El oro ha alcanzado precios máximos a lo largo de esta semana, llegando a superar los 2.100 dólares la onza, superando el valor de cotización al que llegó durante la pandemia. Este metal precioso es uno de los mayores refugios en tiempos de incertidumbre, pero también es la herramienta utilizada para el blanqueo de capitales y la evasión fiscal por parte de las grandes fortunas y de las organizaciones criminales.
Uno de los mejores sistemas para blanquear capitales y evadir impuestos está en el comercio ilegal de oro, joyas y piedras preciosas. Ese tráfico de metales preciosos provoca, además, un problema social porque se esclavizan a personas en minas ilegales en Latinoamérica.
Durante los años más duros de persecución a Al-Qaeda o al Estado Islámico una de las mayores preocupaciones de los servicios de inteligencia y seguridad internacionales se hallaba en los hawala, un sistema para huir del control financiero que utilizaba el modelo medieval de trueque para blanquear dinero o como un circuito de financiación. En estos hawala se movía mucho oro, piedras preciosas y joyas de elevado valor que luego era cambiado por dinero en efectivo. Este sistema fue copiado por las redes de narcotráfico y de tráfico de armas.
La facilidad de utilizar este tipo de células ha convertido al oro en los últimos años, cuando en el mundo se mueven billones de dólares en dinero negro procedente de actividades ilícitas o de la evasión fiscal, en el mejor sistema para blanquear capitales, sobre todo cuando los organismos económicos y financieros están incrementando los controles a las entidades bancarias para evitar que sigan teniendo en el blanqueo de dinero una de sus mayores fuentes de ingresos.
No hay mejor mecanismo en el mundo para lavar dinero que el oro porque es riqueza concentrada y portátil, tiene esencialmente el mismo valor en cualquier parte del mundo y se puede mover fuera del sistema financiero global. Por ello, no es inusual que una transacción de metales preciosos atraiga el escrutinio bancario.
Las organizaciones de narcotraficantes, traficantes de armas, personas y los grupos terroristas utilizan el oro para blanquear dinero y financiar conflictos. En el proceso, han apoyado operaciones mineras ilegales que destruyen la selva virgen y son centros para el tráfico sexual y el trabajo infantil. En Perú, el mayor productor de oro de América Latina y el segundo mayor proveedor de cocaína del mundo, el comercio ilegal de oro es ahora dos veces más grande que el tráfico de drogas.
Según publicó el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), tras varios años de investigación en Estados Unidos se habían acumulado tal cantidad de pruebas contra Kaloti Jewellery Group, uno de los mayores comerciantes y refinadores de oro del mundo, que los investigadores creyeron que el caso estaba claro.
Esta empresa, con sede en Dubái, se había convertido, según los datos recogidos en la investigación, en un engranaje clave para el comercio de oro sucio. La operativa era sencilla. Se compraba el metal precioso a vendedores sospechosos de blanquear dinero para narcotraficantes y otros grupos criminales, según determinó un equipo de trabajo dirigido por la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA). Kaloti a menudo pagaba en efectivo, a veces tanto que tenía que ser transportado en carretillas, y transfirió dinero para clientes sospechosos a otras empresas, según se indicaba en la investigación.
En 2014, los investigadores de la DEA aconsejaron que el Departamento del Tesoro designara a Kaloti como una amenaza de blanqueo de capitales en virtud de la Ley Patriota de los Estados Unidos, una medida poco utilizada y conocida como pena de muerte financiera porque puede congelar a una empresa fuera del sistema bancario internacional.
Sin embargo, el Departamento del Tesoro nunca tomó medidas contra Kaloti. Esta decisión se adoptó por temor a enojar a los Emiratos Árabes Unidos, un aliado clave de Estados Unidos en Oriente Medio. Cuando fracasaron los intentos de convencer a los Emiratos de actuar por su cuenta contra Kaloti, la investigación se suspendió.
Los casos de blanqueo de capitales son extraordinariamente difíciles de resolver y Estados Unidos lleva años vigilando el turbio comercio ilegal de oro. Con Kaloti pensaron que tenían una rara oportunidad de enviar un mensaje a toda la industria del oro.
La investigación estadounidense de Kaloti no se había filtrado más allá de un reducido grupo de personas. El resultado apunta a lugares comunes a los casos de blanqueo de capitales: los investigadores deben seguir el dinero a través de las fronteras y a través de empresas con sede en paraísos secretos, como Dubai, que han mostrado poco interés en tomar medidas enérgicas. Llevar casos contra actores poderosos también requiere voluntad política y acuerdo entre diferentes agencias estadounidenses con prioridades en competencia.
Según los documentos publicados por ICIJ, el blanqueo de capitales a través de Kaloti se focalizó en transacciones sospechosas por valor de más de 9.300 millones de dólares entre 2007 y 2015.
El conglomerado de empresas de Dubai, por su parte, negó cualquier mala conducta y aseguró que jamás se ha involucrado con ningún grupo criminal.
Este es un ejemplo más de cómo el oro se ha convertido en la mejor herramienta para el blanqueo de capitales internacional. Los sistemas policiales de control financiero en todo el mundo han visto durante mucho tiempo el comercio del oro como una vulnerabilidad clave en la lucha global contra el blanqueo de capitales.