La entrevista entre Macarena Olona y Jordi Évole rozó el interrogatorio en tercer grado, como no podía ser de otra manera tratándose de la que hasta hace poco era una de las piezas claves de la nueva extrema derecha española. El espectador pudo ver a la Macarena más contradictoria, esa que es capaz de lamentar el nivel de crispación al que ha llegado la política nacional cuando ella, estando en la cresta de la ola, fue una crispadora profesional que contribuyó a aumentar los decibelios del ruido, como cuando llamó “fea” a Yolanda Díaz desde la tribuna de oradores de las Cortes o cuando acusó a Irene Montero de haber llegado a ministra por sus relaciones afectivas con Pablo Iglesias. A día de hoy todavía no sabemos si se fue de la política a causa de una enfermedad o porque algunos en el partido quisieron apagar su voz. Tampoco anoche nos lo dejó claro.
A tenor de sus tuits de los últimos tiempos, en los que ha jugado a feminista, antirracista y defensora de los derechos de los homosexuales, parecía que la mujer se había rehabilitado tras su traumático paso por la secta verde. Lamentablemente, de sus confesiones con Évole no se deduce que esté totalmente curada del mal, ya que le siguen aflorando los tics ultras. Macarena, por mucho que diga, sigue jugando al doble discurso, el democrático y el nostálgico, y en una misma frase es capaz de mostrarse abiertamente en contra de la ley de memoria histórica y al mismo tiempo defender que quienes quieran recuperar los restos de sus seres queridos de las cunetas y fosas comunes puedan hacerlo. Es capaz de decir que no se arrepiente de haber usado las vomitivas citas de Primo de Rivera en sus discursos parlamentarios y reconocer sin pudor que el alzamiento de Franco fue un golpe de Estado, no una cruzada de liberación nacional contra los rojos como parecía sostener hasta ahora. Y es capaz de seguir manteniendo que la izquierda de hoy quiere ganar lo que perdió en el campo de batalla durante la Guerra Civil y al mismo tiempo escandalizarse de que en el partido de Santiago Abascal haya más nazis que en American History X. Así no nos extraña que, en un momento de la entrevista, el pobre Jordi se llevara las manos a la cabeza y se quejara con desesperación de que con tanta incoherencia le iba a “petar” la cabeza.
Ya empezó rarita la velada cuando la exdiputada soltó, así, para ir haciendo boca, que Julio Anguita fue uno de sus grandes referentes políticos. ¿Estaba de coña o qué? Se pasa media vida fustigando a los rojos bolcheviques y ahora nos sale con esas. Con Olona uno no sabe a qué atenerse. Puede ser al mismo tiempo feminista y símbolo de la familia tradicional; de derechas y progre; defensora de los derechos civiles de las minorías y azote de los manteros que llegan a España para reconquistar Al Andalus. Como está pensando en fundar un nuevo partido de derechas de amplio espectro que no excluya a la mitad de los españoles (Évole se ha jugado una cena con ella a que al final se presentará a las elecciones abanderando un nuevo proyecto) se aferra a un discurso quedabien que guste a todo el mundo. Atrás quedan los años en que era la musa dura, la gran inquisidora de la izquierda, la Maca de los franquistas posmodernos.
Pero más allá de que las incongruencias, paradojas y tomaduras de pelo de la exvoxista terminaran haciendo bostezar al espectador, que ya no sabe qué creerse de ella, su entrevista nos deja algunas cosas que sí nos interesan y mucho. La financiación de Vox, por ejemplo. Olona, que vivió desde dentro los cuentos y las cuentas del partido, se preguntó qué han sido de los 4,4 millones de euros en subvenciones que fueron a parar a Disenso, la fundación think tank o laboratorio de ideas del partido ultra. Ahí estuvo fina la ex Juana de Arco del facherío patrio, sobre todo cuando reclamó a los dirigentes voxistas que hagan un ejercicio de transparencia rellenando el modelo 347 de la Agencia Tributaria, tal como exige Hacienda. Como también se puso caliente la noche cuando esbozó un retrato poco agraciado del máximo dirigente de Vox. “Santi es una buena persona, pero tiene sus limitaciones”, dijo. Como buenos españoles que somos, sabemos que cuando se apela a la bonhomía de alguien es que acto seguido se le va a poner a caldo. Y efectivamente, la entrevistada llegó a sugerir que su exjefe no es completamente libre en sus actos, ya que las decisiones no siempre se adoptan en Vox, sino que se toman por gente ajena que no forma parte del organigrama y que tiene “un poder decisorio importante”. En cualquier país serio, mañana mismo un juez abriría una investigación por menos de eso.
Macarena Olona advirtió que es poco inteligente atacar a quien tiene los “planos del edificio”, o sea ella. De esta manera, dejó caer que si la siguen acosando en las redes sociales tirará de la manta. Fue un mensaje directo para cierta cuenta tuitera que, desde que dejó Vox, la lleva por el camino de la amargura con insultos y amenazas. Por lo visto ha puesto la cosa en manos de los tribunales, aunque no quiso dar más datos alegando que todo está sub júdice.
El caso es que a la nueva Macarena, a la Macarena superdemócrata de pedigrí, esa que ha debido darse un golpe en la cabeza contra la mesita de noche que la ha hecho ver la luz y salir del oscuro inframundo fascista, ahora le producen asco y vómito las apologías del totalitarismo que ella aceptaba sin rubor, como consignas de partido, cuando estaba en Vox. También reconoció que en el proyecto verde coexisten dos almas, los falangistas y los liberales, aunque eso ya lo sabíamos. Ahí no dio ninguna exclusiva. Más interesante era confirmar si detrás de Vox está El Yunque, la organización paramilitar secreta de extrema derecha de origen mexicano cuyo propósito es defender la religión católica, luchar contra las fuerzas de Satanás e instaurar el reino de Cristo en la tierra. Federico Jiménez Losantos ya ha apuntado en esa dirección en alguna que otra ocasión. La musa ultra dijo que de eso no sabía nada.
La noche no dio para mucho más (supimos que se documenta en Wikipedia, que no sabe definir el concepto “ilegítimo” pese a ser abogada del Estado y que anda pez en memoria histórica ). Le arreó fuerte a Ortega Smith (“nunca me ha venido de frente”) y a Gallardo Frings, a quien, como a otros líderes regionales, lo definió como un intervenido, o sea que no es autónomo ni pinta nada y hace lo que le dice Santi en Madrid. La entrevista nos deja un momento sublime, cuando la díscola voxista aseguró: “Necesitan destruirme. Si alguien en Vox tiene la impresión de que no se puede salir del partido del macho alfa sin pedir permiso ni autorización, conmigo se ha equivocado profundamente, se ha equivocado de cojones”. ¿Pero qué lenguaje tabernario es ese para una señorona de derechas? Debe creerse sin duda que aún está en las Cortes.