo necesita para poder blindar sus derechos.

La penúltima vez que el PSOE de Pedro Sánchez se ha unido a los ultras ha sido en la Ley de Vivienda presentada por la sociedad civil y que fue apoyada por los dos sindicatos mayoritarios.

Esto sucedió el pasado martes cuando la Cámara Baja votó en contra de la tramitación de la Ley de Vivienda promovida por ERC, EH Bildu, JxCat o Más País y cuyo texto había sido elaborado por el Sindicato de Inquilinos, la Plataformas de Afectados por la Hipoteca (PAH) y que posteriormente fue apoyado por UGT y CCOO. El problema para el PSOE de Pedro Sánchez estaba en que se incluía un mecanismo de regulación de los alquileres mucho más cercano a lo que realmente necesitan las personas que el que se contempla en el Proyecto de Ley pactado por el Gobierno.

Finalmente, el resultado de la votación fue 57 votos a favor (Unidas Podemos, ERC, EH Bildu, JxCat y Más País) y 280 votos en contra (PSOE, PP, Vox y Ciudadanos). Unirse a la derecha y a los ultras es, en consecuencia, el nivel para medir la socialdemocracia de Pedro Sánchez.

Según el Sindicatos de Inquilinos, «el voto negativo del PSOE no es solo una muestra de desprecio a la sociedad civil organizada, que es quien realmente ha estado frenando el golpe de la emergencia habitacional que arrastra el país en la última década. También es gesto que deja claro que el PSOE está cada vez más solo, dando la espalda a sus socios de gobierno (UP) y a los partidos claves que facilitaron la presidencia de Sánchez y en general la gobernabilidad y los presupuestos (ERC, Bildu), y aliándose con aquellos que quieren acabar con su mandato».

Además, esta organización de la sociedad civil, una de las responsables de la redacción de esta Ley de Vivienda, «el PSOE ha decidido rechazar una ley con elementos que tienen que formar parte imprescindible del texto que acabe saliendo de la Ley de Vivienda estatal: blindar el derecho a una vivienda digna y asequible, poner topes y hacer bajar los precios del alquiler, prohibir los desahucios sin alternativa y garantizar los suministros básicos de energía y agua a hogares vulnerables. Son las reclamaciones principales que se establecían en la ley del derecho a la vivienda elaborada por los sindicatos y plataformas sociales».

Sin embargo, desde que en el seno del Ejecutivo se comenzó el debate sobre la Ley de Vivienda, el PSOE de Pedro Sánchez siempre se ha mostrado reticente a, entre otras cosas, imponer regulaciones que pudieran afectar a los grandes tenedores, es decir, bancos, fondos buitre y grandes fortunas.

Pedro Sánchez no está teniendo en cuenta varios aspectos. Su manera autoritaria de entender la ejecución del poder le llevan a ignorar lo que ya le ocurrió al PSOE en el pasado cuando abandonó la ortodoxia ideológica del socialismo que está incluido en el programa máximo del Partido Socialista.  

Este PSOE vuelve a dar la espalda al pueblo

El pueblo da la espalda al PSOE cuando el PSOE abandona al pueblo, es decir, cuando gobierna implementando políticas propias de derechas que terminan afectando al bienestar de la ciudadanía. Es lo que muchos han denominado el camino hacia la moderación o hacia el centro-izquierda. Ernesto Guevara dijo en una ocasión que «son moderados todos los que tienen miedo o todos los que piensan traicionar de alguna forma», y eso, en esencia, es lo que está ocurriendo con Pedro Sánchez y su viaje hacia la socialdemocracia del siglo XXI.

El PSOE perdió el apoyo del pueblo cuando aplicó reformas laborales contrarias a los intereses de las clases medias y trabajadoras; la ciudadanía dio la espalda al proyecto del Partido Socialista cuando, en medio de la crisis global de 2008, el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero pactó con el PP la reforma del artículo 135 de la Constitución, hecho en el que, por cierto, tuvo participación Pedro Sánchez en su calidad de diputado. Además, publicó un artículo en El Periódico de Cataluña en el que dejó algunas perlas.

Sánchez defendió lo indefendible

«Nunca creí que lo que diferenciara a la izquierda y la derecha fuese el tamaño del déficit público. La estabilidad de las cuentas es un principio de buen gobierno […] Establecido el marco, el debate político entre la izquierda y la derecha debe girar en lo que de verdad importa a la ciudadanía: cuánto ingresas y cuánto y cómo lo gastas […] La estabilidad no está reñida con la justicia social, al contrario, la alimenta al garantizar la sostenibilidad del Estado del bienestar», afirmaba Sánchez en ese artículo que pueden leer AQUÍ.

Esa reforma constitucional hizo mucho daño a las clases medias y trabajadoras de este país y así se lo hicieron ver en las elecciones de 2011 con un PSOE marcando el entonces peor resultado electoral de la historia (Pedro Sánchez lo empeoró aún más en dos ocasiones).

Ahora, el PSOE de Sánchez, que nada tiene que ver con el Partido Socialista, se ha embarcado en el camino de esa socialdemocracia del siglo XXI que ocupa el lugar político del centro derecha. Valls, Blair o Renzi son algunos de los ejemplos que lo demuestran y, próximamente, Sánchez se unirá a esa lista.

Además de la defensa a ultranza de la Monarquía y de los privilegios de la banca (Sánchez no ha retirado la defensa que hace la Abogacía del Estado a los bancos en los pleitos en Europa relacionados con las cláusulas abusivas), el actual presidente del Gobierno no ha dudado en incumplir nuevamente sus promesas más ideológicas o el pacto de gobierno con Unidas Podemos como, por ejemplo, la reforma laboral.

Lo que se apruebe será una versión Zero de la derogación prometida al electorado y que estaba incluida en el acuerdo que Sánchez firmó con Pablo Iglesias Turrión. Cada vez que el presidente viaja a Europa, va dejando en su asiento del Falcon el poco espíritu progresista que pudiera tener. Entonces, ¿de verdad que esta es la socialdemocracia de Pedro Sánchez? Si es así, entonces, España verá cómo, una vez más, el PSOE se desplomará en las elecciones que muy probablemente se celebrarán en 2022 y, quién sabe, pueden abrir el camino hacia el proyecto de «gran coalición» que los socialdemócratas anhelan y al que los conservadores no renunciarían.

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